Opinión | Ley trans

Albert Soler

Quima, atleta catalana del año

La montaña no ha conseguido todavía transformar un cuerpo de hombre en un cuerpo de mujer, por lo menos de momento. Todo se andará

Dos participantes en la última edición de Cavalls de Vent, que a partir de este año se llama Ultra Pirineu.

Dos participantes en la última edición de Cavalls de Vent, que a partir de este año se llama Ultra Pirineu.

Si en la montaña Quim se siente Quimahace santamente de competir contra otras señoras y llevarse el jamón de premio como primera clasificada. Así la gente podrá decir que menudos jamones tiene Quima. La montaña es muy rara, con sus cuestas, sus pinos, sus arroyos y sus cabras triscando, no es extraño que produzca metamorfosis sexuales en los humanos. El aire puro es traicionero, estamos tan acostumbrados a respirar el humo de las ciudades, que uno se va a la montaña y, a la que hincha los pulmones creyendo llenarse de salud, le puede ocurrir cualquier cosa, incluso sentirse mujer. Si aceptamos con una sonrisa que a veces un hombre asegure sentirse como un chaval -incluso le felicitamos-, por qué no vamos a aceptar que se sienta señora. Más de un caso ha ocurrido, lo que pasa es que, al no tratarse de deportistas, no ha trascendido. A quién le va a importar que a 1.500 metros de altitud José se sienta Josefina, si es algo que queda entre la montaña y ella, y no va a ganar ningún jamón por ello. La Ley trans se hizo pensando en estas tesituras. Probablemente, un día la exministra Montero -o Montera- se fue de pícnic con Pablo Iglesias de su alma con la esperanza de un bucólico revolcón tras la comilona y, al sufrir este la transformación de género habitual en alta montaña, se quedó con las ganas. Situaciones como esa dan que pensar, y más si eres ministra. Así nació la Ley trans, para regular el revoltijo; y que, quien se sienta mujer, se convierta en mujer y pueda llevarse un jamón a casa.

A las mujeres no les gusta, ya que consideran que Quima continúa teniendo el cuerpo de Quim, lo cual le otorga ventaja para correr montaña arriba. No les falta razón. Que a pesar de su feminidad sobrevenida, Quima disponía todavía de atributos masculinos, era algo palpable, con perdón. La montaña no ha conseguido todavía transformar un cuerpo de hombre en un cuerpo de mujer, por lo menos de momento. Todo se andará. Pero la alternativa habría sido obligar a la pobrecita Quima, con toda su testosterona y todo su pelo en el pecho, a competir contra hombres. Imaginen que les gana. ¿Cómo iban a tomarse esos atletas, federados para más inri, que una tal Quima cruzara la meta antes que ellos? Para evitar daños en la autoestima de esos deportistas, lo mejor es que Quima -antes Quim y en cuanto termine la carrera, de nuevo Quim- corra junto a sus congéneres la prueba femenina. Si después quiere repartir entre todas el jamón a modo de compensación es ya cosa suya, no estará ni mucho menos obligada. Ni siquiera obligado.

Los demás competidores masculinos continuaron sintiéndose hombres, se conoce que no a todo el mundo afecta igual el mal de la montaña. A veces se manifiesta más tarde, se ha dado el caso de quien fue a escalar como hombre y al regresar al hogar se empeñó en darle teta al niño, para desespero del hambriento bebé. Hechos como el relatado son cada vez más frecuentes. Irene Montero, o Montera, o quien quede ahí de Podemos, debería impulsar una modificación de la ley para que, quien se sienta mujer, además de ganar jamones pueda amamantar a sus hijos, o a los hijos de los demás en caso de necesidad imperiosa. En España esas cosas se solucionan a base de legislación.

Sostenía Julio Camba que la montaña, en lugar de inspirarle -como hacía con otros escritores-, le aburría tan soberanamente que le entraba sueño. A mí también me sucede, pero ahora que sé lo que ocurre ahí arriba, pienso que igual se trata de depresión posparto. Que si uno puede sentirse mujer, bien ha de poder deprimirse después de dar a luz, aunque sea sin dar a luz. Si los concursos de 'miss' se celebran casi siempre a nivel del mar y no en la montaña, es para evitarnos la visión de señores de bigote y paquete prominente, desfilando con la banda de Miss Simpatía. Y además con toda la razón del mundo, gracias a la exministra. Bien haría Quima, o Quim, de compartir el jamón con la Montero, que de bien nacidos es ser agradecidos. O agradecidas.

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