Opinión

Carlos Gaviño de Franchy, carismático

Premios del Círculo de Bellas Artes

Premios del Círculo de Bellas Artes / Andrés Gutiérrez

Tuvo la oportunidad de despedirse de sus nietas y de sus hijas Carlota y Claudia, luego le terminaron de sedar, y a esperar, una oportunidad final que sería su último consuelo. Este parte que recibo es también el último, procede de María Teresa Mariz Lojendio, que ha estado viniendo desde Madrid como Carlota y su niña, y me lo envía un gran amigo de la familia, como es Carlos Díaz-Bertrana.

Con ocasión de su cumpleaños hace unas semanas (70 años) me dijo que tenía la misma edad que Maud Westerdahl cuando murió, y que sin embargo su marido Eduardo Westerdahl lo había hecho a los 84, que era mucho tiempo ganado, pensando en él, para poder seguir haciendo cosas.

En efecto, perdía esa suerte de veranillo de San Martín del que habla Pascal Bruckner gracias a la prórroga que supone el aumento de la longevidad, que permitiría hacer lo que nunca había podido hacerse, o tener nuevos hijos, menores que los nietos. Pero él estaba colmado con Carlota y Claudia y las nietas de las que hablaba con verdadero arrobo, un mundo femenino envolvente, contando siempre con profundas lealtades femeninas.

En lo que a uno toca, conocer a Carlos Gaviño supuso mucho para mí; bajo, dijéramos, coordenadas de Heidegger, el arraigo a la tierra, que yo traía del País vasco, gracias a él, hizo que mudara en apropiación/apertura del mundo. Con una escenografía muy singular, yo pertenecía a la comitiva, que con sus hijas él dirigía -con traje blanco, boquilla y abanico-, y desfilaba de la calle La Rosa al Círculo de Bellas Artes a inauguraciones, a mí me había nombrado secretario (del Círculo). Los asistentes que formaban parte de la clase media ilustrada local, resultaban muy tolerantes: Carlos podía soltarlas pardas, beber demasiado, provocar, ser pedante y hostil, amén de muy ocurrente con momentos afiladísimos, que la buena sociedad de la institución aceptaba sin inmutarse. Lo que yo no entendía, comparado con mi tierra de procedencia, y fue dato sociológico de Canarias: la permisividad, liberalismo, aceptación del otro y la impugnación, ausencia de normativismo social y moralismo. Esto también se lo debo a Carlos, no solo arte y cultura, también sociología empírica. Algunas se enamoraban del personaje, que solía corresponder: un caballero siempre. He visto a Antonio Saura o Cuixart rendir pleitesía a Carlos, pero también hacerlo al lumpenproletariat amaneciendo en el mercado. Cuando la movida de los 80, Carlos poeta, crítico de arte y monarca de la noche: ante él, todos súbditos. Tan brillante y culto, provocador divertidísimo. Histórico presidente del Círculo de Bellas Artes. Y editor muy eximio. La cultura canaria queda en deuda con él.

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