La conquista de Siete Palmas llevó al aeropuerto a centenares de seguidores blanquiazules que luego decidieron continuar la fiesta en el Heliodoro, donde el capitán Aitor Sanz se dirigió a ellos para darles «infinitas gracias».

El destino le debía una al Tenerife, que hace cinco años claudicó en Getafe en una muy fatídica eliminatoria de los playoff que dejó orgullo y desolación a partes iguales. El equipo perdió e hincó la rodilla en el Coliseum, pero la afición respondió de manera inconmensurable y –de forma espontánea– acudió a Los Rodeos a agradecer a futbolistas y entrenador el esfuerzo ímprobo que habían hecho por devolver la ilusión al tinerfeñismo.

Nadie podía presagiar que justamente el aeródromo de Tenerife Norte se iba a convertir un lustro después en el escenario de otra apoteosis blanquiazul, ahora con el signo de la victoria aunque sin el ascenso asegurado. Tal fue el impacto de la eliminación de Las Palmas a manos de un inmenso Tenerife –ganador en los dos partidos– que la feligresía del Heliodoro decidió congregarse a la llegada del equipo para celebrar el éxito como si fuese un ascenso.

Las imágenes quedan para la posteridad. La pregunta que más se repitió desde que se confirmó fue la misma en todas las redes sociales, medios de comunicación y plataformas: «¿A qué hora llega el equipo?». Y a la respuesta le acompañó cierto halo de incertidumbre, porque hasta el último momento no pudo confirmarse si aterrizaría en Los Rodeos o el vuelo sería desviado al Reina Sofía.

Los jugadores recibieron mensajes de cariño y apoyo desde el autocar que les llevó al Heliodoro. | | ANDRÉS GUTIÉRREZ

El final de la maratoniana jornada de derbi, felicidad y victoria fue perfecto. Por los pelos, pero logró el comandante tomar tierra en Tenerife Norte, donde la expectación fue in crescendo y la cifra de pacientes espectadores se dobló en apenas unos minutos. La fiesta fue total cuando la muchedumbre vio salir a los héroes y gladiadores de Siete Palmas, garantes de esfuerzo y solidaridad en la rúbrica de un triunfo superlativo.

La noche arrojó estampas impresionantes. Una de ellas, el gesto de complicidad de Juan Carlos Cordero con su superior, Miguel Concepción. Ambos están llamados a llegar pronto a un feliz acuerdo para que el director deportivo siga tanto tiempo como quiera. Él ha sido uno de los nombres propios de esta temporada inolvidable. También, y por supuesto, Ramis, que hacía una videollamada a sus familiares para compartir tanta felicidad.

Postales de felicidad

Lo propio hacían muchos de los presentes en Los Rodeos, que quisieron dedicar su tiempo junto a sus ídolos para reivindicar su tinerfeñismo. Mucho más que al escarnio y mofa del eterno rival, aunque algunos cánticos sí se dirigieron a la orilla vecina, a Jonathan Viera, a Jesé y a Miguel Ángel Ramírez, los tres blancos predilectos de la afición blanquiazul. El tiempo se pasó volando hasta que aterrizó la expedición, donde Mollejo hizo las veces de animador y líder de la celebración.

Sonaron sirenas en Los Rodeos en señal de victoria y el de Alcázar de San Juan se puso a bailar. Soriano grababa, José León estaba pletórico y Aitor Sanz –capitán general– sería quien tomase la palabra –ya en el Heliodoro– para dar las gracias, con mayúsculas, a toda la afición y al despliegue multitudinario de pasión, entusiasmo e ilusiones compartidas. Habló el madrileño y lo hizo en idéntico escenario al de la despedida de la mañana, el balcón de Tribuna, que se convirtió en la última estación –a la 1:30 de la madrugada– de una celebración memorable. «Os damos infinitas gracias», verbalizó Aitor, «pero queremos más». Sus palabras fueron aplaudidas mientras bengalas, bufandas y banderas se desplegaban en una fiesta sin precedentes en largo tiempo. Ha vuelto el tinerfeñismo. Lo ha hecho a lo grande.

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