Opinión | A babor

Aguas negras

Aguas negras.

Aguas negras. / El Día

La estación depuradora de aguas residuales del Valle de Güímar, que debía ocuparse de las aguas sucias procedentes de Güímar, Arafo y Candelaria, fue inaugurada en 2007, pero jamás llegó a entrar en funcionamiento. Financiada con recursos europeos, del Gobierno y del Cabildo, y completamente equipada con las últimas técnicas de depuración, nunca funcionó, porque una depuradora necesita aguas sucias que depurar, y a la de Güímar, instalada en la zona del polígono industrial, no llegaba ni un litro de aguas residuales. Abandonada durante años, fue asaltada en varias ocasiones, y su material técnico robado o destruido por los vándalos.

La inoperancia de la depuradora urbana, junto a los vertidos industriales incontrolados del Polígono, con 250 empresas y alrededor de tres mil trabajadores, provocaron denuncias en los tribunales a los regidores de esos municipios y una multa de la Unión Europea, que tuvo que afrontar el Cabildo. Para evitar que la situación de los vertidos siguiera, y se agravara la responsabilidad de los alcaldes, después del tradicional e interminable peloteo entre administraciones, se inició la reconstrucción de la estación de depuración de aguas urbanas en 2018, y el año siguiente, el Cabildo –a través de su Consejo Insular de Aguas–, suscribió con los ayuntamientos implicados un convenio para ejecutar las obras de la nueva estación depuradora de aguas residuales industriales.

La depuradora de aguas urbanas, completamente reconstruida, se inauguró a bombo y platillo tres años después del inicio de sus obras, y la depuradora industrial –comenzada ex novo en 2020– fue concluida el año pasado. Ambas constituyen el Sistema Comarcal de depuración y vertidos urbanos e industriales del Valle de Güímar. Un nombre muy largo para una actuación que arranca en 2007, y que –después de las gigantescas inversiones realizadas– no cumplirá la función esperada hasta dentro de varios años.

En 2022 se adjudicó a una UTE la gestión del sistema comarcal integrado por las dos depuradoras, la urbana y la industrial. La depuradora industrial (en funcionamiento ya) tiene una capacidad de depuración de 1.140 metros cúbicos por día. Se ha informado hasta la saciedad de su puesta en marcha, funcionamiento y capacidad de depuración, pero a la depuradora urbana, con una capacidad de tratamiento de 7.000 metros cúbicos por día (seis veces la de la industrial) no le ha llegado ni una gota de agua en todo este tiempo. La UTE se limita a mantenerla cerrada, pagando a una subcontrata de vigilancia que deberá seguir allí probablemente durante años, si se quieren evitar nuevos robos y destrozos. Porque la depuradora que debe tratar las aguas negras de Güímar, Arafo y Candelaria –aguas que se siguen vertiendo al mar sin el tratamiento adecuado– no puede recibir caudal alguno. ¿Por qué ocurre eso? Pues porque ni una sola vivienda de Arafo o Candelaria tiene preparado el vertido a la red de saneamiento. En Arafo, el Consejo Insular de Aguas está terminando la conexión del colector comarcal que ha de unir Arafo y Güímar, pero tampoco a ese colector llegan aguas sucias de Arafo. En Arafo no hay alcantarillado, ni previsión de hacerlo: la totalidad de las aguas sucias va a parar a pozos negros. En Candelaria sí hay previstos proyectos de bombeo de sus aguas. El de la costa tiene ya presupuesto, de 4 millones, pero el que llevará las aguas a la depuradora de Güímar no ha sido siquiera redactado aún.

En cuanto al propio municipio de Güímar, la estación de bombeo de Los Llanos, actualmente en rehabilitación, podría enviar poco más de mil metros cúbicos a la depuradora, pero eso no serviría de nada. Por diseño, la depuradora, está preparada con dos líneas de 3.500 metros cúbicos diarios, con un caudal mínimo para poder funcionar de 1.800. Para más disparate, la conexión entre la estación depuradora urbana y el emisario submarino de la estación industrial no está operativa. Y no hay noticias de cuándo podrá estarlo.

Las inversiones para poner en marcha la depuración necesaria en el Valle empezaron en 2005, se han tragado una depuradora que nunca funcionó, y cuenta con otra que va por el mismo camino. La depuradora urbana ha supuesto millones de euros, pero aún no es ni funcional. Es difícil discernir de quién es la responsabilidad de este embrollo surrealista: ¿Del Consejo Insular? ¿De los Ayuntamientos? ¿Del Gobierno? Lo único cierto es que pasaran todavía años antes de que los tres ayuntamientos del Valle depuren sus aguas.

Mientras, las aguas negras se seguirán vertiendo en fosas sépticas, en pozos filtrantes o directamente al mar, con una depuradora de paquete, último modelo, lista para funcionar, pero cerrada a cal y canto y vigilada por seguritas. Es la historia de una incompetencia.

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