Opinión | OBSERVATORIO

Salvador Macip

El secreto de las ‘zonas azules’

He tenido el placer de hablar con centenarios que están encantados de recibir visitas de extranjeros curiosos que se interesan por sus arrugas. Cuando les preguntas si quieren vivir más años todos dicen que claro que sí

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El secreto de las zonas azules.jpg / Pablo García

En 2004, los demógrafos Gianni Peso y Michel Poulain acuñaron el término zona azul para describir un área de Cerdeña, la provincia de Nuoro, donde los locales tenían una esperanza de vida sorprendentemente elevada. Más adelante, el explorador americano Dan Buettner definió cuatro más, basándose en concentraciones inusuales de personas que pasaban de cien años: Okinawa (en Japón), Loma Linda (en California), la isla de Icaria (en Grecia) y la península de Nicoya (en Costa Rica). Desde entonces, Buettner ha construido un pequeño imperio promocionando lo que él dice que es el secreto de esta longevidad.

Lo cierto es que los habitantes de estas áreas tienen poco en común entre ellos, aparte de dietas bajas en proteínas animales y un ejercicio moderado y constante. Pero esto también se da en lugares del mundo donde los centenarios no son tan frecuentes. Por este motivo, el concepto no está exento de polémica. Hay quien discute que existan territorios delimitados en los cuales el envejecimiento saludable sea más común. Pero estadísticamente no se pueden negar concentraciones especialmente altas de centenarios, que hacen sospechar que algo pasa.

Recientemente he podido visitar la zona azul de Nicoya, invitado por la Alicia and Yaya Initiative in Global Aging Research, conjuntamente con expertos en geriatría de la Universidad de Maryland, Baltimore, y acompañado por científicos de la Universidad de Costa Rica. He tenido el placer de hablar con centenarios que están encantados de recibir visitas de extranjeros curiosos que se interesan por sus arrugas. Cuando les preguntas si quieren vivir más años todos dicen que claro que sí. Y si les pides que te expliquen cuál es su truco para estar tan bien, te dicen que no tienen ni idea, que es cosa de Dios. Aparte de las piernas que ya no les empujan si les preguntas cómo se encuentran te responden, con sonrisa desdentada, que bastante bien para los años que tienen.

Lo más probable es que la razón de esta longevidad exagerada que se ve en algunos territorios sea multifactorial. No hay ninguna dieta mágica ni ningún régimen de ejercicio que sepamos que pueda producir efectos tan sustanciales, a pesar de que estos sean los factores que más influyen en la salud de la gente mayor. No se trata solo de comer ciertos alimentos ni de llevar una vida frugal. Ni de la calidad del aire, el agua o las verduras: mudarse a una zona azul no es garantía de vivir más. Es posible que nos encontremos ante una casualidad afortunada: la conjunción de una predisposición genética particular que se ve activada por factores ambientales. Ninguna de las dos cosas, por separado, sería suficiente, pero cuando el azar las junta, se produce esta magia de un envejecimiento no tan solo más lento, sino libre de enfermedades, que es lo que más interesa.

Esto no quiere decir que estos beneficios no se puedan trasplantar a otras partes, sino que su secreto será más difícil de descifrar. Uno de los datos que apoyaría esta idea de la conjunción de factores es que las zonas azules no son estáticas. A medida que van muriendo centenarios, el efecto se diluye, quizás porque la combinación genética que han pasado a los hijos ya no es la misma que tan bien les ha funcionado. El área de Nicoya, por ejemplo, se está encogiendo y, a la vez, trasladando hacia el norte.

Se ha llevado a cabo mucha investigación con estos centenarios, pero hace falta más para llegar al fondo de la cuestión. Los adelantos que se ven en el campo de la biología del envejecimiento hacen que cada año se puedan aplicar nuevas técnicas y conocimientos que nos tendrían que permitir resolver el enigma.

Lo más bonito será que, si lo conseguimos, habrá sido un trabajo de equipo, que incluirá a científicos de países donde la investigación es puntera y grupos locales, que son quienes conocen mejor el terreno, atacando el problema desde todos los ángulos. Porque los grandes retos de la biología ya no los puede solucionar un científico con su microscopio, como en tiempos de Ramón y Cajal, ni un equipo de paracaidistas (mote que reciben los científicos que llegan a un territorio, extraen lo que pueden a espaldas de los expertos locales, y se vuelven a casa), que ha sido la táctica imperante durante décadas.

Más allá del marketing, el concepto de zona azul nos alerta de que la longevidad humana es maleable. Y complicadísima de entender. Precisamente por eso es tan fascinante investigarla.

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