Argentina

La hora de Estefanía Banini en el país de Leo Messi

El fútbol femenino ha transitado en Argentina desde el rechazo y la invisibilidad y a la retransmisión televisiva de los partidos de Primera División

De izquierda a dereha Belén Potassa, Estefanía Banini.

De izquierda a dereha Belén Potassa, Estefanía Banini. / EFE

Abel Gilbert

En 1979 se estrenó en los cines de Buenos Aires 'La fiesta de todos'. La película que había dirigido Sergio Renán retrataba el júbilo de la sociedad durante el Mundial de fútbol de 1978. El filme era un canto a la dictadura militar y un ejercicio de misoginia colectiva: la mujer no debía opinar sobre el juego, y así lo hacían saber los hombres. Apenas se había ganado el módico derecho de espectadora silente. Cuarenta años más tarde, el fútbol femenino adquiriría en este país su definitiva carta de ciudadanía con la creación de una liga semiprofesional. Si bien su práctica no tiene los alcances de Brasil, lo que sucedió en 2019 supuso un nuevo momento para las jugadoras y el público que las sigue.

Daniela Lichinizer, una reconocida periodista deportiva, reconoce que "hay todavía un prejuicio, como si no se tratara del mismo deporte". Esos recelos tienen algo más que una marca de género. La historia del fútbol femenino es relativamente reciente y tuvo que atravesar en muchos países prohibiciones y suspicacias. "Está claro que en fuerza, velocidad e intensidad no se parece al masculino. Creo que hay que disfrutarlo dentro de su especificidad y sus características propias. Tenemos buenísimas jugadoras y hay cada vez una mayor comprensión de los conceptos tácticos y la técnica", le dice a EL PERIÓDICO, del grupo Prensa Ibérica.

Argentina disputará en Australia y Nueva Zelanda su cuarto Mundial, que comienza el 20 de julio. Esta vez se encuentra mejor preparada y con mayor roce internacional. "Lamentablemente todavía no hay un entusiasmo masivo. Si le preguntamos al común de la gente quizá no sabe que se está por jugar la copa. Pero creo que una vez que empiece el torneo los argentinos se van a sumar porque aman al fútbol", sostiene Lichinizer. Y si el equipo que dirige Germán Portanova avanza en el certamen es muy posible que suceda lo de siempre con el balompié: sobrevendrá el exitismo.

Una historia de incomprensiones

Argentina se encuentra en el puesto 28 del ranking de la FIFA, que mide el desempeño de 188 selecciones. El crecimiento del fútbol femenino es, principalmente, el resultado del esfuerzo de sus protagonistas en un mar de incomprensiones. Las pioneras no pueden creer lo que sucede. Entre 1950 y 1990, jugar "a la pelota" suponía un problema familiar y la sanción verbal de un ambiente completamente masculino. De hecho, aquellas mujeres eran tachadas de "machonas", "varoneras". Se las conminaba a realizar tareas hogareñas.

El primer punto de inflexión tiene lugar en 1991. Ese año, la Federación de Fútbol (AFA) promovió el primer torneo femenino integrado por ocho equipos, entre ellos Boca Juniors, River Plate e Independiente. Dos años más tarde, la selección femenina jugó su primer partido oficial.

Tiempos de cambio

De aquellos inicios a este presente, el giro ha sido perceptible, aunque insuficiente. Cada vez son más las niñas que se atreven a jugar, a veces con los vecinos o en un club de barrio. El sociólogo Pablo Alabarces, uno de los más agudos observadores de lo que sucede alrededor de un balón, autor de 'Héroes, machos y patriotas', un libro indispensable para comprender el lugar simbólico que ocupa el fútbol en Argentina, recuerda a este corresponsal que la apertura hacia el fútbol femenino está lejos de ser fruto de la casualidad.

Ese tránsito de la invisibilidad a una presencia en los medios "ha estado relacionado con un conjunto de factores que incluyeron, de un lado, los logros de la selección nacional, pero, además, el surgimiento y fortalecimiento del movimiento feminista tanto en Argentina como en el resto de América Latina". El fútbol se ha constituido en un espacio más de empoderamiento donde se discuten y problematizan los espacios históricamente asignados los hombres y las mujeres.

No ha sido menor el aporte de "Nosotras Jugamos", un campeonato que reúne a unas 300 jugadoras de todas las edades y que se ha transformado en una suerte de cantera de la liga. La semi profesionalización del fútbol femenino constituyó un triunfo a la tenacidad de sus jugadoras. Se trató, en palabras de Alabarces, de una lucha contra la exclusión. Ellas han logrado arrojar luz sobre las contrataciones irregulares, los salarios y cobertura médica. A partir del acuerdo de 2019, los 16 equipos de la liga mayor reciben una suma de dinero para contratar a una parte de sus planteles. Lichinizer acota otro hecho relevante de ese año: la decisión de los medios públicos de transmitir los partidos de la Primera División. "Eso ha fomentado muchísimo la difusión".

Las otras estrellas

En un país educado a la idolatría de sus jugadores, especialmente desde la irrupción de Diego Maradona y, más tarde, con Leo Messi, tal vez buena parte de los hinchas empiecen a fijarse en las "otras” estrellas como Estefanía Banini o la goleadora Yamila Rodríguez si se avanza en el Mundial. El de Banini es un caso especial. Tiene 33 años y juega en el Atlético de Madrid. Sorprende por sus habilidades en el terreno.

Hasta Messi quiso conocerla y eso le dio más lumbre. La atacante ha dicho que este será su último Mundial y muchos se preguntan si no tendrá la misma suerte del exblaugrana, quien, en su madurez, encontró en Catar la coronación. El mismo razonamiento que tienen los brasileños en lo que respecta a la suerte de Marta Vieira. A los 37 años, es considerada como la mejor jugadora de la historia.

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