A solo dos pasos del ascenso. El CD Tenerife ha eliminado a la UD Las Palmas tras ganar de nuevo (1-2) en el partido de vuelta de la primera eliminatoria por subir a Primera División. El equipo blanquiazul vio como el duelo disputado en el Estadio de Gran Canaria se le puso muy pronto de cara gracias a un tanto en el minuto 4 de Enric Gallego, que aprovechó una mala salida de Álvaro Valles.

Bajo un guion hecho a su medida, un gol tempranero, la lesión del mejor jugador del rival en el minuto 40 y sentenciando antes del descanso, el Tenerife se clasificó ayer para la final de la promoción de ascenso a Primera División. Como en 2017, los blanquiazules vuelven a estar a dos partidos de la máxima categoría. Su adversario saldrá del ganador de la semifinal entre Eibar y Girona que se resolverá hoy con ventaja de los guipuzcoanos por el 0-1 de la ida. No fue un éxito cualquiera. No solo una clasificación para la final de una promoción, sin más. Que ya es mucho. Demasiado para un equipo que no comenzó dentro del grupo de favoritos.

Fueron dos victorias conseguidas en dos derbis históricos, el miércoles en el Heliodoro (1-0) y ayer en el Gran Canaria (1-2), en un choque de estilos en el que, independientemente de los gustos, triunfó el que, visto lo visto, pareció más adecuado para una eliminatoria ganada por el Tenerife a su manera, sin fisuras y con autoridad. Entre los inicios imaginados del clásico de la vuelta del playoff, había cogido peso uno en el que la UD Las Palmas saliera arrollando al Tenerife, a poner la eliminatoria de su lado lo más pronto posible. Pero no fue así. Los blanquiazules ejecutaron enseguida un fútbol directo para que todo lo que pudiera ocurrir, sucediera en el campo contrario.

Contra casi todo pronóstico, el primer remate y el primer córner, fueron tinerfeños. Gallego avisó con una volea que fue a parar a las manos de Valles y, poco después, llegó un saque de esquina que dio paso al 1-0. Lo sacó Alexandre, despejó el portero, controló Aitor, enlazó con el compañero que había iniciado la acción y este metió un centro que cazó por alto Gallego adelantándose al guardameta. Navas trató de evitar que la pelota entrara en la meta, pero no tuvo éxito. González Esteban dejó seguir el juego, pensando que el balón no había cruzado la línea, pero la posterior revisión de la acción no dejó dudas. A los tres minutos, el Tenerife ya ganaba en el estadio Gran Canaria. La Unión Deportiva intentó no acusar el impacto.

Pese al contratiempo, estaba a dos goles de pasar la eliminatoria. Pero su juego de elaboración, pausado, más horizontal que vertical, por momentos dependiente de Jonathan Viera, no estaba siendo nada productivo. Como si de una repetición del encuentro de ida se tratara, el Tenerife era superior haciendo lo que mejor sabe hacer. No necesitaba tener el balón. Presionaba con intensidad y con disciplina, competía al límite. Era ganador en la mayoría de los duelos, y si no, recurría a las faltas.

No se descomponía, no fallaba. Por contra, la Unión Deportiva no hacia daño y, lo que era peor para sus intereses, ofrecía dudas atrás. Cada vez que el Tenerife se adentraba en territorio amarillo, daba la sensación de que algo podía pasar, en gran medida por errores no forzados de los centrocampistas y los defensas. Dadas las circunstancias, tampoco sorprendió que la Unión Deportiva no tirara a puerta hasta el minuto 7. Una volea de Moleiro que atajó Soriano con seguridad.

Muy poco para un equipo obligado a generar ocasiones, a poner en aprietos a su oponente. Buena señal para un Tenerife bien plantado, muy competitivo. Daba la impresión de que el conjunto de Pimienta estaba siendo víctima de su idea, todo lo contrario que su rival. Las Palmas tocaba y tocaba, pero sin filo. No debía ser nada fácil teniendo enfrente a un contrincante tan disciplinado y firme en defensa, la gran virtud del Tenerife de Ramis, pero no la única. Porque con nada, se plantaba en el área contraria y rozaba el segundo gol. Como cuando Mario conectó con Gallego, que no controló para quedarse solo ante de Valles (12’). Esos zarpazos dejaban heridas en la seguridad defensiva amarilla, mientras que Viera asumía la casi toda la responsabilidad para intentar desequilibrar un pulso que había empezado siendo tinerfeño.

El talento del 21 no era suficiente para que la Unión Deportiva completara un ataque limpio. Ya fuera por la anticipación de los visitantes, por faltas, por ese último pase que sobra o por imprecisiones, Las Palmas no lograba hallar el camino ante un Tenerife cómodo en ese papel. Con el paso de los minutos, esa tendencia se fue acentuando por su propio peso. Por empuje, por insistencia, la Unión Deportiva fue acorralando al equipo de Ramis, que se defendía como podía, o como sabía. De paso, había dejado de estirarse. Apenas le duraba el balón y ya no enlazaba con los delanteros. Un problema menor para el Tenerife. En otro momento clave, las dificultades crecieron para los amarillos por un golpe inesperado, esta vez en forma de lesión, la de su capitán, su líder, el abanderado del estilo. De repente, Viera, se sentó y pidió el cambio.

Salió dando la impresión de que había sufrido un pinchazo muscular. Otro mazazo que enfrió aún más el ambiente, menos en el sector tinerfeños. Las mala noticias en el primer tiempo no habían terminado para los locales. Cuando todo indicaba que el encuentro iba a llegar al descanso sin más novedades, en el tiempo de alargue, el aplicado por la lesión de Viera, Navas golpeó con el codo a Mollejo dentro del área, en un salto, y cometió falta. Tras la advertencia del árbitro del VAR, González Esteban analizó la jugada en el monitor y pitó la pena máxima. Gallego lanzó desde los once metros y marcó. Valles adivinó la intención del delantero, pero no logró atrapar el balón. El 0-2 ya sí tenía pinta de definitivo. Las Palmas, sin Jonathan Viera, tenía que marcarle tres tantos al segundo equipo menos goleado de la temporada regular de Segunda. Quién lo iba a imaginar tratándose de un duelo de tanta relevancia y, en teoría, tan igualado, con dos modelos de juego opuestos, pero sin un claro ganador en el origen.

De ahí en adelante, Las Palmas, se aferró a un milagro, pero se notaba que la fe ya no era la misma. Normal. Solo creyó en la remontada cuando, a falta de 19 minutos para el 90, Curbelo batió a Soriano con un remate de cabeza, anticipándose a Mellot. El estadio rugió y la Unión Deportiva echó el resto, pero ya fue un querer y no poder, con el cronómetro corriendo en su contra. Y con un Tenerife que no solo defiende bien, sino que tira de oficio cuando le hace falta. Así, fue enfriando el impulso amarillo para terminar de domar el partido, incluso con alguna ocasión para volver a anotar: un mano a mano de Elady que no finalizó bien. Una falta directa lanzada por Lemos en el 90’ fue la última esperanza para una Unión Deportiva a la que se le termina la temporada y que repetirá en Segunda División. Al final, no fue tan mal negocio que el rival del playoff fuera el equipo amarillo y que el segundo partido se disputara a domicilio. El Tenerife se jugará el ascenso los dos próximos fines de semana. La Primera es posible.