Si el CD Tenerife consagra sus partidos a defender bien es porque su nivel ofensivo es de los peores de la categoría. Lo dice la cifra de goles a favor (es el cuarto peor) y lo escenifica en ejercicios de impotencia y frustración como el de ayer en Montilivi. Perdió porque cometió un error que concedió el único gol del duelo al Girona, pero también porque genera poco, casi nada, en ataque y finaliza mal si no es Fran Sol el rematador. Ni cuando su plan de partido parecía funcionar, en la primera media hora, ni cuando el rival se echó atrás para proteger su ventaja, en la recta final, fue capaz siquiera de poner en apuros a Juan Carlos.

Esa falta de producción ofensiva explica, no solo su clasificación actual, sino que haya sido incapaz de remontar un solo duelo en las 37 jornadas disputadas. La salvación, después de la invitación a la siesta de ayer, aún está por certificar. Y el siguiente visitante del Heliodoro es un candidato al ascenso a Primera. El asunto no da para preocuparse en exceso, porque los hay peores, pero este final de campaña amenaza con lastrar el inicio de la siguiente si Luis Miguel Ramis no encuentra la forma de ofrecer al resignado aficionado algo más de lo que ve cada vez que se pone delante de la televisión.

No quiso el preparador blanquiazul tocar gran cosa en el once, al que volvió Carlos Pomares cumplida su sanción. Tuvo que elegir mediocentro por la ausencia de Javi Alonso y se decantó por Sergio González en lugar del desafortunado Alberto. Respondía al plan de partido. Consciente como era el técnico blanquiazul de la capacidad para la circulación del rival, quería incomodar en bloque medio y lanzar contras. Situado en un 3-5-2 que le venía funcionando bien el Girona, la presencia de Valera debía convertirse en un puñal allí donde sufre, a la espalda de los carrileros largos.

Pareció funcionar en el arranque porque las primeras aproximaciones fueron insulares. Lo intentó Valera desde la frontal (9’), Kakabadze también desde lejos (10’), como Vada más tarde (20’). Pero hasta ahí llegaba la capacidad de un Tenerife que se apagaba en la frontal del área, como una batería de móvil que agoniza. Entreteniendo el balón cuando la jugada pedía verticalidad, buscando apoyos cuando obligaba a arriesgar, eligiendo mal para finalizar. Un desastre desesperante. Y con los que la hinchada considera los buenos sobre el césped.

Eso sí, defendía a las mil maravillas cada ataque estático de los catalanes el Tenerife. Es más, estos empezaban a desesperarse y a cometer errores en las entregas. En estas se lesionó Carlos Ruiz, en un córner a favor. Entró Alberto en su lugar. Y en un córner en contra que jamás debió ceder Sipcic, se fue al garete el plan de Ramis. Despejó Pomares en el primer palo, no se activó Shashoua para el rechace y lo ganó Franquesa, que la puso en la escuadra (32’).

Era el segundo gol que encajaba el cuadro tinerfeño en un saque de esquina, suerte que suele repeler bien, pero sí se podrían encontrar similitudes recientes con un problema a solucionar: la lína de rechaces. Porque el asunto ha costado puntos, muchos, en la segunda vuelta.

Tocaba nadar a contracorriente. Ante un rival que necesita los espacios que a partir de ahí iba a dejar el Tenerife y sabiendo que, en las 36 jornadas anteriores, ha sido incapaz de remontar un resultado en contra. Quizás por eso, acusaron el golpe los visitantes. Tanto que Stuani estuvo a punto de ampliar la renta, después de recibir de Franquesa, en un mano a mano que abortó el recién renovado Dani Hernández (35’).

El descanso con la ventaja mínima para los locales no fue mala noticia para el Tenerife. Debió sacudir el técnico insular a los suyos, que salieron animados al césped y remataron hasta en tres ocasiones en el primer cuarto de hora. Primero Sipcic, al que se le resiste el gol, en una segunda jugada después de un córner (48’). Luego Shashoua, que remató alto después de hacer una pared con Fran Sol (52’). Y por último, con los papeles cambiados, el de Vicálvaro cabeceando alto un centro del mediapunta inglés (56’). Ahí se agotó la escuadra blanquiazul, que perdió el fuelle inicial. Intervino entonces el banquillo para dar entrada a Nono, Apeh y Shaq Moore.

El paso atrás del Girona era ya indisimulable. Dani Hernández fue un espectador en los segundos 45 minutos. El asunto da para explicar también el nivel de esta Segunda. Si el conjunto catalán, con lo que tiene en plantilla, juega así es que igual no se puede hacer mucho mejor en esta Liga.

El caso es que el balón fue siempre tinerfeño. Pero el ejercicio de errores en los controles, los pases o los intentos de remates llegó a resultar casi hilarante para el espectador neutral. El aficionado insular, en cambio, solo pudo enfadarse viendo a Manu Apeh resbalarse o pegarle al aire en lugar de al balón, a Vada equivocarse o a Nono intentarlo, una y otra vez, sin éxito.

El único remate visitante fue de Pomares, en el 81, y no despertó ni el uy en la zona de suplentes. Yan Couto hizo el del Girona en el único desajuste del Tenerife en ese último tramo. El mérito que no se puede discutir es la intención. Porque los insulares siempre quisieron. Lo buscaron hasta el final, pero con la falta de nivel que les caracteriza. La que ha lastrado el proyecto 20/21 del conjunto blanquiazul durante toda la temporada. Y quedan cinco jornadas, en las que conviene sumar alguna victoria y hacerse el menor daño posible para no lastrar también el siguiente.