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Malos tiempos

Pleno en el Congreso para la aprobación de la ley de amnistía

Pleno en el Congreso para la aprobación de la ley de amnistía / Zipi

Esto se empezó a joder antes, cuando alguien que se llama Pablo Iglesias ideó la estrategia para una larga, muy larga instalación de la izquierda en el Gobierno español: primero, un acuerdo entre la socialdemocracia y el poscomunismo –entonces Podemos– que alumbrara un gobierno de coalición estable y cohesionado. Segundo, y aún más imprescindible, un acuerdo estructural entre esas izquierda gubernamentalizada y las fuerzas nacionalistas e independentistas de la periferia, ofreciéndoles implícitamente un nuevo modelo político-territorial de carácter plenamente federal –confederal decían los más brutos –. Tácticamente la idea era brillante y se vió facilitada por dos circunstancias: el hostión del procés con condenas, detenciones, sentencias y escapadas de dirigentes y cuadros del independentismo catalán, y el surgimiento de una ultraderecha (Vox) que debilitaba electoralmente al Partido Popular y dividía el voto conservador. Enseguida se materializó el acuerdo con los indepes, visita a la cárcel de Junqueras y compañía del vicepresidente Iglesias mediante: los indultaremos. A todos. No habrá problemas. Y más adelante no se les tocará más un pelo. Pero si trabajamos con ERC todos los días.

La cosa empeoró en mayo de 2023. El PSOE fue duramente golpeado. El PP, apoyado en Vox, se hizo con la mayoría de las comunidades autónomas y capitales de provincia. Pedro Sánchez subió la apuesta. Convoca generales anticipadas. Las ganó el PP, pero lejos de la absoluta. A Sánchez no le daban los números si no pactaba con JxC. Palante. ¿Ley de amnistía antes siquiera de hablar los presupuestos generales del Estado? Sin problemas. A lo largo de este proceso patético no hay compromiso, promesa, línea roja o supuesta convicción que Sánchez no haya triturado. No es circunstancial. Es su personalidad política: el poder es la única orientación de cualquier estrategia y a la continuidad en el poder se sacrificad todo. La excusa es una derecha fascista. Se apoya en los fachas de Vox. Es idiota. No está preparado para nada. Se paseaba en yate con un narcotraficante. Construiré chopocientasmil viviendas públicas. Ampliaré las becas. Les pagaré a los viejos el cine los fines de semana. Apagaré las llamas del volcán de La Palma a pulmón. Somos mayoría. Perdí las elecciones pero el país quiere esto. Me quiere a mí.

Pedro Sánchez es el único responsable de que el Gobierno central se vea sin presupuestos generales para 2024. Aceptó supeditar su aprobación a la ley de amnistía. Ahora habrá ley de amnistía, pero no presupuestos del Estado, y de nuevo el gobierno de este genio no podrá desarrollar su programa político y se pasará todo el año lanzando decretazos. Ayer, en Madrid, el presidente Fernando Clavijo recibió todo género de seguridades desde los ministerios de Presidencia y Hacienda sobre la supervivencia de la agenda canaria: el conjunto de inversiones y transferencias por las que CC votó la investidura presidencial de Sánchez. Los coalicioneros estiman que alrededor del 65% del gasto comprometido en la agenda será cumplimentado: ayudas al transporte, gratuidad de guaguas y tranvía, bonificación del IRPF en La Palma, quizás parte de las infraestructuras hidráulicas o energéticas. Como mínimo, a través de decretos y moviendo partidas, unos 625 millones de euros, pero las tensiones entre comunidades autónomas y Gobierno central, en un año con triple convocatoria electoral (comicios vascos, catalanes y europeos) serán extraordinarias. La egomaniaca testarudez de Pedro Sánchez –y el apoyo silente y servil de sus compañeros de dirección y de todo el PSOE– va a condenar al país a una inestabilidad que dejará huellas no fácilmente recuperables en los próximos años. O vienen buenos tiempos mientras escuchamos a Putin presumir de poderío nuclear o Donald Trump puede volver en noviembre a la Casa Blanca.

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