"Dos generaciones, mismo cuidado de la boca para la salud de nuestro corazón"
Oscar González Ramos - Odontólogo con Máster en Salud Pública oral
¿Cómo relacionar la boca con el corazón ?
Esta relación fluye en los dos sentidos. El acceso al corazón es por venas y arterias. No hay otra. Ellas, son conductos por donde se mueve la sangre. Es una circulación «cerrada», al extremo que cuando tenemos una herida hay que desinfectar y cerrar rápidamente. El sitio donde la circulación «da la vuelta de regreso» es aquel donde los vasos son más finos, los capilares. Cuando decimos, da la vuelta de regreso, nos referimos al sentido de la circulación. Podemos asumir que el corazón bombea una sangre oxigenada a través de arterias y recoge una sangre pobre en oxígeno para llevarla a los pulmones y eso lo hace a través de venas. Ese sitio donde pasamos de arteria a venas es muy vascularizado, muy frágil. Y he aquí donde las encías ocupan ese sitio destacado de riesgo. Sangran con facilidad y tenemos entonces una puerta de entrada o salida. A partir de que se produzca una rotura (mínima) en un vaso sanguíneo, estamos en riesgo de introducir al torrente sanguíneo y por tanto al corazón todo lo que ande por la zona. Igual en el otro sentido.
¿Y qué puede andar por la zona?
De todo. Puede haber una boca sana, con una flora bucal equilibrada. PH salival compensado, y desde otro sitio, proceder agentes patógenos que se depositan en las encías. O podemos padecer patologías bucales con origen bacteriano como las que afectan las encías, y desde ahí invadir otras zonas. Imaginemos que en las encías y zonas adyacentes viven bacterias patógenas y se le abren las puertas para entrar al torrente sanguíneo. Nuestras defensas tienen que emplearse a fondo para combatir aquella agresión. La gingivitis y la periodontitis son estadios de afectación de los tejidos de soporte y sostén de las piezas dentales. Cuando aparecen, traen consigo la presencia de actinomyces, streptococcus, treponema y otros muy dañinos. Estos agentes patógenos pasan a través de esa pequeña puerta que se abrió en la encía por un ligero sangramiento, al torrente sanguíneo. Eso es corazón, pulmones, hígado, y así todas las estructuras vitales. Pasar de un estado séptico en la boca a padecer una endocarditis bacteriana, no es extraño.
Si esto es válido para condiciones normales, quiero decir, para una persona supuestamente sana; ¿cómo es la prevención para quien esté avisado de padecer enfermedades cardiacas?
Los pacientes con patologías cardiacas deben tener un cuidado exhaustivo de sus encías. Generalmente están informados y hasta saben el antibiótico que deben tomar y hacerlo a los cuantos minutos antes de ciertas intervenciones bucales. De hecho existen unos protocolos de actuación, donde el profesional debe cubrir con antibiótico antes de algunas intervenciones. No se trata de una acción por perspicacia ni «por si acaso». Es una acción basada en estudios y extendida por sociedades científicas y colegios profesionales. Es una pauta a seguir de manera rigurosa. Debemos agregar que la información del paciente es clave.
¿Algunas cifras sobre este tema?
Pues te damos datos. Las enfermedades bucales son las más frecuentes en el mundo, teniendo la periodontitis una prevalencia que ronda el 40 % de la población. La gingivitis, que es la fase previa, pasa del 50 %. Las muertes por cardiopatías; el lugar uno y dos según niveles de desarrollo de los países. Los niveles de bacteriemia (presencia de microorganismos en el torrente sanguíneo de manera anormal) aumenta con la manipulación dental, incluido el cepillado dental. Esta es la dimensión cuantitativa de la situación y la gravedad cualitativa del riesgo. Ahora, con esas cifras y la necesidad cotidiana de alimentarnos, cepillarnos los dientes y demás, ya podemos concluir lo delicado del tema. Porque el riesgo es diario y a toda hora por acciones voluntarias y necesarias.
Consejos. Sugerencias.
La higiene bucal debe ser minuciosa. Al visitar el dentista dejarse aconsejar sobre tipo de cepillado, productos y manipulación bucal. No automedicarse. Reponer piezas perdidas para evitar daños en las encías adyacentes. Corregir las malposiciones para favorecer la autolimpieza y evitar retención de restos de alimentos. Ante alguna señal de alteraciones o daños bucales acudir a su dentista.
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