La invasión rusa

El correo de las botas y mochilas para los soldados de Ucrania

Se multiplica entre los refugiados ucranianos la demanda de material militar de protección para enviar a sus familiares en el frente

Militares ucranianos portan vestimentas enviadas por sus familias desde Madrid.

Militares ucranianos portan vestimentas enviadas por sus familias desde Madrid.

Juan José Fernández

Mil euros en monedas de un euro pesan cinco kilos y cuarto. Lo saben en la tienda de efectos militares Ranger de la Ribera de Curtidores de Madrid desde que, una tarde de marzo de 2022, se presentó un cura con un bolsón y 1.600 euros de una colecta recogida moneda a moneda. Venía a comprar material defensivo para enviar a los familiares que su feligresía de ucranianos –la mayoría ucranianas- tiene en el frente.

El sacerdote compró uniformes mimetizados, botas y ropa militar de abrigo. Los dependientes no sabían cómo contar tanta moneda, así que preguntaron en un Mercadona. Allí les recomendaron: “Pesadlas”. Y fue entonces cuando Álex, uno de los responsables del establecimiento, terminó de constatar el fenómeno que venía días produciéndose: camisetas de combate, pantalones con muchos bolsillos, botas resistentes y de secado rápido, guantes tácticos, gafas balísticas, portacargadores, rodilleras, chalecos antibalas… material que antes de la guerra solo compraban militares, policías y aficionados a los juegos de AirSoft se vendía cada vez más y más rápido.

Hoy es sostenido el goteo, tanto que escasean en las tiendas del sector las botas Lowa, y se han acabado, sin repuesto por el momento, ciertas prendas polares de fibra reciclada y los sacos de dormir aptos para intemperies a bajo cero.

Una ola de envíos a Ucrania que no para agota los mismos anaqueles en comercios especializados en toda Europa, confirman en los que ha preguntado EL PERIÓDICO en Madrid y Barcelona.

Furgonetas

El fenómeno comenzó hace un año, a la semana de que los tanques rusos irrumpieran en territorio ucraniano. “Al principio aparecían unos pocos, en goteo, personas muy discretas, hablando bajito, con acento ruso. Algunos eran unos albañiles que llevan tiempo en España y de los que siempre creí que eran rumanos…”, recuerda Álex.

No eran rusos ni rumanos, sino ucranianos. La primera movilización de la Defensa Territorial de Ucrania para hacer frente a una invasión que avanzaba por once puntos de entrada cogió a los reclutas y voluntarios sin equipo suficiente. Era marzo. Les faltaba de todo. El invierno no tenía visos de irse aún del noreste de Europa, y a España empezaban a llegar refugiados sin más recursos que los reunidos a toda prisa antes de huir de los misiles. Por eso lo primero que empezó a venderse eran prendas de abrigo baratas, unas mantas térmicas de 1,90 euros… hasta que comenzaron a pedir los sacos de dormir a bajo cero, cuyo coste ronda los 90.

Material militar de protección de los que compran los refugiados ucranianos en Madrid para enviar a Ucrania. Foto realizada en Ranger Rivera.

Material militar de protección de los que compran los refugiados ucranianos en Madrid para enviar a Ucrania. Foto realizada en Ranger Rivera. / José Luis Roca

Durante este año de guerra la dotación de uniformes, botas y material de protección ha crecido considerablemente en Ucrania con las donaciones de los gobiernos de los países occidentales. De hecho, uno de los primeros envíos de ayuda militar del Ministerio de Defensa incluía en la panza de un Airbus A400M del Ejército del Aire dos palés con 5.000 cascos de kevlar. Pero las familias siguen haciendo sus envíos un año después, porque la guerra devora material.

De diversos puntos de Madrid, cada jueves y cada viernes parten hacia Ucrania furgonetas con paquetes que remiten los parientes de forma particular. Ha de ser de esta manera, porque desde Kiev o Leópolis es inútil hacer pedidos por Amazon: ningún furgón de mensajería entrará en el país.

Cuando el material defensivo ha empezado a escasear en España –y en Francia, y en Reino Unido, y en Italia…- los familiares refugiados sí han tirado de Amazon u otros sistemas de televenta para comprar en Turquía y Grecia, traer a Occidente y desde aquí enviar en las furgonetas de ayuda camino de la zona de guerra.

Reunir 600 euros

Comprar cascos de kevlar no es posible si no es en una armería y con limitaciones. Pero sí se puede en las tiendas de militaria, incluso ahora, adquirir algo de lo que resultó ser más urgente: chalecos de protección antibala. Aunque las placas cerámicas grado 4 con las que rellenarlos son más difíciles de conseguir.

Una familia refugiada en Madrid o Barcelona con un padre, un hijo, una sobrina movilizados por el ejército ucraniano tiene que hacer un esfuerzo considerable para surtirle del material que echará en falta cuando llegue a las trincheras del Donbás.

Son 145 euros el chaleco sin placas, 190 euros un par de botas tácticas, 109 el uniforme Multicam, con el verde y el ocre que reproduce el color de las llanuras ucranianas, 15 euros unas rodilleras, 11,9 unas coderas, 35,95 unos guantes M-PACT, 15,50 los portacargadores, 79,90 unas gafas balísticas…

Todo eso sin contar más mantas térmicas, calcetines, camisetas, sacos de dormir “que son de lo primero que se desgasta y hay que reenviar”, indica David, otro de los dependientes de Ranger.

Cuesta 145 euros un chaleco antibalas, sin las placas, como este que compran los refugiados para sus parientes movilizados en Ucrania.

Cuesta 145 euros un chaleco antibalas, sin las placas, como este que compran los refugiados para sus parientes movilizados en Ucrania. / José Luis Roca

Las botas de la firma alemana Lowa son las que más escasean en todas las tiendas, entre otras razones porque la propia empresa ha desviado una notable porción de su producción a la guerra de Ucrania. Durante este año de guerra, las tallas más comunes del modelo Zephyr GTX de esa bota han llegado a tener lista de espera de seis meses.

En Morgan Surplus de Madrid, otra de las tiendas consultadas, indican otro producto que no se ha podido volver a reponer como antes de la guerra: las mochilas Miltec, también alemanas, con camuflaje diverso, cuyo precio ronda los 50 euros.

También botiquines

Los soldados de uno de los pelotones que la Defensa Territorial Ucraniana desperdigó por sus bosques enviaron a la tienda Ranger una foto vistiendo el material enviado por sus familiares refugiados en Madrid. Ahora, al cumplirse un año, han mandado ellos allí como regalo una bandera ucraniana firmada, que cuelga del techo.

Cuenta uno de los responsables del comercio que, al poco de comenzar los bombardeos sobre ciudades de Ucrania, “teníamos cientos de personas aquí, también muchos españoles que querían ayudar”. Colaborar, por ejemplo, enviano ifacks. Así es como llaman en el argot a los botiquines ligeros, que se pueden llevar adheridos a la mochila. 

En su mayor parte, todo esto es material importado por empresas madrileñas, alavesas y catalanas. Viene de China. A mediados del año pasado, con la guerra a toda máquina en Ucrania, se rompieron cadenas de suministro y la carencia se hizo aún mayor, y las familias de refugiados se cruzaban en llamadas a comercios de todo el país. “Aquí también, por supuesto”, relata un responsable de Gi-JOE Barcelona. La tienda de la Ronda de Sant Antoni es una de las más destacadas en la venta del “material surplus”, excedente de los ejércitos.

“De repente había una logística brutal de estas cosas”, explican, pero prefieren en la tienda barcelonesa no decir qué escasea en estos momentos, porque “lo mejor que podemos hacer para ayudar es no hablar de más, ya me entiendes”.

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