Víctor Lorenzo ‘Sosó’, el ‘guardamuelle’ que custodia el espíritu de la Negra Tomasa

A sus 83 años, este palmero que emigró una década a Dinamarca encarna desde los noventa el personaje que acapara las miradas cada Lunes de Carnaval

Víctor Lorenzo ‘Sosó’, el ‘guardamuelle’ que custodia el espíritu de la Negra Tomasa | | CARSTEN W. LAURITSEN

Víctor Lorenzo ‘Sosó’, el ‘guardamuelle’ que custodia el espíritu de la Negra Tomasa | | CARSTEN W. LAURITSEN / Humberto Gonar

Humberto Gonar

Humberto Gonar

Víctor Lorenzo Díaz Molina, popularmente conocido en su Santa Cruz de La Palma natal, mantiene desde su nacimiento una íntima historia con la tierra que le vio nacer, no en balde vino al mundo el 5 de agosto de hace ya 83 años; eran las doce del mediodía; cuando las puertas del Santuario se abrían para que saliera la Virgen de Las Nieves en su día grande, «mi madre me traía al mundo».

Su padre, taxista; su madre, ama de casa. Cuando tenía veinte años, a Sosó no le dolieron prendas para poner rumbo a Dinamarca, y dejar atrás a sus tres hermanos junto a sus progenitores en busca de un futuro próspero, cuenta en la casa que adquirió frente a la plaza de San Francisco precisamente con el dinero que pudo ahorrar de su década como emigrante.

Antes de viajar a Dinamarca, se dedicó a jugar al fútbol, con tanta destreza que incluso fichó por el Club Deportivo Málaga, gracias a la mediación de Pepe Arias, que incluso le llegó a advertir que «no servía ni para coger la pelota». Pero por su empeño, incluso fichó por el Torremolinos, lo que le reportaba una pequeña asignación económica que no le permitía tener mayores aspiraciones en la vida, hasta que recibió la invitación para ser facturista del hotel Pez Espada, uno de los mejores del lugar.

Esta actividad le permitió conocer a un matrimonio de Dinamarca que le ofreció trasladarse con ellos a aquel país con el compromiso de un puesto de trabajo; durante la estancia de la pareja danesa Sosó trabó una relación especial con la mujer, ya que las dolencias que sufría el marido le impedían disfrutar de salir a los bailes y, de mutuo acuerdo, Víctor Lorenzo la acompañaba para disfrutar de las noches de Torremolinos.

Antes de regresar a Dinamarca, el matrimonio le propuso a Sosó trasladarse a aquel país a cambio de un techo y un puesto de trabajo, oferta que aceptó. Antes de siete días ya le habían girado el pasaje para que se trasladara. A su llegada, Víctor Lorenzo fue acogido en el domicilio familiar de la pareja de Torremolinos con la encomienda de que cuidara a un niño de un par de meses de edad.

Sosó, que nació el día de las Nieves –y también fue enano–, emigró durante diez años a Dinamarca

Lo que a priori parecía un mundo de rosas acabó como el rosario de la aurora, pues la mala relación del marido con Sosó, provocada tal vez por celos por el trato que le dispensaba la mujer, tensó la relación. «Un día me vino y me dio un libro para que leyera y aprendiera... Yo no entendía nada y lo rompí. Al día siguiente entró en la habitación el hombre y cuando lo vio me preguntó qué había pasado, a lo que le respondí que se había roto porque el niño lo había meado». No fue sino el principio del fin de la estancia de Sosó en aquella casa, pues el hombre, de madrugada, le dijo que saliera de la casa. Y Víctor Lorenzo se vio en Dinamarca sin casa ni trabajo.

Sosó no tuvo mejor idea que coger un taxi aquella noche, que lo dejó en la estación central marítima, de donde partían dos ferries a Suecia. «Por allí pasó el jefe de cocina de uno de ellos que se interesó por mí. Cuando me presenté, me dijo, ¿qué te pasa, canario? Y le conté que me había llevado un matrimonio a Dinamarca y el hombre se había puesto celoso y me había echado de la casa».

El jefe de cocina, cuenta Sosó, era íntimo amigo del embajador de España en Dinamarca, lo que le abrió las puertas para buscar un puesto de trabajo; ahora solo restaba acreditar que él había viajado con el compromiso de tener un puesto de trabajo, una misión que no le fue imposible ya que dieron por buena la carta que guardaba Sosó, en la que le ofrecían estancia y trabajo antes de que le mandaran los pasajes.

El embajador de España en Dinamarca, con la carta en la mano, requirió la presencia de quien lo echó a la calle, y lo emplazó a que le costeara techo y manutención a Sosó hasta que encontrara una alternativa para continuar en Dinamarca. Fue así como Sosó pudo comenzar a trabajar en la cocina del barco, «hasta limpiando perolas», y capear esta aventura que se prolongó durante diez años. En esa estancia en el país danés también trabajó en una empresa que se dedicaba a la fabricación de papel de calco y en una empresa de neveras, y hasta desarrolló su labor profesional en la construcción de piezas de Lego.

Las bajas temperaturas de Dinamarca acabaron por pasarle factura a Sosó, que se descamisaba cuando pintaba alguna casa, lo que le provocaba un intenso dolor en la espalda que lo llevó a plantearse el regreso a su tierra natal.

El enano número 5

La vida de Víctor Lorenzo Díaz Molina es tan intensa como propia de un palmero enamorado de las costumbres de su tierra. Antes de viajar a Dinamarca –cuando tenía veinte años–, tuvo a gala bailar por primera vez como enano –con el número 5– en la Bajada de la Virgen de Las Nieves, y precisamente en su aventura danesa anhelaba regresar para repetir experiencia, por lo que entre 1969 y 1975 planificó ahorrar para regresar a la primera Bajada que se celebró por aquella época.

En su regreso, unos familiares mediaron con el entonces director de la Junta de Obras del Puerto, lo que le abrió las puertas para comenzar a trabajar en el recinto portuario de Los Cristianos, después de superar unos exámenes como guardamuelle, que a la postre pasó a ser policía de Puerto, hasta que fue destinado a Santa Cruz de La Palma, lo que le permitió estar cerca de su madre. «Recuerdo que el año antes de mi jubilación me llamó el director de la Junta de Obras del Puerto y me ofreció que si le bailaba como un enano me podía ayudar para adelantarme los trámites y finalizar antes mi actividad profesional, garantizándome el cien por cien de lo que me correspondía».

Durante su estancia en Dinamarca, Sosó mantuvo una relación marital; «no fue en una iglesia, sino que llevaron el cura a casa y me dieron por casado, pero sin más compromiso», cuenta. Fruto de aquella unión tuvo dos hijas.

A su regreso ya a La Palma, Víctor Lorenzo comenzó una vida desde cero. «Conocí a mi esposa, con la que me casé el 5 de diciembre de 1977», le porfía a ella en la conversación que mantiene en el patio de la vivienda que compró con unos cinco millones de pesetas que ahorró en Dinamarca.

Fruto de su enlace matrimonial en La Palma nacieron Fran, que acaba de ser designado como el mejor asesor de la empresa asegura Mapfre en toda España, y Víctor, el más pequeño, que reside en Barcelona; ambos rondan los cuarenta años de edad.

Sosó deja a las claras que cuando contrajo matrimonio con su actual esposa sabía que tenía en Dinamarca dos hijas, Henriyete y Cristina, con las que mantiene contacto; de hecho una de las nietas acude por Indianos a La Palma; esta veinteañera desfiló con su abuelo vestida de sirena en el desfile de embajadores celebrado el sábado pasado.

Sobre su faceta más popular como la Negra Tomasa, Víctor Lorenzo recuerda que a comienzos de los años noventa salía con un amigo las noches de Carnaval; a él le gustaba disfrazarse e ir a bailar, pero el compañero prefería salir y tocar instrumentos en las parrandas.

Así nació la Negra Tomasa

Sosó lo tuvo claro y no renunció a su pasión por la fiesta, y salió hasta esta edición treinta años como la Negra Tomasa, un personaje que se ha convertido en tarjeta de presentación de Los Indianos, como quedó acreditado cuando integró la embajada que promocionó la fiesta palmera en ExpoCarnaval, que tuvo lugar en la Recova Vieja de Santa Cruz de Tenerife, en 2013. «Me gusta estar en contacto con la gente, hablar, animarlos y mostrar nuestra fiesta», cuenta Sosó mientras a la puerta de su casa un grupo de jóvenes le pide quitarse una foto con ellos para inmortalizar la visita a La Palma, como quien se lleva con cuño el pasaporte de visita a Los Indianos, caso de unos hermanos murgueros que militaron en Trapaseros a los que acompaña la hermana de Enrique Ossorio, un bambón hasta la médula.

«Escribe ahí: cada mañana, antes de salir de Negra Tomasa, desayuno bocadillo de chorizo palmero y dos vasos de vino». Es el secreto para darlo todo. Desde hace 30 años y con la ilusión de que sea por los siglos de los siglos. Su oración no acaba con amén, sino con máquina, el grito de guerra con el que anima a bailar.