Las revisiones de carácter periódico rebajan la detección precoz del glaucoma

La doctora Mariel Sánchez, de Hospital Parque, considera vital activar los protocolos preventivos

Imagen de archivo de una revisión oftalmológica.

Imagen de archivo de una revisión oftalmológica. / E. D.

El Día

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Las revisiones periódicas se convierten en el principal aliado para la detección precoz del glaucoma, una patología que junto a la degeneración macular y la retinopatía diabética se sitúan entre las principales causas de la ceguera, afirma la oftalmóloga de Hospital Parque, Mariel Sánchez. En esta línea, destaca que la actuación en estadíos tempranos en estas patologías juega un papel fundamental a la hora de frenar su evolución, teniendo en cuenta que se trata de enfermedades que provocan daños irreparables.

Coincidiendo con la celebración, el próximo domingo, del Día Mundial del Glaucoma, Mariel Sánchez señala que el 50% de las personas afectadas por esta enfermedad toman conciencia de su existencia cuando el daño es importante y se produce una reducción de gran parte del campo visual. Explica que las revisiones oftalmológicas a partir de los 40 años, edad en la que se activa el proceso degenerativo del ojo y en la que empieza a aumentar la incidencia, permiten poder hacer un diagnóstico temprano de la enfermedad, mejorando las posibilidades de poder actuar y frenar su evolución.

Los avances en los equipos de diagnóstico con los que cuenta Hospital Parque favorece su detección en estadíos muy incipientes. En esta línea, Mariel Sánchez destaca que, además de la valoración inicial a través de la exploración tanto del fondo del ojo como del nervio óptico, se suman otras pruebas como la Tomografía de Coherencia Óptica, la medición de la presión intraocular y del grosor de la córnea o la valoración de la visión periférica y de los laterales del campo visual, mediante la campimetría. A esto se suma, además, una exploración del ángulo indocorneal a través de la gonioscopia.

Mariel Sánchez explica que el glaucoma más frecuente es una enfermedad crónica multifactorial cuya aparición se asocia a la muerte precoz de las células ganglionares de la retina, que son las que forman el nervio óptico. Dicha enfermedad se traduce en la pérdida irrecuperable de la visión periférica o lateral del campo visual. Asimismo, en caso de episodios agudos va asociado a la aparición de otros síntomas, como enrojecimiento del ojo, dolor intenso, visión borrosa, halos alrededor de las luces, así como náuseas o vómitos. La hipertensión ocular es el principal factor de riesgo tratable que desencadena esta patología, como consecuencia de un incorrecto drenaje del humor acuoso, que es el líquido que baña el interior del ojo. Otras causas están asociadas a la existencia de problemas vasculares, así como la predisposición genética.