La llamada del niño migrante Galadio tras desembarcar en Canarias
Nadie estaba al cargo del menor maliense de 12 años tras cuatro días de travesía por el Atlántico rodeado de desconocidos
La pasada noche fue rescatado por Salvamento Marítimo y desembarcado en Arguineguín
Efe/José María Rodríguez
Entre los cinco menores recatados la pasada noche por Salvamento Marítimo en un cayuco a casi once kilómetros de Gran Canaria, uno se empeñaba en marcar un número en un teléfono móvil sin que ningún adulto le prestara atención. Era Galadio, tiene doce años, había llegado solo y quería llamar a casa.
Están siendo días difíciles para los distintos servicios de emergencia que trabajan en los puertos de Canarias, no solo por la intensidad en la llegada de cayucos y pateras (en enero han asistido a tanta gente como en todo el primer semestre de 2023), sino porque muchas barcas llegan al límite, algunas ya con fallecidos a bordo.
La mayoría siguen poniendo rumbo a El Hierro o Tenerife, pero el gran número de salidas que se están produciendo desde Mauritania ha hecho que vuelvan a ser frecuentes los desembarcos en Arguineguín, donde han sido atendidas más de 1.200 personas en poco más de un mes.
Los últimos son los 58 varones a los que auxilió la noche del jueves la Salvamar Macondo, muchos de ellos malienses, como Galadio.
Casi un centenar de niños en 24 horas
En el balance de 24 horas en las que llegaron a Canarias casi un centenar de menores africanos (95 niños y tres niñas), al personal de la Cruz Roja le llamó la atención en particular este chico de Mali porque estaba solo, a pesar de su corta edad, según han relatado a EFE fuentes de los servicios de emergencia presentes en el puerto.
Es habitual que en las pateras viajen menores solos, pero casi siempre suele tratarse de adolescentes de 16 o 17 años. Si aparece algún niño, siempre viene al cuidado de algún familiar o, al menos, de un conocido, salvo que haya ocurrido una desgracia en la travesía.
El caso de la niña Masse en plena pandemia
Como en su día sucedió con Masse, la niña de Costa de Marfil que desembarcó en Arguineguín con nueve años en pleno confinamiento por la covid, nadie estaba al cargo de Galadio. Había pasado sus cuatro días de travesía por el Atlántico rodeado de desconocidos.
Pero él llevaba un móvil; alguien se lo dio con el encargo llamar en cuanto estuviera a salvo, porque de poco sirve un teléfono convencional en la travesía. En el océano no hay cobertura.
El suyo ya no funcionaba, quizás se le mojó con la salpicadura de las olas o simplemente estaba sin batería, pero el niño se empeñaba en marcar. A las voluntarias de Cruz Roja que acudieron a ofrecerle una manta, ropa seca y algo de bebida caliente antes de ponerlo al cuidado de los servicios sociales no les pasó desapercibido.
Puede que Canarias esté desbordada con más de 5.500 chicos sin parientes en España acogidos en sus centros de menores, que superan cualquier capacidad para ofrecer todo lo que comporta una tutela digna, pero los niños siguen siendo caso aparte en los muelles.
"¿Quieres llamar?", le preguntaron, mientras una de ellas le tendía su móvil. El muchacho asintió, tomó el aparato y marcó. Casi todos los presentes entendieron su primera palabra: "Mamá".
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