Misterio en el gigante asiático

¿Dónde está el ministro de Exteriores de China?

La falta de explicaciones ante la ausencia de Qin Gang dispara los rumores sobre su paradero

Qin Gang en su visita a Oslo, Noruega, en Mayo.

Qin Gang en su visita a Oslo, Noruega, en Mayo. / NTB/PIM

Adrián Foncillas

Incluso el calendario le sonreía a Qin Gang. Unas semanas de frenética diplomacia, con el deshielo con Washington como plato principal, para sellar su meteórico auge como el nuevo hombre fuerte de la política exterior china. Pero al ministro de Exteriores no se le ha visto y las explicaciones, o la falta de ellas, cataliza la rumorología. No hay mayor misterio hoy que el paradero de Qin, ungido apenas unos meses atrás por el presidente, Xi Jinping.

En su último acto público sonreía junto a un delegado ruso que había volado a Pekín para explicar aquella insurrección del grupo Wagner. Fue el 25 de junio. No estuvo con la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, ni con el enviado especial de Asuntos Climáticos, John Kerry, ni con el centenario Henry Kissinger.

"Razones de salud"

China canceló la visita del jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, dos días antes de la cita porque “las fechas ya no eran posibles”. Tampoco viajó Qin a la cumbre de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático en Indonesia la semana pasada.

El portavoz ministerial ofreció en la rueda de prensa del día siguiente lo más cercano a una explicación oficial: "Razones de salud". Pero la frase se omitió en la transcripción oficial, una práctica asociada a asuntos peliagudos o resbalones de los portavoces. El ministerio ha rechazado las preguntas sobre el tema en las siguientes ruedas de prensa.

Las redes sociales han censurado la pregunta "¿Dónde está Qin Gang?" pero no cuesta encontrar discusiones y debates. En Baidu, una plataforma similar a Google, la búsqueda de su nombre ha subido un 5.000% esta semana.

Silencio sobre los políticos

El brío censor está lejos del que merecen los anatemas. En la prensa hongkonesa y presuntamente libre, en cambio, un párrafo del análisis de un experto extranjero en el que aludía a Qin fue borrado en la edición final. La razón más verosímil y sensata es la salud. Ocurre que China no habla de los achaques de sus líderes. Quizás por el extremo celo sobre sus vidas personales, quizás por evitar la imagen de debilidad, y probablemente por ambas.

Mao Zedong y Deng Xiaoping, arquitectos de la China moderna, murieron a los 83 y 93 años sin que la población supiera de sus dolencias. Hu Jintao, que padece una enfermedad degenerativa, apenas ha sido visto en público desde que dejó la presidencia en 2013.

No se supo de ningún político chino con covid durante el tsunami de casos que sucedió al levantamiento de los diques contra la pandemia. "Carezco de información privilegiada pero supongo que estará enfermo, no creo que se deba a cuestiones políticas. La inercia de su ministerio es la de siempre, incluido el nombramiento del cónsul de Barcelona, Zhu Jingyang, como nuevo embajador de Colombia" dice el sinólogo Xulio Ríos.

Moral de partido

Es un movimiento reflejo: si los medios oficiales callan una cuestión de interés, los chinos acuden a la jungla de las redes sociales. Y ahí cabalgan los rumores sin bridas. Xi "desapareció" un par de semanas al inicio de su mandato y se hablaba de asonadas y columnas de tanques en Pekín.

El más popular sobre Qin asegura que está siendo investigado por una aventura extramatrimonial con una periodista de una televisión hongkonesa. Si es así, y no es un condicional menor, su horizonte es sombrío. Xi impuso una rígida moral en el partido con un argumento elemental: la manutención de amantes obliga al latrocinio.

Había dudas razonables sobre una bula para la élite. Quedaron disipadas con el escándalo por los presuntos abusos a la tenista Peng Shuai: el viceprimer ministro, Zhang Gaoli, cortó las lazos con su amante tan pronto entró en el Comité Permanente y sólo la volvió a llamar tras jubilarse. No hay dispensa, tampoco para Qin. Otros rumores son tan delirantes que no merecen mencionarse.

Expectantes de su paradero

Xi ha librado a Qin del fuego lento con el que se cocinan aquí las carreras políticas. Empezó como portavoz ministerial y fue enviado como embajador a Washington. Dos años después y con sólo 57, casi adolescente en la gerontocracia china, ya encabezaba la cartera de Exteriores.

Adscrito a la corriente diplomática de los "lobos guerreros" en sus inicios, beligerante y lenguaraz, suavizó su lenguaje en Washington y mostró mesura y cabeza fría incluso en los tiempos más inflamados. En Qin se confiaba para la romería de altos cargos estadounidenses a Pekín.

El tiempo resolverá el misterio. Quizá una sucinta nota en la agencia oficial Xinhua desvele que está siendo investigado por violar la disciplina del partido y le veamos meses después frente al juez. Quizá aparezca mañana tras superar el covid. Si es lo primero, el buen juicio de Xi para elegir a sus colaboradores quedará en duda. Si es lo segundo, Xi y Qin estarán riéndose ahora leyendo las redes sociales y la prensa internacional.

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