Opinión

Atascos, fatalidad de Tenerife

Un nuevo carril a El Médano reducirá los atascos en la rotonda de San Isidro

Un nuevo carril a El Médano reducirá los atascos en la rotonda de San Isidro / LP/DLP

En las pasadas elecciones autonómicas y locales en Tenerife sucedió una especial característica, la cual demuestra que la mayoría termina siempre imponiéndose, por mucho que las minorías chillen, monten acampadas folclóricas contra todo o convoquen manifestaciones, por cierto, con una concurrencia ridícula, aunque después se encargan de magnificar contra toda realidad.

El pueblo tinerfeño ha echado, además, literalmente, de las instituciones, a los noístas, esos autodenominados ecologistas, políticos sandía, rojos por dentro y verdes por fuera, que tienen como ocupación habitual o única, parar absolutamente todo lo que signifique crecimiento, progreso y desarrollo de nuestra querida isla. Esa casta, la componen un pequeño número de jubilados, eso sí, hay que reconocer, en honor a la verdad, con una gran preparación académica, que se reúnen en interminables y maratonianas asambleas o comités de estudio, principalmente en la Ciudad de los Adelantados, para tratar de lo divino y humano, pero especialmente, de qué estrategia van a tomar al día siguiente, para obstaculizar la próxima inversión que tenga prevista implantarse en Tenerife. Después, está la infantería de choque, que son los múltiples grupos noístas, porque suelen tener malas sensaciones entre ellos y por último, los pijos o hijos de papá, que siendo verdaderos ninis, ni estudian, ni trabajan, los envían a montar casetas de campaña o subirse a la maquinaria pesada de las obras, en actos heroicos y así darle un sentido a su vida.

Los padres encantados, porque los tienen unos meses fuera de casa, eso sí, les pagan todos los gastos, pero merece la pena, porque más lata es tenerlos cerca. Verídico, más de un progenitor, me lo ha confesado, tal como lo he plasmado. Estos noístas fueron expulsados, porque no recibieron apoyo popular, ¡vaya pecado!, del Cabildo de Tenerife, del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, del Parlamento de Canarias y sólo queda un resto esperpéntico, en algún ayuntamiento. Como dice el refrán, «muerto el perro, se acabó la rabia». Los que se dedicaron los últimos cuatro años a parar el proyecto del tren del sur y las obras públicas, básicas y estructurales de carreteras en Tenerife, ya no están, porque así lo decidió el pueblo tinerfeño. Debería significar y fue un mensaje claro a los partidos políticos con representación institucional actual, que es preciso un cambio radical en sus planteamientos o estrategias, aprovechando el tiempo perdido, para vertebrar la isla, unificar criterios, buscar consensos y caminar todos juntos, para desatascar y acabar con las colas en nuestras carreteras, haciéndolas seguras, eficientes y sustentables. Pero como dice el dicho canario, «ya el conejo me riscó la perra», es decir, parece imposible conseguirlo.

Los conocidos, con nombres y apellidos, enfrentamientos personales, que vienen de lejos, de ciertos funcionarios, que son los que verdaderamente mandan aquí, cada cual adepto al régimen de turno que gobierna en ese momento o en la oposición, si toca, son, entre otros, los verdaderos culpables de que Tenerife esté atascada, ya que sólo les preocupa que salgan adelante sus proyectos o los de sus amigos, egos, soberbias, vanidades, los ponen por encima de los intereses generales de los ciudadanos y de la isla. También, están los técnicos o profesionales, con despacho propio, que influyen de la misma forma, pero solapadamente Ya está bien, ha llegado la hora de ponerlos en su sitio, que a lo mejor es sacarlos de donde están y enviarlos a otros menesteres burocráticos, donde paren otras cuestiones menos insustanciales. También vale prejubilarlos y que den la lata en su casa.

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