BARRIO A BARRIO | La Noria

El comedor social de La Milagrosa atiende a cien usuarios tras renovar sus instalaciones

«Jamás nos hemos planteado dejar de prestar este servicio», asegura la superiora de las religiosas

Sor Clotilde del Pino, en el comedor social de La Milagrosa, en la calle de La Noria.

Sor Clotilde del Pino, en el comedor social de La Milagrosa, en la calle de La Noria. / El Día

Humberto Gonar

Humberto Gonar

Con la emoción del reencuentro y sentimientos encontrados por una mejora que se prolongó más tiempo de previsto. Así reabrió sus puertas el pasado lunes el comedor social de La Milagrosa, en la calle de La Noria, retomando el servicio que prestan en el corazón de Santa Cruz las Hijas de la Caridad de San Vicente Paúl desde el año 1987, y con la vocación que las mueve a mantener esta prestación en favor de los más necesitados: «nunca nos hemos planteado dejar este servicio».

Sor Clotilde del Pino, la nueva superiora de las tres hermanas que atienden el comedor, reconoce que cuando se cerró el comedor social el pasado 27 de noviembre  pensaba que la obra de mejora se iba a prolongar por dos meses y finalmente se ha dilatado en el tiempo treinta días más por las dificultades que se encontraron durante los trabajos. Inicialmente se iba a suprimir las humedades que se localizaban en el comedor y en esa planta en previsión de que pudieran evitar a la cimentación de la casa. Lo que iba a ser la reparación de las tuberías de saneamientos acabó por obligar a hacer una canalización que permitiera la conexión a la red de saneamiento municipal y también se restituyó la instalación de la electricidad.

También se procedió a la mejora de las duchas y hasta se acondicionó un baño para personas con movilidad reducida. La religiosa admite que «se tuvo que abrir toda la casa en canal» para llevar a cabo la mejora, lo que no solo incrementó el tiempo previsto que estaría cerrada sino también el gasto económico.

Inicialmente se solicitó una subvención para acometer los trabajos y también el ayuntamiento de Santa Cruz comprometió el pago de una ayuda de 30.000 euros, mientras el Cabildo de Tenerife ha mostrado su disposición a ayudar a costear los trabajos. Junto a la fruta y la verdura que se gastan a diario, la religiosa confía en la Providencia para poder acabar de pagar los gastos ocasionados para continuar con la prestación de este servicio a la comunidad.

Sor Clotilde del Pino también confía en la colaboración desinteresada como la de la empresa que hace más de veinte años les donó el aire acondicionado que está en servicio en el comedor y que ya está obsoleto, lo que se traduce en un gasto en el consumo eléctrico. Pero con una sonrisa que transmite pez y más optimismo, agradece los donativos de vecinos que de forma anónima suponen un respaldo a la lucha que desarrollan en favor de los más desfavorecidos. El comedor de La Milagrosa da de comer a diario, de lunes a sábado, a un centenar de personas sin recursos que se distribuyen en dos turnos, además del servicio de duchas y ropa –los lunes, miércoles y viernes– y otras actividades complementarias, como el coro que integran o la puesta en marcha de un economato para las personas con menos recursos que les permite garantizar independencia: pues adquieren los productos a precios más económicos y se garantiza que puedan cocinarlos en sus casas, sin acudir al comedor.

La adquisición de un horno en altura es otra de las necesidades para facilitar la actividad al personal de cocina, mientras sor Clotilde del Pino reitera el agradecimiento y la generosidad de anónimos, como una vecina que días atrás se acercó para entregarle el donativo de 800 euros de un vehículo antiguo que había vendido y pedirle oraciones para su familia o el caso de otra señora que había reunido monedas de uno y dos euros en una botella para darse un capricho. Un día las metió en un cartucho que entregó a las monjas: «Mi capricho se ha vuelto el pan de los pobres». Son ejemplos de una generosidad que sirve de arrope y aliento a la entrega diaria con los más desfavorecidos, con la máxima siempre presente de San Vicente Paúl, fundador de la orden: «hay que dar la vuelta a la medalla y no mirar lo que ves sino lo que está detrás». Ese es el aliento que mantiene viva la vocación de religiosas como sor Clotilde del Pino, que hace veinte años ya estuvo prestando su servicio en el comedor social. Junto a los siete trabajadores, la asistenta social, destaca los más de veinte colaboradores, mientras espera que la Providencia, de nuevo, les sonría con una vocación que permita perpetuar este servicio.