Adiós a Ana Cabrera Lugo
En los años 80 del siglo pasado la modelo desfiló para los diseñadores y marcas internacionales más importantes en las pasarelas de Madrid, París, Milán o Roma
El cruce entre la calle Garachico y la calle Real de Santa Cruz de La Palma está marcado por la presencia de una tienda singular, La Sastrería. Quizás la primera boutique de ropa de mujer con la que contó Santa Cruz de La Palma y en la que la presencia de quien la regentaba daba más elegancia y glamour a las prendas que allí se podían adquirir.
Allí, Ana Cabrera Lugo irradiaba una luz que se apagó el pasado lunes. Su DNI fijaba su edad en los 62 años, pero su imagen era mucho más cercana a la de jóvenes y mujeres algunas generaciones menores que buscaban en su establecimiento prendas de primera línea.
Una mujer de 1,80, pelo rubio ensortijado y una sonrisa enorme. Su madurez no ocultaba la belleza singular de su presencia, y dejaba entrever un pasado cercano a la industria que le permitía seguir sobreviviendo. Fue una pionera de la moda palmera, algo que ahora se empeñan las administraciones en impulsar a base de inversiones, pero que, en su momento, a principios de los años 80 del siglo pasado, en una sociedad conservadora como la palmera, supuso un proceso de distensión con quienes la rodeaban y a veces poco entendido.
Ella lo tenía claro, y sus condiciones físicas y mentales se lo permitían, convirtiéndose en la primera palmera en desarrollar una carrera internacional integral vinculada a la moda. Pasarelas como las de Madrid, París, Milán o Roma recibieron a Ana. También viajó a México, y prestigiosas marcas de esa década contaron con su imagen como reclamo, entre ellas incluso El Corte Inglés.
Diseñadores como Manuel Piña, Juan Mánez, Roberto Verino, Antonio Alvarado o incluso Chanel contaron con la figura de Ana Cabrera, que la llevaron a publicaciones especializadas como la propia revista Elle. Con anterioridad a su experiencia en la moda, una joven Ana fue también una pionera del cine, participando en producciones realizadas en la propia Isla en las que se narraban principalmente hazañas y leyendas de los antiguos pobladores palmeros.
La anécdota de su vida, con la que quizás quienes menos la conocían se quedan, es con su relación con el diseñador Manolo Blahnik. La Sastrería de Ana era siempre lugar de visita de este palmero ilustre, quien además cedía prendas y diseños a esta tienda para mostrarlos e incluso servir de reclamo para beneficio de su amiga. Incluso, el logotipo de marca de la tienda, que podrá seguir siendo contemplado en la fachada de la casa que acoge la tienda y la vivienda de Ana, fue diseño del afamado peletero.
Y es que Ana destacaba la amistad sobre todas las cosas, siendo una de las mayores penas que marcaron su corazón la muerte de su amigo Lan, con quien compartía el amor por la moda.
El fallecimiento de Ana no sólo deja un vacío en sus hermanos Alejo, José Paco y Maribel, también en toda la sociedad de la Isla, que a través de diferentes medios ha expresado muestras de pesar público por su pérdida. Incluso, para muchas personas, su muerte ha supuesto conocer algunos aspectos de la vida de Ana que eran totalmente desconocidos.
Entre quienes han querido trasladar sus muestras de pesar está una de las principales figuras palmeras de esa industria que tanto dio a Ana. Hablamos de la diseñadora palmera Paloma Suárez, quien confiesa que su corazón «se ha quedado frío» al enterarse «de la partida» de la que califica como «querida y admirada amiga».
«Siendo muy pequeña descubrí su maravillosa tienda y desde aquel momento me enamoré de ella con su sonrisa sanadora y de la magia que desprendía aquel lugar», recuerda. El que califica como «su santuario» es un lugar al que cada vez que Paloma Suárez visitaba La Palma acudía, donde conocía las anécdotas de la vida de Ana, que le resultaban «apasionantes». Ahora le quedarán para el recuerdo «sus cálidos y tiernos abrazos, su sonrisa amable y contagiosa, su apoyo incondicional desde el primer día».
Los restos de Ana Cabrera Lugo fueron incinerados este miércoles en la Isla, pero para en la memoria quedará para siempre la elegancia del cruce entre la calle Garachico y la calle Real.
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