Unos 250 policías canarios se forman en violencia machista a mayores de 65 años

Los agentes adquieren habilidades prácticas de actuación en casos complejos y singulares

Formación de policías canarios en violencia machista

Formación de policías canarios en violencia machista / E.D.

Unos 250 policías locales y autonómicos se formarán en la Academia Canaria de Seguridad, desde ahora hasta finales de año, para saber hacer frente a casos de violencia machista a mujeres mayores de 65 años de edad.

El objetivo de la Consejería de Seguridad y de la Viceconsejería de Igualdad del Gobierno de Canarias es que los agentes adquieran herramientas y habilidades para aplicarlos en situaciones complejas y difíciles, donde tanto los agresores como las víctimas tienen limitaciones físicas y psíquicas con las que tienen que lidiar.

Los responsables de este programa de formación se valen de dos actores y de la experiencia de Eloy Naranjo, subinspector de la Policía Local de Las Palmas, para poner a prueba a profesionales de la Policía Local y del Cuerpo General de la Policía Canaria (CGPC).

Naranjo, responsable de la Unidad de Protección y Acompañamiento Local (UPAL) en la capital grancanaria, explica que, "en este caso, en la acción formativa, lo que hacemos es escenificar, a través de actores profesionales, intervenciones reales que ya hemos vivido anteriormente, bien yo o bien otro compañero".

En esta ocasión se han escogido tres circunstancias en las que las partes son personas de avanzada edad. Una de ellas refleja una situación en la que la señora es la cuidadora de su marido, que está en una fase terminal de una enfermedad, pero aún así adopta una conducta violenta, hasta el punto que agrede físicamente a la mujer.

En la segunda de las intervenciones se muestra una intervención policial con un hombre que tiene un deterioro cognitivo producido por la demencia o el alzhéimer, mientras que la víctima actúa como su cuidadora que no quiere denunciar. En este caso, se refleja la realidad de un varón que nunca fue agresivo con su pareja, pero que se vuelve así después de iniciarse su deterioro cognitivo. Resulta fundamental que los funcionarios sepan qué recursos activar y cómo proceder con cada una de las partes.

Y, en la tercera escenificación, aparece un individuo que ha sido violento toda su vida y lo sigue siendo de mayor. Ante esta realidad, se le deja claro a los policías que, aunque el agresor sea mayor, puede ser detenido y trasladado a calabozos.

Naranjo recuerda que la norma no establece un límite de edad para ser arrestado. Si bien, es verdad que la persona pueda ser detenida en un centro hospitalario o se adopta la figura del "investigado no detenido", porque "de lo que se trata es de dar conocimiento a la autoridad judicial, generando el menor perjuicio posible tanto a la víctima como al agresor, en base a las circunstancias personales que tengan en ese momento, como una enfermedad".

En una de las escenas participan dos policías locales de Adeje de paisano, que llevan décadas de trayectoria profesional. En una cama está sentado y tapado por sábanas un actor que interpreta a un hombre que padece una enfermedad terminal y que se queja de casi todo.

"¡¡Carmen!!, ¡¡Carmen!! ¡¡Esta mujer me quiere matar!!" La sopa está muy fría. La ventana está abierta y entra mucho frío. Las pastillas no están en su lugar. La mujer tiene que presentarse ante él de forma inmediata. ¿Quién toca en la puerta? No abras.

Con sus expresiones, gestos y gritos, logra generar un ambiente de tensión que no facilita la labor de los policías.

La mujer relata a los funcionarios lo que ocurre. Y el presunto agresor le dice a los policías que se vayan de su casa; pregunta que quién los llamó; cuando le responden que uno de sus hijos, dice que nunca lo va a ver; no quiere que llamen a una ambulancia, pues prefiere morirse en su casa; tira una chola contra la pared y hace por levantarse, pero está a punto de caerse.

En cada episodio, Naranjo explica a los alumnos del curso cómo deben actuar. Por ejemplo, a otros policías locales les dice que es mejor que a la víctima no se la saque a la calle en ese momento, para no perjudicarla más ante la comunidad, sino que resulta preferible llevarla a otra habitación.

En unos casos resulta fundamental que una ambulancia intervenga y se lleve al presunto agresor a un hospital. Pero en otros, la mejor opción es que algún hijo o hija, otro familiar o bien algún recurso público se haga cargo de atender al responsable de la agresión física o mental.

La viceconsejera de Igualdad, María Cristina Arceo, señala que el Instituto Canario de Igualdad (ICI) financia este tipo de formación cada año. En 2023 estuvo enfocado este programa a la ciberviolencia contra las mujeres y en el programa se formaron 169 agentes.

Recuerda Arceo que "este tipo de violencia (la que sufren mujeres mayores de 65 años) está muy invisibilizada, pues a las víctimas les cuesta mucho denunciar".

Si la media que hay en Canarias para que una afectada se decida a denunciar es de once años y medio, en las personas de más de 65 años puede ser cuatro veces más.

Para Arceo, en algunos casos, las perjudicadas tienen normalizada la violencia o que el agresor tenga una demencia o una enfermedad terminal, por lo que "ellas se ven obligadas socialmente a atenderlo".

La consejera de Seguridad, Nieves Lady Barreto, señaló que, a lo largo del presente año se van a impartir unos 27 cursos para "saber actuar en supuestos que son reales, tanto desde el punto de vista de la seguridad, que eso ya lo saben, sino también cómo tratar al agresor y a la víctima dentro de los protocolos, para no victimizar más a la mujer, conseguir apartarlos en habitaciones de separadas, entre otras muchas cosas".