Opinión

Juan Jesús González Afonso

El plátano en el barco de los tomates

Un trabajador carga una piña de plátanos.

Un trabajador carga una piña de plátanos. / Andrés Gutiérrez

Hablar de plátano canario sigue siendo –a día de hoy– hablar de alimentación, de economía, de paisaje y de puestos de trabajo; quizás no tantos como los 20.000 que desaparecieron casi de un plumazo con el colapso del tomate canario (que literalmente se dejó caer), pero seguimos hablando de cifras no sólo importantes sino casi fundamentales en amplias zonas de nuestro territorio todavía.

Efectivamente, para buena parte de la Isla de La Palma (Los Sauces, Barlovento, Fuencaliente, Los Llanos-Tazacorte, Tijarafe…) o la Isla Baja en Tenerife, Las Galletas, Guía de Isora, Valle de La Orotava… Sin olvidarnos de Gáldar-Guía y parte de Arucas en Gran Canaria y las producciones que aún quedan en La Gomera y El Hierro; hablar de plátanos es hablar de un sector económico principalísimo y que estamos viendo peligrar por las paupérrimas cifras de precios (al agricultor y no tanto en los lineales de las superficies comerciales) y por un aumento de la producción que no ha llevado aparejada apertura alguna de nuevos mercados sino que, más bien al contrario, estamos poniendo en riesgo nuestro mercado tradicional.

Según los datos aportados por la Plataforma Agraria libre de Canarias (Palca) en rueda de prensa esta semana que termina, que más que rueda de prensa acaso pareciera un grito desesperado en defensa del sector, en 2016 hablábamos de 433.000 toneladas métricas de plátanos producidos en Canarias que en 2020 llegaron nada menos que a 475.000. Esa cifra, como era de esperar, disminuyó algo en 2021 (436 con motivo del Tajogaite) y bastante más en 2022, hasta las 358.000 por el efecto devastador de las 200 hectáreas que quedaron bajo la lava en Los Llanos y Tazacorte. ¿Cómo se explica, sin embargo, que cuando esa inmensa extensión de platanera sigue bajo la lava, o sufriendo los efectos de la erupción en medio de una lenta recuperación de los cultivos, en 2023 hayamos alcanzado una producción récord de 480.000 toneladas?

Pues bien, esa es una explicación necesaria que espera el sector y que no es la razón última, probablemente, pero puede que tenga bastante que ver con el hecho de que la pica coyuntural en algunos momentos concretos del año (por competencia con frutas de temporada, vacaciones escolares…) se haya convertido en algo estructural que se viene repitiendo mes a mes desde hace más de un año, más concretamente desde diciembre del 2022. Nada menos que 27 millones de kilos de plátanos se han ido a la pica en 2023 que, sólo en agua, supone un dispendio de esa cifra multiplicada por los 300 litros que aproximadamente se requieren para producir un kilo.

Y en ese aspecto hay que recordar que el plátano, con esas 10.000 ha de regadío y como cultivo principal de estas características, puede ser fundamental también para la utilización de buena parte de las aguas regeneradas a los niveles que queremos y debemos llegar si pretendemos acabar con los vertidos al mar, además de residuos ganaderos o pinocha. Eso, y el hecho de que la desaparición de la exportación platanera haría encarecer gravemente los precios de los portes de nuestras importaciones (los barcos saldrían vacíos de aquí) y por ende nuestra cesta de la compra; son aspectos colaterales que nos deben hacer reflexionar sobre lo que está pasando, con precios al productor por debajo de los 30 céntimos, cuando incluso en el mercado local vemos cómo éstos en muchos casos se mueven en el entorno de los 2 euros/kg.

La pica coyuntural en algunos momentos concretos del año se ha convertido en algo estructural que se viene repitiendo mes a mes desde hace más de un año

Por otro lado estamos escuchando datos alarmantes sobre la calidad del producto que está llegando a nuestro mercado tradicional peninsular y necesitamos una explicación urgente de cómo es posible que las pérdidas para los vendedores, por deficiencias en la calidad del producto puesto en el mercado (no se están respetando las categorías que habría que simplificar al máximo), ronden el 15% cuando se trata de plátano canario y apenas alcancen el 1% cuando hablamos de la banana americana. ¿Piedras contra nuestro propio tejado?

Esa circunstancia unida a la dispersión de la imagen del producto plátano de Canarias, que se presenta en el mercado peninsular con unas 60 marcas/denominaciones distintas, con decenas de vendedores tocando a la puerta de las comercializadoras cuando la banana lo hace con una o dos, nos ponen en el desfiladero y en una situación cada día más insostenible y peligrosa.

Los europeos de más allá de Los Pirineos, que representan la inmensa mayoría de esos más de 14 millones de turistas que nos visitaron el pasado año 2023, no pueden ver en los lineales de sus supermercados ni un kilo de plátano de Canarias que no hemos sido capaces de ofertarles allí mientras miles de toneladas desfilan hacia los vertederos aquí. No podemos producir plátanos para tirar y en tal caso hay que limitar la producción, más kilos no significa más dinero sino muchas veces, como se demostró en 2022, nos encontramos con una relación inversamente proporcional. Y, en este sentido, parece también razonable y sensata la propuesta de Palca de limitar la producción con ayudas Posei por hectárea a unos 60.000 kilos en aras a defendernos de la picaresca, sin duda. Sobre todo si tenemos en cuenta lo que son los costes de producción, elemento clave en el significado de estas ayudas europeas.

Pertenecemos a la Unión Europea y una producción en torno a las 400.000 toneladas obligatoriamente debe tener cabida en el marco de una Europa que consume más de 6 millones de toneladas. Cuidemos nuestra producción, respetemos y simplifiquemos las categorías. Marca única y empresa única de comercialización, limitemos el crecimiento de la producción (o al menos el derecho a la subvención Posei que perseguía unos fines muy concretos que debemos poder justificar) porque nos pongamos como nos pongamos no podemos producir para alimentar los vertederos.

El plátano es un sector económico con futuro pero desde la inteligencia y no desde el despropósito y nos estamos viendo con que los agricultores se ven en dificultades para hacer frente a las facturas simplemente del agua y eso es una amenaza clara y evidente que hay que enfrentar. Y estamos llegando tarde, porque se trataría de no embarcar a los plátanos en el mismo barco de los tomates (proa al marisco).