Opinión | Retiro lo escrito

Unidad y supervivencia de Canarias

Fernando Clavijo, presidente del Gobierno de Canarias

Fernando Clavijo, presidente del Gobierno de Canarias / ACFI

Contra lo que afirman personas mucho más listas que yo, desde luego, el desinterés de los gobiernos españoles –sean del PSOE, sean del PP– por la defensa del acervo económico y fiscal de Canarias –el REF nuestro de cada día dánoslo hoy– o simplemente por comprender nuestra circunstancia insular y los problemas específicos que acarrea no son fruto de la distancia y de la ignorancia. La Historia no sigue el guión de Simplemente María. La indiferencia sustancial en la política española hacia Canarias deriva de nuestra debilidad política y económica, que a su vez –por supuesto– está envenenada por la falta de unidad. Salvo excepciones contadas los empresarios isleños –los grandes, los medianos y a veces los chiquitos– pueden desarrollar su actividad gracias a ayudas, subvenciones, bonificaciones y exenciones, derivadas del REF pero también de los presupuestos y reglamentos del Estado y de la Unión Europea. Y cuanto mayor es su tonelaje, obviamente, más cómodos se encuentran bajo el paraguas de un statu quo que acumula años, lustros, décadas. Insistiendo en los casos excepcionales, los principales empresarios canarios y sus asesores, que duermen cabeza abajo, como los murciélagos, en las cuevas de las organizaciones patronales, no están dispuestos a molestar a nadie, no sea que me pongan una cruz negra, perro maldito: ni a un director general, ni a un secretario general técnico, ni a un jefe de Servicio, mucho menos a un ministro. Este temor reverencial también se muestra hacia el Gobierno autonómico, aunque menos intenso y acendrado. Aquí no se le ha escuchado a las organizaciones empresariales una crítica argumentalmente dura y sistemática contra un gobierno autonómico jamás. Contra ninguno. Tampoco del anterior, presidido por un socialista, dizque reformista y con presencia de Podemos.

Y ese no es uno de los problemas menores de la estrategia económica que necesita el pequeño país archipielágico: el comportamiento empresarial. Porque el empresario quiere innovar pero no arriesgar, empoderarse pero seguir cobrando las ayudas y beneficiándose de las exenciones fiscales, solicitar pero no exigir, modernizarse pero hablar lo menos posible de sostenibilidad, criticar a los gobiernos pero guardarles una lealtad a veces perruna a los que controlan los presupuestos públicos. Salvo una muy reducida minoría que no sabe ser una élite, los empresarios son significativamente menos poderosos que los gobiernos. Aunque su naturaleza no es saboteadora, a veces, unas cuantas veces, los gobiernos canarios han dejado morir a empresas importantes; por el contrario, ningún grupo empresarial ha intentado siquiera desestabilizar a un Gobierno. Un ejemplo comparativo: Confebask, la patronal vasca, no se ha cortado un pelo en sugerir adelantos electorales en su comunidad autonómica, en criticar la debilidad de un gobierno como el de Patxi López, en hablar de las competencias aún no transferidas del Estatuto de Guernica, en insistir en pactos de gobierno dirigidos por la moderación y no por el principismo, en apoyar iniciativas –como la reforma laboral de Yolanda Díaz– que el Ejecutivo peneuvista rechazó una y otra vez sin disimulo. Son comportamientos inimaginables en Canarias, donde las patronales, por lo general, solo suman fuerzas para sostener su propia inercia como un jardín algo bucólico y algunas glorietas ligeramente decadentes, pero todavía tan hospitalario.

Es complejo y arduo lo que está intentado sacar adelante el presidente Fernando Clavijo: construir una unidad real y efectiva no retórica ni oportunista, frente a las amnesias, despistes y desprecios madrileños. Sabe lo que se juega Canarias no este semestre ni el próximo año, sino a medio y largo plazo en un Estado con crecientes problemas de cohesión política, con una UE encerrada en sí misma y en su propia crisis y una situación geopolítica cada vez más cambiante y compleja para las islas. La unidad estratégica entre poderes públicos y sociedad civil no es un ejercicio sano y conveniente en esta tesitura, sino una cuestión de estricta supervivencia.

Suscríbete para seguir leyendo