Opinión | Caleidoscopio

Miserables

Seguir negando la evidencia 20 años después de sucedidos los hechos y de haber sido juzgados y condenados sus responsables (los que no se inmolaron antes) ya no es autodefensa, es seguir insultando a las víctimas y a la inteligencia de los españoles

José María Aznar, durante su comparecencia del 11 de marzo de 2004.

José María Aznar, durante su comparecencia del 11 de marzo de 2004. / David Castro

Quienes desde hace 20 años esperamos a que José María Aznar nos pida perdón por llamarnos miserables por boca del ministro de Interior de su último Gobierno, Ángel Acebes, por el delito de haber pensado - contra sus intereses - que los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid no habían sido obra de ETA (pensamiento que yo expresé sin ser un superdotado ni disponer de la información de que disponía el Gobierno a la hora de producirse los atentados y tengo testigos de ello) acabamos de comprobar que podemos esperar sentados. Tal es la insensibilidad del otrora líder de la derecha española con el dolor de las víctimas y tal es su cinismo, solo a la altura de su inmoralidad. Porque seguir negando la evidencia 20 años después de sucedidos los hechos y de haber sido juzgados y condenados sus responsables (los que no se inmolaron antes) ya no es autodefensa, es seguir insultando a las víctimas y a la inteligencia de los españoles.

Aunque no debería cogernos por sorpresa ya. Después de ver cómo los otros dos integrantes del trío de las Azores reconocían haber mentido en las acusaciones al régimen de Sadam Hussein que les sirvieron para justificar la invasión de Irak, incluso a uno de ellos, el británico Tony Blair, pedir perdón a sus compatriotas por ello, mientras Aznar seguía en sus trece, nada podemos esperar de este personaje que durante ocho años guió los destinos de este país que pretende seguir sojuzgando desde la sombra. Cada vez que aparece en la escena pública es para demostrarnos a todos los españoles que la edad y la experiencia a algunos no les sirve para mejorar, al revés: hay algunos, como él, a los que sólo les sirve para aumentar su soberbia. Algo que por desgracia comparte con algún otro expresidente, pero que en su caso es más llamativo dadas las circunstancias en las que abandonó el poder.

Asi pues, que Aznar vuelva ahora a desempolvar la mentira con la que intentó cubrir su responsabilidad indirecta en los atentados del 11 de marzo en Madrid por habernos metido en la guerra de Irak cuando ya ni los suyos se atreven a hacerlo (que no es el momento de acusaciones es lo más a lo que se han atrevido a decir estos días ante las preguntas de los periodistas) indica que estamos ante un miserable, porque si pensamos que lo que dice lo cree de verdad entonces estaríamos ante un demente. Los adjetivos son gruesos, lo reconozco, pero no encuentro en el diccionario otros que describan mejor su comportamiento.

En cualquier caso, Aznar no estuvo solo en aquellos días de doloroso recuerdo tanto por los atentados como por la actitud ignominiosa de un Gobierno que prefirió mentir a los españoles con tal de no reconocer sus posibles culpas incluso cuanto todo el mundo sabía ya dentro y fuera de España que mentía. Junto a Aznar estuvieron su partido entero y varios medios de comunicación, alguno de los cuales aún continúa sembrando dudas sobre los atentados del 11M de un modo patético. Así que no solo Aznar debería pedirnos perdón a los españoles, tanto a las víctimas del 11M, a las que llegaron a insultar incluso, como a quienes, por no comulgar con su gran mentira, fuimos tachados de miserables por un ministro de cuyo nombre quiero acordarme igual que de los de tantos otros: Eduardo Zaplana, Rodrigo Rato, Mariano Rajoy, Esperanza Aguirre, Pedro J. Ramírez, Federico Jiménez Losantos, Luis María Ansón… Varios de ellos acabaron procesados o en la cárcel por corrupción con el paso del tiempo, pero otros seguen dándonos lecciones de moralidad como el mismo Aznar, cuya vergüenza, si la tuviese, le obligaría a callar para siempre.