Entrevista | Itahiza Domínguez Director del Instituto Geográfico Nacional en Tenerife

Itahiza Domínguez: «Estamos creando nuevas técnicas que se pueden exportar a otros volcanes»

El sismólogo Itahiza Domínguez es el nuevo director del Instituto Geográfico Nacional (IGN) en Canarias Tras la jubilación de su antecesora María José Blanco, el científico acoge sus nuevas responsabilidades con ilusión y con ganas de «abrir» el IGN a la sociedad, divulgando y formando a la población sobre el riesgo volcánico para reducir la vulnerabilidad de Canarias ante la próxima erupción. 

| carsten w. lauritsen

| carsten w. lauritsen / Verónica Pavés

Verónica Pavés

Verónica Pavés

¿Cómo afronta este nuevo reto en la dirección del IGN en Canarias?

Lo afronto con ilusión, pero con respeto. Este trabajo tiene una responsabilidad importante porque nosotros proporcionamos un servicio social respecto a un peligro que puede originar daños materiales y personales. Mi antecesora María José Blanco, fue la que, junto con Carmen López, creó el grupo de Vigilancia Volcánica en 2004. Yo estuve en ese inicio cuando llegué en 2007. Es muy interesante porque he visto nacer y crecer al grupo. Ahora el reto es llevarlo, aportar ideas e intentar llegar al nivel que tenía María José. Ella tenía un cuajo y una forma de expresarse muy clara y muy correcta. Yo soy algo más bruto (risas). Y este nuevo reto tiene sus partes buenas y malas, como todo, La mala es que no le voy a poder dedicar tanto tiempo a la ciencia. Mi trabajo ya no es tanto investsigar, sino conseguir dinero y proyectos para que mis compañeros lo hagan.

¿En qué queda entonces la investigación que lideraba para estudiar el volcán de enmedio?

Ese proyecto lo seguiremos llevando a cabo. Somos varios y yo me quedaré gestionando la parte administrativa. Hay dos personas de muy alto nivel en el grupo que pueden llevar perfectamente toda la investigación sísmica, que son Eduardo Suárez y Carmen del Fresno. De hecho, con esta investigación estamos haciendo cosas nuevas que creemos que se podrían exportar a otros volcanes. Son ciertas técnicas que estamos aplicando y que en otros volcanes no están tan avanzadas.

¿Qué técnicas?

Desde la erupción de La Palma hemos trabajado en la implementación de unos sistemas automáticos, por ejemplo para la localización, detección y caracterización de terremotos. En La Palma nos percatamos de que había una necesidad de automatizar el sistema porque lo más importante cuando haces un trabajo de este tipo es disponer del dato lo más rápido posible en tiempo real y de la manera más objetiva. Si dependes de las personas para hacer ese análisis pueden producirse sesgos.

¿El IGN disponía de este recurso cuando comenzó la crisis volcánica de La Palma de 2021?

No. Cuando empezó la crisis sísmica se organizaron los datos de forma manual. En aquel momento teníamos sistemas automáticos, pero no estaban tan refinados como ahora. Fue entonces cuando empezamos a implementar estos nuevos sistemas que nos dieron un resultado interesante y quisimos dar un paso más allá. En esta crisis nos dimos cuenta de lo rápido que pueden suceder ciertos acontecimientos. En una semana se puede pasar de la nada a una erupción. Es muy rápido en términos de vigilancia volcánica. Hay volcanes en el mundo que son más rápidos, pero porque son sistemas abiertos, aquí tenemos un sistema que se queda sin erupciones durante cientos de años y de pronto en una zona concreta se abre. En El Hierro duró tres meses la crisis y La Palma tan solo una semana.

¿Entonces diría que La Palma les rompió los esquemas?

Rompió los esquemas a todos los científicos, tanto por su velocidad como por su comportamiento. Por ejemplo, había científicos que esperaban un gran terremoto antes de la erupción, como había pasado en todas las erupciones pasadas en la isla. Un seísmo destructivo que genera daños en edificaciones, como pequeñas grietas. Pero eso no pasó. El mayor terremoto que registramos antes de la erupción tuvo una magnitud de 3,8 mgLb y fue sentido fuertemente por la población, pero no generó esa destrucción.

¿Cree que la información que se ha obtenido ahora en La Palma puede reescribir el pasado? Al fin y al cabo las erupciones históricas se han modelizado teniendo en cuenta las marcas que dejaron esos volcanes.

Claro que sí. Tenemos que tener en cuenta que para describir las erupciones históricas utilizamos la percepción y las marcas geológicas. Para conocer el fenómeno antiguo solo disponemos de datos de cronistas que explican lo que decían las personas. Esa información es a veces directa y otras indirecta. Por eso extrapolarlo a día de hoy es complicado. En lo que se refiere a la parte geológica, y ahí solo tenemos datos del final de la erupción. Nunca del principio. Ahora disponemos de los datos de dos erupciones totalmente monitorizadas, con los que sabemos lo que ha pasado antes, después y durante. Con ello podemos analizar lo que ocurrió en otras erupciones.

¿Esa visión sesgada del pasado ha influido en la percepción del riesgo?

Una frase que se ha repetido mucho en las Isla es que las erupciones en Canarias son tranquilas y no generan grandes problemas. Esta creencia se basa en la erupción del Teneguía (1971) que no generó prácticamente ningún problema y que fue de las más pequeñas que ha vivido Canarias. La anterior es la del San Juan (1949) también en La Palma. Para ella ya no hay testigos prácticamente directos, pero que fue una erupción problemática. Y la erupción del Chinyero en 1909 en Tenerife aparentemente fue muy tranquila, pero un análisis posterior ha revelado que pudo originar una columna eruptiva de 3 o 4 kilómetros. Tenemos que despertar y pensar que las erupciones pueden ser un poco más problemáticas de lo que pensábamos que eran hace 10 o 20 años.

En los últimos diez años,¿ha habido un cambio en la percepción del riesgo?

Recuerdo que en la erupción El Hierro la gente se marchó porque pensaba que la isla se iba a partir. Con este último volcán se han visto diferencias, pero no suficientes. Es verdad que en La Palma la gente ya tiene muy interiorizado lo que es volcán y que es posible que gente joven vuelva a vivir una erupción. Sin embargo, en Tenerife la percepción ha cambiado un poco pero no lo suficiente. Es verdad que nosotros tampoco nos dedicamos a estudiar ese tipo de comportamientos sociales, pero sería muy interesante hacerlo. Lo suyo sería invertir en divulgar, informar y educar a la población y para mí la mejor forma es a través de la educación de los niños

Si la población estuviera más informada, ¿sabría actuar mejor ante una erupción?

Sin duda hay que formar a la población para que sepa cómo actuar en los momentos de crisis. Pero es complicado. Estamos hablando de un peligro que se produce cada muchos años y eso dificulta mucho la formación. Con los peligros meteorológicos, por ejemplo, es más fácil. Todos los años hay lluvias torrenciales en algún sitio, la Aemet pone alertas y la gente entende que se tiene que quedar en casa. Con los volcanes es más complicado, pero tenemos que intentarlo. De hecho, uno de los retos del IGN es mejorar la divulgación y la comunicación a la población. No debemos esperar a que nos pregunten, tenemos que dar el paso nosotros. Es lo que nos falta y creo que eso lo hemos aprendido con la erupción de La Palma. Nos hemos dado cuenta de la importancia que tiene informar, porque en la erupción de El Hierro eso estuvo más limitado y no dábamos tanta información. No porque no quisiéramos, sino porque no se daban las circunstancias o porque no entendíamos el fenómeno tan bien. Eso provocó que se generaran muchos bulos. El riesgo volcánico es la multiplicación de la peligrosidad con la vulnerabilidad y se puede reducir si rebajas la vulnerabilidad. Eso ocurre formando a la gente.

¿La comunicación es uno de los retos en esta nueva etapa de IGN, pero qué más planes hay?

Dentro de los retos, hay uno claro que es la mejora de la vigilancia. Eso nunca va acabar. Nuestro objetivo también es mejorar el análisis automático para que no dependa de las personas y se puedan poner a hacer otras cosas. También queremos intentar aplicar las tecnologías para el pronóstico de erupciones en Canarias. Es algo complejo, porque se aplican en volcanes que tienen erupciones cada pocos años, y aquí tenemos un sistema mucho más amplio, con áreas volcánicas extensas. Pero, en definitiva, la idea es reforzar la institución en Canarias.

¿El IGN podría realizar las tareas de vigilancia volcánica en solitario?

Podríamos hacerlo de manera independiente, y de hecho debemos hacerlo por ley y, por eso, tenemos las infraestructuras adecuadas para hacerlo, pero siempre nos viene bien contar con refuerzos externos. El vulcanismo es un fenómeno tan multidisciplinar y tan amplio que nunca puedes abarcarlo todo. Ninguna institución lo hace, es imposible. Por ejemplo, nosotros nos apoyamos mucho en el Instituto Geológico y Minero de España (IGME) que tiene su especialidad, sus geólogos y realizan un trabajo también muy interesante. También el Instituto Español de Oceanografía (IEO) que, con su trabajo submarino, nos ayudó entender lo que ocurría en la erupción submarina de El Hierro. Por tanto, no puedes hacerlo porque una erupción no requiere solo vigilancia volcánica, es mucho más amplia.

¿Qué está ocurriendo en Tenerife?

En Tenerife este año hemos tenido unos enjambres profundos y peculiares. No los habíamos visto antes. Desde 2016 hemos observado un cambio en la actividad que es un poquito superior a la que teníamos antes, pero que no llega a los niveles de 2004. El problema en Tenerife es que existe una actividad de fondo continuo – cada año localizamos mil terremotos en la isla– y eso complica el análisis.

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