Opinión

Todos somos un poco el Tenerife

Los jugadores blanquiazules celebran el gol de Ethyan.

Los jugadores blanquiazules celebran el gol de Ethyan. / | | CD TENERIFE

Todos somos un poco el Club Deportivo Tenerife. La dulce condena de ser del Tenerife es el espejo de las vicisitudes de la vida, porque el fútbol lo dibujamos sin querer como un microcosmos capaz de reflejar las emociones humanas y el laberinto de la existencia. Todos somos esa cruel ironía de los últimos minutos, los segundos inertes de las prórrogas despiadadas. Somos el hipérbaton de aquellas innumerables ocasiones en las que la victoria se esfuma en los últimos minutos del partido, como en la vida, de la misma manera y con la misma iniquidad. Somos sin quererlo esas derrotas amargas con las que nunca aprendemos, el idílico anticipo de un éxito que se queda en la cuesta. Pero estamos ahí, un domingo tras otro, con la ilusión de victorias que no llegan y de expectativas que no se cumplen. Una paradoja que encuentra eco en nuestras vidas, donde a menudo las circunstancias cambian en un instante, advirtiéndonos de lo espontáneo de nuestro destino. Es en esa enigmática metáfora donde los fantasmas de Getafe, Girona y Mallorca nos recuerdan que lo tuvimos ahí, tan cerca y a la vez tan efímero. Por eso todos somos un poco el Club Deportivo Tenerife. Lo somos porque a pesar de los reveses, hemos demostrado una notable resiliencia, levantándonos una y otra vez con la fuerza de Rommel Fernández. Porque esto es la vida. Cuando no se cierra un negocio. Cuando nos quedamos sin trabajo y vienen las dudas comprensibles. Sin embargo, ahí seguimos estoicos dándonos una lección valiosa para la vida cotidiana, enfrentándonos a los desafíos y obstáculos constantes que nos hacen estar siempre alerta. Con más o menos ganas, pero nos sobreponemos a la adversidad y continuamos luchando gracias a esa habilidad esencial que alimentamos desde niños en aquel coliseo blanquiazul que cada domingo parecía más inmenso. Por eso somos todos un poco el Club Deportivo Tenerife, porque nos ilusionamos y siempre damos otra oportunidad. Y, como la vida misma, cargamos con resignación esa falta de reconocimiento a pesar del esfuerzo. Vivimos situaciones en las que nuestro rendimiento y esmero no han sido plenamente reconocidos, con circunstancias en las que nuestro trabajo pasa desapercibido. Aquel jefe injusto y los compañeros envidiosos; la profesora preferida y los alumnos brillantes; el bar de siempre y las discusiones reconfortantes. Con esto y con todo planteamos la pregunta de cómo gestionamos nuestras expectativas y perseveramos a pesar de las dificultades. Pues, como el Tenerife, las llevamos con la alegría del Coso del Carnaval y la pena de la Sardina, porque lo fácil es ser de equipos grandes y tener padrinos para todo. El aficionado chicharrero es un espejo de las vicisitudes del día a día, invocándonos sin consideración que el camino hacia el triunfo está repleto de desafíos imprevisibles. Y en este recorrido apasionante, la resiliencia, la perseverancia y la capacidad para enfrentar las adversidades definen tanto al equipo como a cada individuo en el desarrollo de su vida. En la memoria guardamos aquellas dos ligas que le quitamos al Real Madrid, muy cerquita de aquel Tenerife que se paseaba por Europa colonizando las tierras del Imperio Romano. Ese es el carácter que determina nuestra trayectoria hacia el triunfo y la superación del fracaso. Nunca perderemos la esperanza de volver, porque como en la vida, para entenderlo, hay que ser, al menos, un poco el Club Deportivo Tenerife.