Premio a la resistencia del Tenerife (1-0)

El equipo blanquiazul derrota a uno de los candidatos a jugar el playoff, el Albacete. Los de Ramis se adelantan con un gol de Gallego y logran mantener la renta con un notable ejericio defensivo.

Julio Ruiz

Julio Ruiz

El Tenerife de Ramis es así, como el que venció este domingo. En realidad es mucho más que eso, pero su esencia reúne todos los argumentos que puso en práctica para superar a un aspirante a disputar la promoción de ascenso como el Albacete. Volvió a ser el fiel reflejo de aquellas tardes que le fueron acercando al pasado playoff. Un equipo con recursos para merecer el gol y agarrarlo –esta vez, de penalti–, y, sobre todo, solidario en los esfuerzos y capaz de resistir y conservar su ventaja. Tan simple y tan efectivo como eso, un Tenerife ganador cuando está fino e inspirado, cuando tiene la maquinaria engrasada. El reflejo y, también, la verdad de un equipo que ha ido volviendo a su camino poco a poco. Porque es un camino de sobra conocido. La duda está en si llega tarde o no, si la racha de ocho jornadas que lleva sin dejar de sumar –14 puntos de 24– es algo más que un pasaporte hacia los puestos tranquilos de la clasificación.

A falta de respuestas a medio plazo, valen las que salen de partidos como el de este partido. De entrada, el arranque ya fue prometedor. El Tenerife salió decidido y no tardó en enseñar sus cartas. Nada más empezar, balón largo dirigido a Romero, un generador de peligro constante, e insistencia por un carril derecho explorado también por Mellot. El equipo blanquiazul comenzó mandón, dispuesto a domar el partido desde el primer minuto ante un Albacete que, como si hubiera aceptado ese guion, esperaba con orden su momento sin descomponerse. Es un rival con confianza, de los mejores que han pasado este curso por el Heliodoro, lanzado por unos números que lo situaban como el líder de la segunda vuelta, un candidato inesperado a meterse en la promoción de ascenso. Le sobraban argumentos para no tenerle miedo al balón, para plantarle cara a un oponente despierto y vertical.

Así transcurrió el tramo inicial. El Tenerife, muy activo, presionaba con acierto y ganaba metros sin mirar por el retrovisor. De este modo propició el primer remate. Mellot taponó y forzó una pérdida que Garcés transformó en un pase a Waldo, cuyo tiro salió desviado. Acto seguido fue Maikel el encargado de contestar con un tiro raso y centrado, fácil para Soriano.

Eran indicios de que el duelo iba a ser entretenido. La cosa prometía. Yel espectáculo no decayó. De hecho, el Tenerife fue a más y obtuvo su recompensa. Con la perseverancia, el gol podía llegar de cualquier manera. Fue de penalti. Glauder derribó a Gallego en el área, después de un centro de Waldo, y el árbitro dirigió su brazo a los once metros. No lo dudó. Tampoco lo hizo Enric en la ejecución. No engañó a Bernabé, pero acercó el balón a la escuadra (12’).

Premio para un Tenerife superior, ambicioso, un equipo que no se iba a conformar con el 1-0. Subido a la ola, aprovechó el impulso del gol para enlazar una llegada tras otra por las dos bandas y cerrar todas las jugadas con remates, no siempre bien dirigidos pero remates al fin y al cabo:Waldo (14’), Jurado (14’), Nacho (15’), José León (17’)... Había que probar fortuna, tratar de dar un segundo golpe.

Pero con todo esto, el Albacete nunca tuvo la pinta de ser un rival derrotado. Enseguida se adueñó del balón, quizás con la complicidad de un Tenerife desconsolado por agruparse y sorprender con zarpazos al contragolpe que ya podían ser definitivos. Alos visitantes les tocó asumir otro papel, de conjunto dominante, con una mayor propuesta futbolística. Y lo cierto es que no se sintieron incómodos. Si había que tocar, se tocaba. De este modo, Dubasin le metió el miedo en el cuerpo a la afición tinerfeña con un remate de cabeza en el 22’. Al rato fue Maikel quien lo intentó con una volea a media vuelta desde la frontal del área. Paso a paso, la escuadra manchega fue creciendo con un juego rápido y vertical, volcado por momentos hacia el lado derecho, donde Nacho empezaba a pasarlo mal con el carrilero Álvaro y el atacante Dubasin. Para colmo, a esas alturas, tanto el lateral izquierdo como los dos centrocampistas locales, Aitor Sanz y José Ángel Jurado, habían recibido tarjeta amarilla. No iba a ser tan fácil. El 1-0 seguía siendo todo un tesoro.

Tras el paso por la media hora, lo que había empezado siendo un repliegue conveniente, acabó transformándose en un ejercicio de supervivencia, porque el Albacete se hizo definitivamente con el control de camino al descanso y puso a prueba a un Tenerife que hizo lo que pudo para aguantar.

La ventaja de los blanquiazules, esta vez de rosa, está en que saben lucir el traje de sufridores. Y Ramis es el primero en cuidar el menor detalle sabiendo que prevenir es mejor que curar. Por eso, en el intermedio, quitó del campo a dos jugadores que estaban amonestados, Nacho y Aitor, organizó la defensa con Buñuel por la derecha y Mellot por la izquierda y puso a Javi Alonso como pareja de Jurado.

La pauta a seguir estaba clara:que no ocurriera nada relevante en el área propia y, si era posible, se pisara la contraria con opciones de marcar. Porque el balón fue de un Albacete con buenas intenciones, pero que se fue apagando con el paso del tiempo. Su posesión no se tradujo en una alta producción ofensiva. La prueba está en que su primer remate en el segundo tiempo se produjo en el minuto 79, y no fue nada inquietante, de Riki por alto, fuera. En cambio, el Tenerife había merecido el segundo tanto. Lo hizo gracias a un jugadón de Waldo por la banda derecha. Se fue de dos defensas y conectó con Garcés, que envió el balón demasiado alto con todo a favor (61’). A pesar de la ocasión desperdiciada, el plan iba saliendo.

Lo más interesante, dado ese escenario, estaba en que al Albacete le iba costando cada vez más encontrar fisuras en el armazón defensivo tinerfeño. Rubén Albés aplicó otras fórmulas, pero los relevos no alteraron esa tendencia favorable a un Tenerife que se iba haciendo fuerte, en el que las ayudas eran permanentes, en el que Juan Soriano anulaba la alternativa del juego directo por alto...

 Ya solo quedaba la recta final, una etapa en la que el Albacete puso todo lo que le quedaba para evitar la derrota. Ahí, ya en el alargue, el guardameta sevillano atrapó un remate de cabeza de Carlos Isaac y, acto seguido, Escriche no acertó orientar una acción ofensiva similar. Lo peor ya había pasado y el Heliodoro, aliviado, empezó a celebrar bajo la lluvia un resultado cargado de aspectos positivos que aproxima al Tenerife a lo que debió ser desde agosto. La siguiente prueba, Los Cármenes.

Suscríbete para seguir leyendo