Opinión | A BABOR

La espía y el contexto

The Insider ha revelado que la eurodiputada letona Tatjana Zdanoka, colega de grupo parlamentario de Puigdemont en Estrasburgo y aliada del independentismo catalán durante el procés, es una espía rusa

La eurodiputada Tatjana Zdanoka, señala los fangos del Mar Menor.

La eurodiputada Tatjana Zdanoka, señala los fangos del Mar Menor. / IVÁN URQUÍZAR

La traducción del término inglés insider al español podría ser algo así como «el que está dentro», «el que –por estar dentro– tiene acceso a información confidencial». The Insider es una publicación letona, vinculada al exilio ruso en un pequeño país donde la mayoría de la población tiene vínculos familiares o contactos con Rusia. La revista se dedica a la investigación y verificación de acontecimientos y noticias de Rusia, y a la detección y denuncia de informaciones falsas publicadas en los medios de comunicación rusos. Fue fundada hace ahora una década por un periodista moscovita exiliado en Letonia –Roman Dobrokhotov, un activista de los derechos humanos y la libertad de información, que fue premio 2019 de la Prensa Europea, y que sigue siendo propietario y director de su revista–. The Insider se publica en inglés y ruso, y ha desvelado la corrupción de Putin y los suyos, los errores tácticos y salvajadas cometidos por el ejército ruso en Ucrania, y las operaciones del GRU en Europa para envenenar disidentes. Es una publicación solvente y prestigiosa, implicada valerosamente en la defensa de la verdad y la democracia.

Ayer, la publicación reveló que la eurodiputada letona Tatjana Zdanoka, colega de grupo parlamentario de Puigdemont en Estrasburgo y aliada del independentismo catalán durante el procés, es una espía rusa. La investigación de The Insider, firmada por el propio Dobrokhotov, filtra varios correos electrónicos de la eurodiputada, que demuestran que trabajó durante más de una década como agente de los servicios de inteligencia rusos facilitando información al Servicio Federal de Seguridad, continuador del antiguo KGB de la Unión Soviética. En abril del pasado 2022, Zdanoka fue expulsada del grupo parlamentario al que pertenece ERC, Los Verdes, por negarse a condenar la invasión rusa a Ucrania, y se integró en el grupo de no adscritos, en el que están Puigdemont y los otros eurodiputados de Junts.

Zdanoka es una mujer de izquierdas, de origen ruso, e implicada desde hace años en la defensa de la población rusófona letona. Su defensa del procés –especialmente del sector republicano– la llevó a denunciar en Bruselas la persecución judicial y política de los alcaldes republicanos que facilitaron centros municipales para realizar el referéndum. Consta que se entrevistó con Oriol Junqueras y Raul Romeva, pero también fue una de las diputadas que apoyaron al entonces president Puigdemont en su comparecencia –en una sala del Parlamento Europeo– para pedir apoyo en la UE al referéndum de autodeterminación del 1 de octubre.

Las pruebas que la vinculan al espionaje ruso no han causado demasiado estupor en Bruselas. Ya fue señalada por la adjunta al secretario general de la OTAN, para evidenciar las relaciones entre el independentismo catalán y Putin, en unas polémicas declaraciones realizadas antes del referéndum.

Cuando hoy se produce un intento de camuflaje de los vínculos de Esquerra –también de Esquerra– con el espionaje ruso, quizá convenga razonar que la intervención de la inteligencia militar española para controlar los movimientos del entonces presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, autorizados por la autoridad judicial, podían tener una justificación.

La escandalera montada hoy en torno a las escuchas del CNI a Aragonés son puro ruido. Hoy el PSOE intenta desviar la atención del hecho de que se realizaron con Pedro Sánchez ya en la Presidencia del Gobierno, en un tiempo en el que nadie en el PSOE reconocía la posibilidad ni de indultos, ni mucho menos de amnistía, ni por supuesto de una negociación con relatores internacionales para plantear la posibilidad de un referéndum. Eran tiempos en los que el PSOE coincidía con sus votantes y afiliados en que había que mantener en prisión a los políticos catalanes que conspiraron para enfrentar a los catalanes y romper el país, y perseguir y encarcelar al prófugo Puigdemont. Era un tiempo en el que se tomaba perfectamente en serio la implicación rusa en el procés, no tan distinta de la que contribuyó esta última década, especialmente desde la invasión de Crimea por Rusia, al encumbramiento de gobiernos ultraderechistas en el continente, al crecimiento electoral de Marine Le Pen o al abandono de Europa por el Reino Unido.

La mayoría de estos acontecimientos permanecen hoy fuera del debate público nacional, porque los escarceos indepes con Rusia implicarían la existencia de una autentica conspiración contra el Estado, que Sánchez ha ordenado que no exista. Pero por mucho que se intente ocultar lo que pasó, culpando a los jueces por hacer cumplir la ley, o acusando a Rajoy de pinchar el teléfono de Aragonés, lo que pasó fue otra cosa. Muy diferente. Y acabará sabiéndose.

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