Opinión | La cantina ilegal

Cuarto milenio

Imagen de archivo de Joaquín Cruz, artesano de trompetas de murgas.

Imagen de archivo de Joaquín Cruz, artesano de trompetas de murgas. / María Pisaca

Ayer me ocurrió algo muy curioso. Cuando llegué a mi Cantina, dispuesto a afrontar un día de mucho trabajo, me encontré una bolsa en la puerta; al abrirla, vi que se trataba de algo extraño, parecía un instrumento musical, hecho de plástico o pvc, con lo que parecía ser una boquilla en la que había incrustado un kazoo y la parte delantera parecía un fonil, pintado igual que el resto del instrumento y lleno de purpurina por dentro. A lo largo de la zona central ponía la palabra: Carnaval.

Como no se me ocurría qué podía ser aquello llamé a mi admirado amigo Ramón Guimerá, quien de Carnaval entiende una barbaridad y que, sin pensarlo dos veces, bajó a mi cantina a intentar descifrar tan curioso hallazgo. Y lo hizo a la primera. Me comentó que se trataba de una trompeta de murga, un instrumento de imitación que las murgas utilizaban en sus canciones y que ha ido desapareciendo, siendo sustituido por una nueva tendencia a decorar las canciones con un largo ahhhhhh.... a seis voces y contra cantos, o por un sencillo parapapapá. Ramón me explicó que estábamos ante una auténtica reliquia y que si no la ponía para decorar mi negocio, él se la quedaba para completar su amplia colección de instrumentos murgueros, en los que figuran, desde los saxos, trombones o clarinetes que hacían los famosos artesanos Luís Gangueu o Enrique González, hasta trompetas hechas por Don Pepe, Pancho Saavedra o Gilberto González. Maravillas.

No me lo pensé dos veces y accedí a su petición, sobre todo cuando me explicó que la llevará de muestra a un programa monográfico sobre la desaparición de las trompetas en las murgas, programa que van a emitir el domingo de Carnaval por la noche, en una edición especial de Cuarto milenio.