Opinión | Gentes y asuntos

Bochorno y tragedia

El pícaro hortera y el tuercebotas magnificado ganó su última batalla la noche del domingo, 10 de septiembre

Rubiales dice que la polémica del beso es una bola de nieve creada por intereses espurios

Rubiales dice que la polémica del beso es una bola de nieve creada por intereses espurios

El pícaro hortera y el tuercebotas magnificado –también es un gañán de almanaque y un chulo de barrio– ganó su última batalla la noche del domingo, 10 de septiembre. En Inglaterra y en inglés anunció su dimisión, y la noticia dio la vuelta al mundo y alejó del primer plano y del ranking de audiencia a la tragedia de Marrakech, con más de dos mil muertos reconocidos y un número incierto de cadáveres bajo los escombros de una ciudad premiada con el título de Patrimonio de la Humanidad. Una vez más, un individuo indigno y una actitud bochornosa sostenida en el tiempo opacaron un suceso terrible y una multitud de víctimas inocentes. La Real Federación Española de Fútbol tiene un nombre pomposo, una autonomía plena y peligrosa y un itinerario de escándalos sobre el que los poderes públicos y la justicia pasan de puntillas. Luis Rubiales, un futbolista mediocre y leñero y un abogado de secano, salido de las universidades territoriales donde todo, o casi todo, resulta fácil y barato, subió a la cumbre de la infamia, mantuvo un pulso contra todos –apoyado por una corte de adulones que, poco a poco, desertaron– y le quiso tomar el pelo a todo quisque, después de su actuación grosera y macarra en el estadio de Sidney, donde la selección femenina se alzó con el campeonato mundial.

En esta misma columna, denuncié en 2019 a este sujeto que, en plena connivencia con el condenado Ángel María Villar –«el jefe del furgo», como él mismo decía– accedió a ser su delfín y controló sus influencias y pesebres hasta que el laja vascongado fue destituido y procesado por delitos económicos. Entonces el chulo de Motril lo negó con vehemencia y, por las miserias que rodean este bello deporte, conspiró con los capos territoriales y llegó a presidente de la REF.

Allí, al modo y manera de su traicionado mentor, ejerció un nepotismo descarado con tíos y amiguetes y, muy pronto, surgieron los rumores de las alegrías económicas del sujeto y sus secuaces. Vendió la Supercopa de España a Arabia Saudí, «a los moros, que son los que tienen la pasta», pese a las protestas que llegaron de todos los sectores y metió en el negocio –el asunto esta judicializado– a su amiguete Piqué, que cobró cuatro millones de euros no se sabe por qué ni si tuvo que repartirlo con alguien. Sobra mentar y repetir el bochornoso espectáculo del pícaro en la capital australiana, su presunción con el equipo femenino, al que había vejado y castigado económicamente, cuando recogieron el trofeo mundial; su exhibición de virilidad en el palco, porque es un macho ibérico de aquí te espero; el asqueroso episodio del pico y las excusas cagonas, las amenazas y presiones, suyas y de sus lacayos, para justificar la pasada con la víctima, Jenny Hermoso, y para que ésta apoyara la excusa.

Fueron esperpentos de barriada, la afrentosa asamblea televisada, el discurso incongruente y, a la vez, pedigüeño y chulesco, las mentiras gritadas, los serviles espectadores y la indecente guardia de corps que no sólo aplaudió su mala comedia sino que se levantó emocionada por la causa del felón. La razón y la presión de todos los sectores determinó la decisión, dimitió al fin y personaje de escándalo vendible, la noticia recorrió el planeta en segundos y le ganó el plano por muchos dígitos a un terremoto con dos mil muertos.

Es importante que la premiosa justicia –con rigor pero con urgencia– investigue y juzgue el caso concreto, una anécdota desagradable en un saco cargado; que se analice con lupa la gestión económica de su lustro podrido de Rubiales, de donde parten todas las burradas, las chulerías y el desprecio supino a sus compatriotas de un sujeto que, para salvarse, usa a sus hijas menores y a sus padres llorosos. Ya está bien, machote.

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