La Palma reconstruye el Valle de Aridane a costa de destruir el patrimonio geológico del volcán Tajogaite

Los científicos alzan la voz ante la construcción indiscriminada de carreteras sobre deltas y tubos lávicos

Consideran que se está perdiendo una oportunidad para aprovechar el paisaje como recurso económico de calidad

Una de las carreteras que se está construyendo en las lengua de lava del volcán Tajogaite.

Una de las carreteras que se está construyendo en las lengua de lava del volcán Tajogaite. / El Día

Verónica Pavés

Verónica Pavés

La Palma intenta a marchas forzadas reconstruir su sociedad tras la catastrófica erupción del Tajogaite. Las prisas y el intento de regresar a la normalidad lo antes posible, sin embargo, está ocasionando que se haga a costa del patrimonio geológico que ha dejado el volcán sin tener en cuenta su valor cultural, económico y científico. Tras convertirse en testigos del paso de una nueva carretera a través de las coladas, los geólogos se han alzado para denunciar las acciones que se están realizando para conectar la isla por los mismos sitios que lo hacían antes de la erupción sin tener en cuenta que el territorio ya no es el mismo. 

La crítica y denuncia pública surge a través del Instituto Geológico y Minero de España (IGME) que ha sido el organismo encargado, junto a otras instituciones, de elaborar una cartografía del oeste de La Palma tras la erupción para dar cuenta los lugares de "interés" para su conservación. Dicho documento se entregó a todas las administraciones –locales, insulares y autonómicas– para ayudarles a elaborar un plan de reconstrucción que tuviera en cuenta el nuevo patrimonio geológico y las oportunidades que abría el hecho de conservarlo. Un año después, los investigadores ven con frustración como sus recomendaciones han sido totalmente desoídas. 

"Un año y medio después de que se apagara el volcán, la realidad se ha impuesto", sentencia la geóloga del IGME, Nieves Sánchez, que explica que todo lo que se planteó a la Administración al finalizar la erupción ha quedado en una serie de "buenas intenciones". A ojos de la científica, las acciones que se han realizado desde los poderes públicos demuestran que el patrimonio geológico "no interesa". Su hastío se acrecentó hace unas semanas, cuando tanto ella como su grupo de investigación acudieron a una zona de colada que suelen frecuentar para tomar muestras científicas y fueron testigos de cómo "una pista pasaba por encima de un lugar que habíamos propuesto proteger". 

Las recomendaciones de protección de los científicos han sido desoídas por la Administración

A ojos de Sánchez el obstáculo para conseguir que la población se interese por el patrimonio geológico surge de cómo las instituciones públicas han gestionado el duelo de los vecinos. "Desde el principio se les aseguró que podrían recuperarlo todo una vez acabara la erupción, y eso no es posible porque, para empezar, la realidad topográfica ya no es la misma", insiste. En otras palabras, tras la erupción de un volcán es muy difícil que las calles, callejones y plazas que embellecían el Valle de Aridane o las largas extensiones de plataneras que daban de comer a gran parte de los habitantes de esa zona antes de septiembre de 2021 se sitúen exactamente en el mismo lugar. Y, sin embargo, parece que la intención es esa.

La comunidad científica se suma

El IGME no es la única institución que ha manifestado su repulsa hacia las acciones realizadas en la isla. Algunos científicos del Archipiélago, dependientes de otros centros de investigación y de las universidades públicas, también se han posicionado en contra de la construcción sin límites en el nuevo terreno volcánico. "Entiendo que el volcán tiene un componente doloroso para los afectados, pero también genera unas oportunidades únicas que no volverán", defiende Emma Pérez, catedrática de Geografía de la ULPGC, pues como insiste: "aquel patrimonio geológico que se destruya no se podrá restaurar jamás". 

El patrimonio geológico bien conservado se podría aprovechar para crear un turismo sostenible

La geóloga pone como ejemplo el Parque Nacional de Timanfaya. "Si en aquel momento la sociedad de Lanzarote se hubiese dedicado a destruir su patrimonio, hoy no contarian con este enclave natural", insiste. En La Palma, afirman, se podría aprovechar de la misma manera que pueden los conejeros. Desde que se inauguró en 1996 ha atraído a más de 36,5 millones de viajeros con 1,6 millones de media al año, una cifra que solo bajó tras la pandemia. Por esta razón, Pérez urge a "definir las áreas de interés" y, una vez hecho, "protegerlas".

Porque además, como añade Sánchez, "proteger no significa no utilizar". "Es un error común pensar que la protección significa no hacer nada, simplemente estamos hablando de las zonas más valiosas y frágiles", insiste. En este caso, los científicos habían valorado como lugares de interés tres zonas: el cono y dos partes de los deltas lávicos. "Hemos sido muy estrictas, y solo queríamos restringir aquellas que fueran más representativas de este fenómeno volcánico", recalca la investigadora del IGME. 

Atracción turística y científica

Aunque uno de los principales alicientes de la conservación es su enorme valor científico; no es lo único. Como indica Emma Pérez, se podría valorar por su valor social, cultural, e incluso, el económico. Y es que además de tomar muestras, comprobar cómo evoluciona el paisaje y conseguir que la población aprenda más sobre los volcanes que les rodean; estas zonas podrían preservarse en forma de un gran geoparque en el que prime la calidad y el cuidado de la naturaleza. 

Parte de la zona que ha sido cubierta con la lava del volcán Tajogaite podría convertirse en una atracción turística responsable con el medio ambiente y la cultura de la isla. Un recurso que, además, podría ayudar a la población a entender el valor natural que emana de la Tierra y que no todo «es destrucción». Y en ese geoparque no solo cabrían tubos volcánicos, malpaís y piroclastos. Las casas a las que las montañas cenizas ya no permiten regresar se pueden "musealizar", lo que también generaría beneficios para las familias que han quedado sin sustento. "Les proporcionaríamos así una forma de mantener una actividad económica más sostenible con la naturaleza", insiste la geóloga del IGME. 

Obras sobre la fajana del Tajogaite.

Obras sobre la fajana del Tajogaite. / EL DÍA

La competencia para proteger estas zonas es del Gobierno de Canarias. No obstante, el Ejecutivo aún no ha dado ningún paso en este sentido. De ahí que las científicas crean que sus palabras, sus consejos y su perseverancia ha caído en saco roto. "Nosotros solo podemos proponer, su protección debe emanar de una petición de abajo a arriba, pero creo que no se ha explicado bien a la población los beneficios", defiende.

Las científicas ven con cierta desazón lo que está ocurriendo en la isla, razón por la cual han decidido denunciar de manera pública esta situación. "Teníamos una oportunidad de rediseñar la isla y pensar en cómo vivir de nuevo en el valle, pero en vez de adaptarse, se ha decidido volver a hacer lo de antes", lamenta la investigadora del IGME. "El volcán es algo que generó mucho mal, pero ahora podría generar mucho bien, es un legado y es importante preservarlo", incide, por su parte Pérez. Por esta razón, ambas coinciden en que "sacar la lava no es la solución" para la reconstrucción.  

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