Entrevista | Anneke Smelik Experta en estudios culturales y moda

Anneke Smelik: «La moda rápida es el corolario del capitalismo»

Anneke Smelik.

Anneke Smelik. / El Día

¿Qué respuestas a la emergencia climática puede ofrecer la incidencia de la tecnociencia en la industria textil?

La moda rápida es un sistema muy complejo. La tecnología puede integrar en la ropa materiales inteligentes como luces LED, microcontroladores o células solares manejables con el móvil, pero la raíz del problema es la sobreproducción. Una solución tecnológica puede ser el pedido a demanda online. Hay programas digitales que permiten incorporar la talla y encargar prendas a medida. Esto podría resolver el problema de la confección, porque ahora, por cada millón de camisetas que se produce, un tercio no se vende e incluso se desecha. Otra cosa interesante es la moda digital, la moda virtual, no material, que puede comprarse con tecnología no fungible. Pero la solución al problema de la sobreproducción de moda rápida no es principalmente tecnológica. La industria textil es un sector muy intensivo en mano de obra que se ha trasladado a los países pobres. La solución requiere sobre todo de cambios sociales, de transformaciones en los patrones de consumo, etcétera.

Uno de los problemas que están en el origen de la moda rápida es lo barata que resulta la naturaleza como recurso. Ante la emergencia climática, ¿ve señales de cambio al respecto?

¿Por qué dice que la naturaleza es barata si estamos pagando el precio por abusar de ella?

Excúseme. Lo que quería decir es que la modernidad concibe la naturaleza como una exterioridad inagotable y siempre disponible y que por ello no imputa los costes ecológicos al coste de la moda.

Greenpeace tiene un documental titulado El verdadero coste de la moda en el que aborda los costes sociales y medioambientales de esta industria. La naturaleza no es inagotable ni barata porque pagamos el precio. Le pongo el conocido ejemplo del algodón: necesitamos diez mil litros de agua para producir un kilo de algodón. Una camiseta consume tres o cuatro mil litros de agua y un pantalón vaquero unos siete mil. El agua se está agotando porque se está sobreexplotando. Piense en la desoladora imagen del Mar de Aral, entre Kazajistán y Uzbekistán, que fue uno de los cuatro lagos más grandes del mundo y que hoy tiene apenas el 10% de su tamaño original.

La desecación del Mar de Aral es una catástrofe originada por la industria de la antigua Unión Soviética. La crisis climática no ha sido originada solo por el capitalismo, sino también por el socialismo, la otra cara de la modernidad. La crisis climática, entonces, es un problema originado por la modernidad.

Estoy totalmente de acuerdo. No creo que el comunismo explotara menos el medio ambiente, pero en las últimas décadas, tras la caída del Muro, el problema se ha exacerbado. En el caso de la industria de la moda rápida, siempre lo digo, el problema no radica solo en su explotación de los recursos naturales, sino también en la de las personas, en la de la mano de obra barata, sobre todo de las mujeres —el 80% de los trabajadores del mundo de la moda son mujeres. Tiene razón: esos costes no se repercuten en lo que pagamos por la moda. El problema es que estamos tan acostumbrados a que la moda sea barata que nos olvidamos de lo que realmente cuesta. Pongo siempre el ejemplo de la camiseta blanca porque sus fibras están conectadas con todo el mundo: con la gente que la fabrica, con el agua que se ha empleado en ella… Si me pregunta por la solución, no hablaría de la fibra sino del cuidado. Si queremos luchar contra el cambio climático, en lugar de consumir tenemos que cuidar.

La economía del cuidado de la que hablan pensadoras como Vandana Shiva.

Absolutamente. Ese es el cambio que necesitamos. En lugar de consumir abusivamente, cuidar.

¿Las cantidades ingentes de basura producidas por la moda rápida obedecen solo a los acelerados ciclos de producción o también a la separación moderna entre la naturaleza y la cultura?

La moda rápida es el corolario del capitalismo que comporta un cambio en la relación entre naturaleza y cultura. Volvamos a la modernidad: la moda está conectada con la modernidad y por ello tiene que ver también con el culto al individualismo. Para la moda esto es más importante que la brecha entre la naturaleza y la cultura. Luego está la sobreproducción, que concierne a los patrones de consumo.

Marx habló tempranamente de la explotación en la industria textil en Manchester. ¿Qué puede decir del legado marxista al respecto?

Es maravilloso volver a Marx. Efectivamente, Marx se pronunció sobre los problemas de la industria textil y vuelvo al hecho de que la industria de la moda siempre ha requerido mucha mano de obra. Si comparamos las primeras fotografías de las fábricas de Manchester, de los años 1860s, con fotografías de fábricas textiles actuales, vemos que, al margen de que las de ahora son de color, son prácticamente iguales. Por eso dije antes de que la moda rápida es un ejemplo básico del funcionamiento del capitalismo. En este contexto el sistema de la moda funciona como el fetichismo de la mercancía. Cada temporada exige comprar lo nuevo y, a través del deseo, mantiene la rueda del consumo. Es muy difícil de cambiar porque nos hemos acostumbrado a expresar nuestra identidad a través de la moda. Yo sigo a Vandana Shiva, a la que antes nombraba usted. Si queremos que el sistema cambie necesitamos una transformación espiritual. Volviendo al concepto del cuidado, que cuidemos del agua limpia, de la materialidad de la vida. Y así, con el amor y el cuidado, vuelvo al materialismo, al neomaterialismo. La gente se pregunta qué puede hacer ante este problema. Puede hacer muchas cosas: consumir menos ropa, intercambiar prendas, arreglarlas, alquilarlas, reciclarlas…

A propósito del neomaterialismo, ¿qué impacto ha tenido el giro material en la manera en que pensamos la moda?

En mi artículo New materialism: A theoretical framework for fashion in the age of technological innovation [Nuevo materialismo: un marco teórico para la moda en la era de la innovación tecnológica] introduje la teoría de la moda en el neomaterialismo. El nuevo materialismo me permite alejarme del glamur, el brillo, el fetichismo de la moda y prestar atención, en cambio, a la materialidad de la ropa: de qué está hecha, cómo está hecha, por quién. Por ejemplo, he hecho un estudio sobre el poliéster...

En este artículo, usted afirma que «un enfoque neomaterialista ofrece nuevas perspectivas para el estudio de la moda por dos razones: (1) replantea los dualismos y (2) cuestiona la noción de agencia material». ¿Puede abundar en esta cuestión?

El nuevo materialismo replantea los dualismos; por ejemplo, demuestra que la naturaleza y la cultura no son opuestas, sino que están completamente imbricadas la una en la otra. El algodón no es sólo naturaleza, sino que se convierte en cultura en cuanto se cultiva, se recoge y se convierte en hilo para hilar ropa. Y, como hemos visto antes, al cultivar y producir algodón en exceso se perjudica a la naturaleza por la sobreexplotación del agua. En nuestro mundo actual altamente tecnológico, la naturaleza y la cultura ya no pueden separarse. Por lo tanto, si queremos amar la naturaleza, tenemos que amar nuestra ropa u otros objetos y cuidarlos de tal manera que podamos restaurar la naturaleza. Lo que me gusta del nuevo materialismo es que nos hace pensar en los materiales como actores del mundo: los materiales nos ‘hacen’ algo. Por ejemplo, un jersey de lana puede picar, unos vaqueros ajustados resultan incómodos o un vestido de seda puede hacerme sentir sexy. Comprender la llamada agencia de los materiales nos ayuda a tomarlos más en serio y a darlos menos por sentados. Al comprender cómo se extraen o fabrican y cómo funcionan, podemos efectuar cambios y llegar a valorar más profundamente materiales, cosas y objetos como la ropa. Esto permite pasar de un valor de glamur y deseo a uno de amor y cuidado. Y esto es fundamental desde una perspectiva ecológica.