Grave accidente en Tokio
La destreza de la tripulación y el civismo del pasaje obraron el milagro del rescate del avión incendiado en Japón
Desde el gremio se ha aplaudido a la tripulación y recordado que las nuevas azafatas de la aerolínea nipona son entrenadas durante tres semanas en complejos escenarios de evacuación y rescate
Adrián Foncillas
Lo ocurrido el martes en el aeropuerto tokiota de Haneda reta a las estadísticas: que dos aviones converjan en una pista y que 400 personas sobrevivan a un incendio masivo. Lo primero lo causó un error humano; lo segundo, la destreza de la tripulación y la obediencia del pasaje. Esa obediencia tan asiática que se desdeña desde la espontaneidad y espíritu libre occidentales.
El avión de pasajeros Airbus 350-900 operado por Japan Airlines acababa de aterrizar cuando colisionó con una aeronave de la Guardia Costera. Las imágenes sugerían la tragedia. El avión avanzaba por la pista con las llamas envolviendo el fuselaje mientras el humo se espesaba en el interior. El fuego había inutilizado varias de las rampas de evacuación y el sistema de megafonía interno. Las azafatas, sin más instrumentos que la voz, pidieron calma a los pasajeros y los dirigieron hacia la única salida viable. Fue un proceso ordenado y veloz, a pesar de que el morro inclinado del avión dificultaba el equilibrio, y finiquitado en apenas 20 minutos desde que el avión se detuvo. Una evacuación maestra en las peores condiciones. La tripulación, como se espera del capitán del barco que se hunde, abandonó la nave en último lugar.
Desde el gremio se ha aplaudido a la tripulación y recordado que las nuevas azafatas de la aerolínea nipona son entrenadas durante tres semanas en complejos escenarios de evacuación y rescate como incendios o amerizajes antes de servir en vuelos comerciales. Esas enseñanzas, refrescadas cada año, forman parte de un estricto compromiso nacional por la seguridad aérea que nació tres décadas atrás. Un avión de Japan Airlines que cubría el trayecto Tokio-Osaka se estrelló en las montañas y sólo sobrevivieron cuatro de los 524 pasajeros. La investigación apuntó a una reparación chapucera y la compañía inauguró un museo con los asientos del avión y los restos del fuselaje para subrayar los riesgos de la falta de rigor. "Afrontando la pena y el dolor de las familias de las víctimas y la desconfianza pública sobre la seguridad de la aerolínea, nos comprometemos a no permitir que suceda nunca más otro hecho trágico como este", reza la inscripción. Japan Airlines y Japón acostumbran a liderar las clasificaciones globales de seguridad.
Calma ante una muerte verosímil
El otro elemento excepcional es la calma del pasaje ante una muerte verosímil. "Después del choque, me reí cuando vi algunas chispas saliendo del motor. Pero cuando se incendió, comprendí que era algo serio (…) De verdad pensé que iba a morir", ha declarado Tsubasa Sawada a la agencia Reuters. El pánico se da por descontado cuando el fuego besa las ventanillas y el humo entorpece la respiración pero todos esperaron su turno a salir con orden y educación y ni uno solo ignoró la instrucción de dejar el equipaje de mano en el avión. Los expertos la señalan como clave para acelerar la salida. No cuesta imaginar el caos y la anarquía en similares circunstancias y diferentes latitudes. Ese civismo, frecuentemente despreciado como obediencia y que prioriza el bien común sobre el interés personal, sirve tanto para sobrevivir a un avión en llamas como para vadear una pandemia global. Diez minutos después de que el avión quedara vacío se escuchó una explosión. "Sólo puedo decir que fue un milagro. Habríamos muerto si nos hubiéramos retrasado", ha afirmado Sawada.
Las cinco muertes del accidente corresponden a los ocupantes del pequeño avión de la Guardia Costera que iba a transportar material humanitario a la zona afectada por el fuerte seísmo del pasado lunes en el centro de la principal isla nipona. Al capitán, único superviviente, apuntan las sospechas. Es un error grueso que dos aviones coincidan en la misma pista y desde el principio se supo que el de Japan Airlines había recibido el permiso para aterrizar. También dijo el capitán de la Guardia Costera que había recibido el suyo para despegar pero la transcripción de las conversaciones con la torre de control, según las autoridades japonesas, asegura lo contrario.
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