Opinión | Editorial

La visita del Papa, esperanza ética y solidaria para la emigración

El papa dice que pensará la posibilidad de viajar a Canarias

El papa dice que pensará la posibilidad de viajar a Canarias

Cada vez toma más fuerza la posible visita del papa Francisco a Canarias. A nadie se le escapa que tiene muy en el centro de su pontificado la preocupación por el drama de las migraciones. La pérdida de vidas en la ruta del Atlántico, con El Hierro como epicentro, tiene una presencia relevante en su agenda. Así lo ha expresado con sus palabras y, sobre todo, con sus gestos y viajes desde el inicio de su pontificado con la visita a Lampedusa o el año pasado con el desplazamiento a Marsella, donde afirmó que el Mediterráneo se ha convertido en un enorme cementerio. Por su parte, la visita del presidente Fernando Clavijo al Vaticano, donde se entrevistó con el jefe de Estado, elevó la posibilidad fehaciente de lo que hasta ese momento no era más que una esperanza. Su Santidad mostró su deseo de estar con los isleños para mitigar un drama que necesita de todas las voluntades.

En el caso de las Islas, la realidad de la migración no le es desconocida. Los obispos isleños dedicaron dos cartas conjuntas sobre la crisis migratoria, cuyos ecos también han llegado al Vaticano.

En un encuentro con periodistas durante su viaje a la República Democrática del Congo el Papa expresó, en referencia al drama humanitario, que le «tocó» la imagen de los migrantes nigerianos que llegaron al puerto de Las Palmas de Gran Canaria sobre el timón de un barco, en noviembre de 2022. Uno de ellos fue recibido en Roma. Las historias humanas conmueven al Papa más que las estadísticas.

En noviembre, en una carta autógrafa dirigida a los obispos de Canarias expresó su agradecimiento al pueblo canario por su sensibilidad y exhortó a seguir trabajando en la acogida de los migrantes. El proyecto de una visita a las Islas empezaba a germinar. Meses después acogía al Presidente y al Vicepresidente de Canarias en Roma junto a los Obispos de las dos diócesis. El encuentro concluyó con la invitación al Santo Padre a conocer la realidad insular. Aprovechando su primer viaje a Argentina, si la salud y la edad no se lo impiden a sus 87 años, se le ofrece la posibilidad de realizar una escala en el Archipiélago.

Canarias es ahora mismo el ‘punto caliente’ de una migración que sacude a África por el hambre, la sequía, la búsqueda de un horizonte de vida por los jóvenes, y también por la inestabilidad política, como es el caso de Senegal. La solidaridad de los canarios, alejada de respuestas xenófobas, es alabada por Bergoglio. Su reciente audiencia a la vicepresidenta del Gobierno de España, Yolanda Díaz, ha vuelto a alentar el viaje a las Islas.

«Debo ser discreta, pero se ha hablado de ello, y soy optimista», deslizó la líder de Sumar sobre la iniciativa diplomática. No solo se lo han pedido las autoridades políticas y religiosas, a las que esta semana se sumó la carta del Padre Ángel; también lo han solicitado menores que llegaron en patera. El guineano Mamadou Malal Diallo, con todo su esfuerzo y la máxima ilusión, redactó una carta al Papa para rogar «unas palabras de aliento» que «serían escuchadas por todo el mundo».

Las expectativas creadas sobre la visita han sido confirmadas por el propio Francisco en diferentes encuentros. Así, una posible visita a Canarias no parece tan imposible visto su interés personal y su opción estratégica de no viajar a los países europeos de mayoría tradicional católica. Una tendencia refrendada por su visita a Marsella, donde explicó que no visitaba Francia, sino esa ciudad costera con motivo de los Encuentros del Mediterráneo. Otro tanto de lo mismo ocurrió con Lampedusa.

El desplazamiento papal a Canarias ayudaría tomar conciencia de que hay una ruta para acceder a Europa más peligrosa y mortífera, que es la atlántica. Las cifras hablan por sí solas: 6.007 fallecidos el pasado año al tratar de alcanzar el Archipiélago, de los que 348 eran niños; unos 128 naufragios y 80 embarcaciones desaparecidas; más de 40.000 personas llegaron en 2023 a las Islas, y este año –hasta el 15 de febrero– lo han hecho 11.704, un 703% más que en el anterior, periodo en el que arribaron al Archipiélago nada menos que 1.602 personas. Tras el éxodo de los senegaleses, en 2024 se ha disparado la llegada de súbditos de Mali.

Pese a todos los acuerdos, controles internacionales e inyecciones económicas de la UE, la huida a África se multiplica. La situación se acerca al colapso. La sanidad isleña tiene dificultadas para una atención equilibrada, y la asistencia escolar a los menores naufraga por la carencia de medios.

Especial atención requieren los no acompañados, que al adquirir la mayoría de edad son obligados a dejar los centros de acogidas y son enviados a la calle. El desamparo clama al cielo, como se ha visto tras el episodio del reciente encarcelamiento de unos niños. Mientras llega un reparto equitativo y real entre las autonomías, sin demagogias, se hacinan en Canarias 5.000 niños y adolescentes. El caso de El Hierro, la isla con más efecto migratorio, ya es preocupante, dadas las consecuencias para una economía de escala insular, con problemas de desabastecimiento en productos tan básicos como el pan.

Nadie duda de que el liderazgo del Papa, símbolo de paz y concordia en un mundo asediado por las guerras, supondría un empuje clave para una mayor conciencia sobre la realidad migratoria de Canarias, así como para incentivar los valores éticos de la solidaridad frente a un proteccionismo que, en ocasiones, raya la irracionalidad política.

No sería un viaje oficial a España, sino una visita ante una realidad migratoria que afecta principalmente a Canarias, pero que incumbe al resto del país y, cómo no, a una UE que debe estar rápida de reflejos, sobre todo en unas acciones diplomáticas sobre los territorios de origen dirigidas a establecer unas bases firmes de cooperación, más allá del oportunismo, en detrimento de un desarrollo local y una base democrática sólida.

Se necesita la voz del Papa para hacer llegar a lo más alto su grito ante una situación insoportable por el flujo de seres humanos que huyen del hambre y de la guerra, en la frontera sur de Europa, la más desigual del planeta. Corremos el riesgo de que la globalización de la indiferencia, tan denunciada por el Santo Padre, acabe convirtiendo estas Islas afortunadas en cárceles para los que buscan una vida digna.

En esta tierra del jesuita Anchieta, la visita del sucesor de Pedro, además, sería un respaldo a la labor de la Iglesia, que junto a otras ONG se vuelca en la ayuda a los migrantes, menores y extutelados a través de las Delegaciones diocesanas de Migraciones, Cáritas, capellanes de los Centros de Internamiento (CIE) y otras organizaciones religiosas del ámbito humanitario.

Resulta demasiado evidente que ni España ni Europa afrontan el fenómeno migratorio como se necesita desde Canarias. Clavijo calificó como un «parche» el viaje de Sánchez y Ursula Von der Leyen a Mauritania para ofrecer 500 millones. El término solidaridad se ha pervertido cuando se hace obligatoria o por ley. El mercadeo con migrantes permite la vulneración de los derechos humanos parapetándose tras una maraña del derecho internacional.

En esta crisis, junto a otras voces igual de solidarias, las palabras del argentino Bergoglio suplican atención para quienes llegan en esas míseras embarcaciones sin perecer en el Atlántico. La evangelización de Francisco es incomprensible sin un contacto con la humanidad necesitada. El compromiso con los Derechos Humanos no termina nunca, predica el Papa. Por eso, Santo Padre, se le espera en Canarias.