Opinión

José Carlos Alberto

Canariedad-canarismo: con permiso de los filólogos

De mi paso por los órganos de gobierno de la Universidad de La Laguna, aprendí muchas cosas y muchas especialidades que no conocía. Una de las que más respeto me produjo fue la Filología, en ella hice grandes amigos, no quiero señalar a ninguno en particular, pero sí a la primera que conocí: Inmaculada Corrales, fue compañera mía en el equipo de gobierno de Gumersindo Trujillo (otro admirado amigo) y ella me hizo ver cosas de la especialidad que me resultaron atrayentes. Sirva esta introducción para dejar bien claro que lo que voy a escribir a continuación no tiene nada que ver con la Filología sino son otros sentimientos los que me guían, y por eso pido permiso.

Estamos viendo cómo se están usando esas dos palabras, canariedad y canarismo, como si quisieran expresar lo mismo, y a mí por lo menos no me parecen iguales.

Canariedad me inspira identidad cultural y social de Canarias. Es un sentimiento que nace desde la periferia, desde cada isla para confluir en una única realidad: Canarias. Es un sentimiento que no es propiedad exclusiva, sino que incluye a los que sin nacer aquí han venido de fuera y se integran en el proyecto. La bandera de la identidad trata de expresar nuestro ser y entender, lo que a través de los siglos y el diálogo hemos consolidado como nuestra manera de vivir en sociedad. Por su evolución prehispánica e hispánica, y de las otras influencias por ser lugar de paso, ingleses, portugueses, genoveses… creo que se consolida intelectualmente en la Ilustración, ese movimiento europeo tan interesante y que tanto ha aportado al desarrollo universal. Desde ese momento hasta nuestros días hemos evolucionado, con nuestros próximos, hacia una sociedad de bienestar, de progreso, de igualdad de derechos, de protección de minorías, de desarrollo económico complicado. Hemos llegado hasta aquí después de una época aborigen, colonial, de dictaduras, de monarquía, de democracia… de todo lo que ustedes quieran, pero hoy somos lo que somos, y lo que queremos ser depende de nosotros. Tenemos la formación y la experiencia necesaria para ir en progreso hacia delante o hacia atrás en regresión. Nos movemos en estructuras nacionales y supranacionales de las más avanzadas del mundo y tenemos que saber movernos.

Eso es lo que inspira en mí la palabra canariedad. La globalización tan señalada hoy está teniendo movimientos de reflexión que la obligan a pensar que hay que proteger dentro de ella cierto valor de las identidades. Tenemos que sentirnos partícipes de las decisiones. Hay algo más que China, EE. UU., Rusia y Europa. Tenemos que sentir que ellos sienten que estamos ahí; si nos alejan, no estamos.

La canariedad lleva en su ADN la universalidad, y movernos en un mundo globalizado no nos resulta difícil, siempre que sigamos siendo nosotros y nuestras diferencias. Hoy la globalización debe huir de grandes concentraciones económicas y conceptos pannacionalistas (Trump-Putin-Xi Jinping) que quedan muy lejos. La descentralización en entidades más pequeñas con mejor y más control democrático, que asuman poderes acordes con su infraestructura, no altera el concepto de las ventajas que, por otro lado, contiene la globalización.

Estas cosas son la que me inspira la canariedad, huye de la concentración de poder, busca una sociedad moderna en progreso, con bienestar, con derechos, en todo su territorio, con poder desde las islas hasta la canariedad.

Y qué digo del canarismo. Pues creo que es la versión canaria de progresismo. Y adolece para mí de ser un concepto sectario y excluyente. Creo que está superado. Dicen que en algún momento histórico el desear una sociedad en desarrollo, que respetara los derechos de las minorías, que tuviera un concepto de Estado como poder moderador y modulador del desarrollo, que respetara el estado social y de derecho, pues bien, dicen que si no eras de izquierda eso era imposible y por eso se han adueñado del progresismo. Puede que fuera así, pero hoy no lo es. La sociedad moderna y democrática es más transversal que los conceptos del siglo pasado. Además, según he leído, el canarismo parte de un poder centralizado que irradia a la periferia y mis direcciones van en otro sentido.

Creo que ha quedado claro que para expresar la identidad canaria prefiero canariedad, y repito, esto no es filología.

Estamos en un momento difícil, detestábamos la mentira y al mentiroso, pero ahora resulta que hay mentiras que son «cambios de actitud», y además que otros ya lo hicieron. Suárez con el comunismo (¿y qué le paso después?) y Felipe González con la OTAN (para cambiar de opinión convocó un referéndum). Por otro lado, hay principios que cambien en 24 horas. Eso lo había comentado Groucho Marx, pero para hacer reír, dicho en serio dan ganas de llorar.

Pero puede que tengan razón. Allá ellos. Pero yo a mi edad y con lo que he aprendido, prefiero en este caluroso mes de julio pensar solo en canariedad, en que se diferencia del canarismo… que después que termine julio pueda decir que «estamos aquí», unidos y sin portazos personalistas. Nos apoyan muchas voces, algunas, demasiadas, desde lo más profundo del Atlántico. Todas dicen Europa sí, pero… Canarias también.

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