El calor y la sequía amenazan el futuro de las papas, uvas y lechugas canarias

El incremento de las temperaturas pone en peligro los cultivos templados que depende de las lluvias

El campo deberá apostar por frutos tropicales

Un agricultor trabajando en sus cultivos de papas en Los Realejos, Tenerife.

Un agricultor trabajando en sus cultivos de papas en Los Realejos, Tenerife. / Carsten W. Lauritsen

Andrea Saavedra

Andrea Saavedra

Canarias, como el resto del planeta, se calienta cada vez más rápido. Las olas de calor son cada vez más frecuentes durante los meses de verano y las temperaturas medias escalan el termómetro año a año. Una situación que tiene consecuencias directas en la agricultura canaria y no todos los cultivos resisten igual el impacto. «El calor provoca que mucho frutos se pierdan y en otros, adelanta las maduraciones», explica el secretario general de Asaga Canarias, Theo Hernando, quien asegura que en el caso de la papa se ha llegado a perder entre el 50 y el 70% de la producción en muchas fincas de las Islas. También sufren las consecuencias del cambio climático los frutales templados que requieren de una «parada vegetativa» de frío en invierno para crecer con fuerza. Es el caso de las viñas.

Las olas de calor pueden estropear las cosechas, pero es la sequía el factor determinante en la pérdida de los cultivos que existen en las Islas, sobre todo en aquellos que se plantan al aire libre, como ocurre con las papas. «Ahora vamos a empezar a plantar las papas para Navidad, pero las temperaturas y la falta de agua van a afectar a los cultivos y no llegarán a esa época», lamenta Hernando. Y también lo sufren otros productos. «Los hortícolas como las lechugas requieren de agua y si no hay, se abandonan y se pierden», afirma el ingeniero agrónomo de la empresa Agroingenia, Teiste Delgado.

«Se achicharran»

Los olas de calor en verano también estropean otras plantaciones al sol de sandias, mangos o papayas que se encuentren en el exterior. «Se achicharran y se queman muchas frutas», explica Hernando. También se dan cambios en aquellos cultivos que se encuentran en pleno proceso de maduración como es el caso de los aguacates de piel lisa que empiezan ahora a madurar para septiembre.

«Se empiezan a ver quemaduras en la producción y los árboles tiran frutos», afirma Hernando. Y esto ocurre justo cuando el aguacate está en sus picos de precio más altos, rozando los 15 euros el kilo en los supermercados, debido a la escasa oferta. «Estamos en un impasse entre campañas y no se pueden traer del exterior porque tenemos una protección fitosanitaria rigurosa para que no entren plagas», explica el representante de Asaga.

La subida de temperaturas provoca que el desarrollo del cultivo se adelante, lo que desequilibra el mercado y la planificación del sector. Ocurre con los plátanos. El calor ha generado un exceso de producción en los meses de verano que, unido a la limitada demanda, obliga a los plataneros a realizar picas –retirada del grandes cantidades del producto– para que no se hundan los precios. El excedente acaba en organizaciones sin ánimo de lucro, otros mercados como Marruecos y convertido en comida para ganado.

Mejorar el acceso a los recursos hídricos, principal reto para la supervivencia del sector en las Islas

La uva es otra de las frutas más sensibles ante los cambios de temperatura. Ya desde hace años los productores han tenido que adelantar las cosechas en el Archipiélago como consecuencia del calor. «La subida de temperaturas estresa a la planta y no permite que se desarrolle cómodamente», explica uno de los propietarios de Vinófilos, Mario Reyes, quien asegura que la situación puede acabar provocando una merma en la calidad del producto. Esto genera «miedo» en los agricultores que muchas veces, por el temor a que se produzca una ola de calor que acabe con parte de la producción, adelantan la vendimia. «El miedo nos lleva a vendimiar en un punto que no sabemos si al final es el más adecuado para obtener el mejor resultado posible», aclara Reyes. Esto puede llevar a no conseguir el grado alcohólico que se busca.

Otro de los problemas en las viñas es la desaparición de la «parada vegetativa» necesaria para cumplir con su ciclo de producción. Un periodo de frío que, con la subida de temperaturas, está desapareciendo. Y esto no solo ocurre con las viñas, ocurre con muchos frutales templados que necesitan de esa temporada para coger fuerza para brotar. «Ya hay agricultores cambiando de finca a una zona con más altitud para conseguir mejorar las condiciones de los cultivos», apunta Hernando.

En cambio, los cultivo tropicales y subtropicales llevan mejor el alza de las temperaturas. «El mango, la papaya, la piña tropical son algunas variedades que están más adaptadas a este tipo de temperaturas con humedades altas», afirma Hernando.

Los cultivos de invernaderos también resisten mejor la inclemencias del tiempo. Los pepinos, pimientos y tomates que crecen a cubierto esquivan las consecuencias que producen las subidas de temperaturas. «Hay productores que en interior pueden controlar la atmósfera, la temperatura y conseguir que la producción sufra menos», explica Delgado.

El futuro pasa por buscar especies más resistentes y modernizar las técnicas de cultivo

Pero el principal reto del futuro para que las plantaciones canarias resistan al aumento de las temperaturas y sobrevivan pasa, sí o sí, por mejorar el acceso al agua. «La demanda de agua para las cosechas crece con el calor, por lo que es determinante y prioritario solucionar todos los problemas que existen en las Islas con el acceso al agua», reclama Hernando, quien asegura que sin agua «Canarias sería un desierto». El Archipiélago tiene experiencia con la desalación de agua, pero según el representante de Asaga, existe un déficit de infraestructuras en el que se debe trabajar. Además, hay que favorecer el uso de aguas regeneradas, modernizar las conducciones y las líneas de suministro.

El futuro también pasa por apostar por variedades que resistan mejor el calor y trabajar en la tecnificación y modernización de las plantaciones para hacerlas más sostenibles y eficientes. Carlos Álvarez, colaborador científico del Instituto Canario de Investigaciones Agrarias (ICIA), trabaja precisamente en varios proyectos vinculados a la monitorización de los cultivos para mejorar el regadío en plataneras y aguacateros. «Utilizamos también tecnología para descubrir si la planta está estresada y mejorar las recomendaciones según las distintas épocas», explica el investigador, quien asegura que la mayoría de las especies colapsan cuando se superan los 33 grados al no poder realizar la fotosíntesis.

¿El problema de la tecnificación del sector? Implica una inversión económica que no todos los agricultores pueden permitirse, sobre todo los pequeños productores con fincas no muy extensas. «Las grandes empresas y las medianas ya son conscientes de que deben adaptarse a las nuevas condiciones, los pequeños con técnicas primarias son los que más sufrirán por la pérdida de rendimiento», adelanta Delgado. Además el incremento de las temperatura requiere un mayor gasto fitosanitario ya que el calor favorece el crecimiento y la proliferación de hongos, insectos y plagas que afectan a los cultivos canarios. 

La superficie cultivada cae un 16,4% en 20 años

Canarias pierde superficie cultivada desde hace más de dos décadas. Así los reflejan los datos de la Consejería de Agricultura del Gobierno de Canarias que apuntan a que en la actualidad hay 44.860,51 hectáreas de superficie cultivada, 9.821,56 menos que hace 20 años cuando se registraron 53.682,07 hectáreas. Esto supone una pérdida del 16,43% del campo canario. Los datos de superficie no cultivada son mayores, el Archipiélago cuenta actualmente con 75.704,17 hectáreas sin cultivos. Lo que significa que el 63% del total de superficie agrícola útil en las Islas está abandonada. En el ranking por islas, Tenerife se mantiene como la que mayor superficie cultivada presenta con más de 18.500 hectáreas cultivadas, le sigue Gran Canaria con más de 11.000 y Lanzarote con más de 7.000 hectáreas. Precisamente esta última es la región que más territorio cultivado ha perdido en los últimos 20 años, con 2.701 hectáreas menos. La única isla canaria que presenta un balance positivo en los datos es Fuerteventura, con 228 hectáreas más que en el año 2003. La Gomera se mantiene en el tiempo como la isla con menor superficie agrícola cultivada con solo 632,34 hectáreas.

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