Desde las diez de la mañana, Candelaria ya está "abierta al público". Vecinos y visitantes comienzan a poblar la calle de La Arena, la arteria principal del polo de atracción de la Villa: visita a la Patrona de Canarias, en su Basílica. En el interior, y desde hace ya dos semanas -cuando se decretó la segunda fase-, los dominicos celebran las eucaristías con una cuidada distribución de los bancos; de hecho, por cada tres se ha eliminado uno y además solo se permite a la feligresía sentarse en los extremos de un banco, y en el centro del siguiente, al margen de la distancia que se ha duplicado respecto a lo que era habitual hasta antes del Covid-19.

La visita a la Virgen de Candelaria también fue de las primeras salidas que realizaron los propios residentes en el municipio desde que se levantó parcialmente el confinamiento, según asegura la concejala de Comercio del municipio, Mary Clemente. Y ayer por la mañana volvió a quedar patente el efecto llamada; poco importaba si había misa o no, se volvía hacer bueno el tópico de todos los caminos conducen a Candelaria. Es más, para entender la Villa, hay que visitarla desde la Basílica. Ni el sol de justicia impedía la visita a la Patrona, otra cosa es que el visitante apretara el paso para evitar el sol de justicia y aliviar el calor con ese clima celestial del templo.

Como si de un palco se tratara, las tres terrazas de la parte de arriba de la plaza, las más alejadas a la playa, estaban de bote en bote, poniendo al límite el precinto policial que delimitaba en el exterior la zona permitida para las mesas; más de uno pensó el negoció que a primera hora perdió el establecimiento que linda con el paseo junto a los guanches de bronce del artista Pepe Abad.

Enfilando la calle de La Arena, desde la Basílica rumbo a la Cruz Pérez -en todos los pueblos hay un mentidero, y la Cruz Pérez es el de Candelaria-, vino al recuerdo la afirmación de la responsable del Comercio cuando la víspera, en una entrevista telefónica, aseguró que "ya han abierto al público más del 70 por ciento de los negocios de la Villa", de los 600 comercios que tienen censados, desde las medianías hasta el mismo borde de la playa.

Mary Clemente destacó la variedad de establecimientos que se pueden encontrar en Candelaria, en una descripción que tiene fiel con solo mirar cualquier zona de la calle de La Arena: en diez metros cuadrados, una heladería -con colas-; un restaurante especializado en bocadillos de pata, al lado una tienda de ropas cuyos escaparates repasa brocha en mano el mismísimo exalcalde de la Villa José Gumersindo García Trujillo y frente por frente, una tienda de imágenes de santos, y al lado, la preceptiva tienda de flores.

Los visitantes parecen tener un imán junto a la plaza donde cada 14 de agosto por la tarde se recrea la aparición de la Virgen a los guantes. En la calle principal no te puedes despistar porque te llevan los peatones. Cerca ya del mediodía, a la altura del puente, se colocan las mesas del restaurante La Dársena, mientras continúa el paseo entre una nutrida presencia de comercio minorista regentados por la comunidad oriental.

Ya en la Cruz Pérez, la cafetería Yaracuy y al lado una churrería, que no le hace falta tener colgado el cartel de "llenas las localidades" porque los clientes aguardan, refugiados del sol, bajo los laureles de indias que durante casi tres meses sirven de cubierta al belén de Navidad que instala allí el exconcejal Alfredo Arencibia.

Durante los tres meses de confinamiento y afección de las políticas Covid-19, Candelaria no ha activado ayudas específicas para incentivar la reapertura de los establecimientos, sino que todo se ha canalizado desde los Servicios Sociales; la premisa de caminar de la mano con los comerciantes ha presidido el objetivo de la concejalía de Comercio que dirige Mary Clemente, o al menos ese dice que ha sido su objetivo. Así, el asesoramiento se ha centrado en informar en cada momento de qué estaba autorizado y qué medidas sanitarias tenían que adoptar, y quienes no pudieran atender los pagos por alquiler o los recibos de luz y aguas, eran derivados a los Servicios Sociales, donde se centralizaron todos los recursos con el objetivo de que cualquier vecino tuvieran una respuesta a su necesidad, según los criterios marcados por la alcaldesa, Mary Brito.

Sin abandonar la Cruz Pérez, llama la atención junto al estanco de Purita la cola que hacen unos bañistas, que encuentran la utilidad al mamotreto que desde hace años sirve de Oficina de Turismo y oculta la visión de la playa de El Charquito; es la misma zona de baño que la de Los Guanches, solo que esta zona es... el rincón de los vecinos. Para un municipio con la expansión de la Villa Mariana, el acceso a la playa limitado a treinta bañistas es cuanto menos irrisorio, pero así lo establece en este punto las normas sanitarias, a pesar de que el más perjudicado sea el guardián que durante diez horas al día debe controlar que se cumple el cupo con el enfado del usuario que espera su turno hasta que alguien de la playa se decida a salir; y eso ayer, con casi 25 grados a la sombra...

Los aparcamientos que se localizan frente al ayuntamiento están llenos, lo que evidencia que Candelaria es punto de encuentro, al menos un domingo como el de ayer, lo que contrasta con un desértico mercadillo, con más toldos que puestos en explotación.

Doce del mediodía y el kiosco de Fran disfruta de su agosto, en un ambiente veraniego, mientras en la churrería que se descubre en el otro lado de los aparcamientos, junto a la playa del Alcalde, cerca del área recreativa de Los Pescados. Grita el camarero a su compañero: "Chocolate y churros para dos, y una cerveza bien fresquita". Sin duda, hay para todos los gustos bajo el sol de justicia.

Desde El Pozo hasta la playa de La Hornilla se abre un paréntesis. Zona de paso con la excepción de las colas para la panadería, lo que permite tiempo para descubrir que la cafetería de la otra esquina ya pudo aprovechar el confinamiento para reparar un toldo que está vencido. A tiras, literal.

Desde La Hornilla, más paseantes, como un homenaje al incombustible Bruno Alberto Sabina, precisamente uno de los cofundadores del centro de mayores Antón Guanche que se localiza en el junto a esta zona. "Estamos junto al parque marítimo de Candelaria", dice una mujer por teléfono a su interlocutor reclamando que la recojan para sortear el calor.

Casa Pepe, uno de los bares donde siempre se da en la diana, está repleto en su terraza, aunque sin campeonato dentro. Desde ahí, a la avenida Marítima, otro de los polos de atracción. Aunque las zonas deportivas municipales al aire libre están cerradas, se advierte un lleno total en la playa de Punta Larga, para regresar a la Basílica por la rambla de Los Menceyes, en otra demostración de la variada oferta comercial. Eso sí, ayer no hicieron su agosto los restaurantes de la avenida.