Marcó la historia del club, fue como un padre para los jugadores, nos convenció de que podíamos hacer algo grande, se convirtió en el líder desde el primer momento, nos ganó a todos... Son algunas de las reflexiones en torno a Benito Joanet que compartieron ayer futbolistas que formaron parte de la plantilla del Tenerife en la temporada 88/89, la del segundo ascenso del club a Primera, la que llevará para siempre por delante el nombre del entrenador fallecido el domingo a los 84 años de edad.

El capitán en la campaña que acabó con el triunfo en la eliminatoria ante el Betis, David Amaral, se queda con la "honestidad, la profesionalidad y calidad humana" de un técnico que "marcó mucho al Tenerife, a la gente del fútbol" y al propio exjugador. Entre otras cosas, destaca su talante en el conflicto que surgió antes del partido de ida del playoff por un desacuerdo con la directiva a causa de la negociación de las primas. "Ese fue un antes y un después", indica refiriéndose al paso que dieron los jugadores de abandonar la concentración en el hotel Maritim. "Le comentamos que habíamos tomado esa decisión y le aseguramos que íbamos a salir al campo todavía con más ganas. Nos fuimos pensando que las cosas se pudieron hacer de otra manera, pero eso nos dio un impulso extra sabiendo lo que nos estábamos jugando y que lo que se estaba diciendo no era todo verdad. Tiramos para delante y todo salió a pedir de boca", cuenta David, a quien Benito invitaba siempre a intervenir después de cada charla. "Tenía la costumbre de preguntarme si quería decir algo, y en ese partido ante el Betis en el Heliodoro nos fundimos en un abrazo que me llevaré hasta el final de mi vida", revela Amaral convencido de que el Tenerife "estará marcado siempre" por la figura de Joanet.

La 'equivocación' con Toño

Otro protagonista de la aquella temporada fue Toño Hernández, quien se llevó "un palo muy grande" al recibir la noticia de la muerte de un entrenador que "significó mucho para la plantilla, para la historia del club" y para él. Repasando momentos se le quiebra la voz al situarse en uno muy especial: 8 de enero de 1989, Heliodoro Rodríguez López. El Tenerife defendía el liderato ante el filial del Real Madrid. "Durante la semana me dijo que iba a jugar, pero llegó el día, dio la alineación y yo estaba fuera. Me puse nervioso y me eché a llorar. Me cogió la mano y me dijo que le pegara si quería, porque lo merecía, pero que debía tomar decisiones. Le respondí que no pasaba nada. Al final entré en la segunda parte, íbamos 0-0 y tuve la suerte de marcar el gol del triunfo. Lo primero que hice fue correr y abrazarme a él. Nos pusimos a llorar y en el vestuario, igual. Me comentó que no se había equivocado pero que, al mismo tiempo, sí lo había hecho. Le dije que él mandaba. Nos dimos un abrazo y nos fuimos para casa".

Precisamente, Toño llega a la conclusión de que una de las principales virtudes de Benito fue su capacidad para decir lo adecuado en el momento justo, su maestría para guiar al grupo. "Llevábamos 29 años sin llegar a la máxima categoría y él fue convenciéndonos de que podíamos, a pesar de que los primeros partidos fueron complicados. Sabía lo que quería de cada uno e intentaba corregir los errores para que fuésemos mejores; y así empezamos a creernos que, por lo menos, teníamos potencial para disputar un playoff". En esa línea, considera que "la parte más importante" de su inolvidable paso por el club estuvo en "convencer" a cada jugador de que su aportación era valiosa. "Nos llevó a su terreno y nos hizo creer que éramos mejores de lo que pensábamos, y eso es difícil en una plantilla de 25 jugadores", advierte Hernández con admiración, pues "de un equipo normal hizo uno grande y creyente de que los sueños se pueden lograr".

El codazo de Rincón

Otro titular habitual, Quique Medina, se quedó "en shock" al saber que Joanet se había ido para siempre; un técnico muy influyente en su carrera y, además, uno de sus profesores en el curso de entrenador. "Para el Tenerife, la Isla y el club, su trabajo marcó un antes y un después; hay que rendirle un homenaje por todas las alegrías que nos dio y lo que nos enseñó".

Fue un Tenerife que se acabó "pareciendo" al profesional que mandaba en el banquillo por su "jerarquía" y su habilidad para "gestionar al grupo y sacar lo máximo" de cada futbolista. "Hizo un equipazo de un grupo de futbolistas, fuimos de menos a más y cuando cogimos el ritmo, ya fue difícil que nos pararan, incluso en la promoción ante un rival tan potente como el Betis. Un porcentaje muy elevado de ese éxito se lo doy a él por la cercanía que tenía con el jugador y, a la vez, por su capacidad para exigirnos al máximo".

Quique jamás olvidará las conversaciones que mantuvo con Joanet "sobre la vida" y los consejos que daba tirando de su experiencia en el fútbol. "Tuvimos muchas charlas, pero también broncas. La última, en el partido de la promoción en Sevilla con el Betis. Después de recibir un codazo de Rincón, me empecé a sentir tan mal, que me acerqué a pedirle el cambio porque no podía más, pero él me decía: sí, vale, pero sigue jugando. Fueron las últimas palabras que me dirigió, profesionalmente, porque luego fue mi profesor en el curso de entrenadores. Ahí disfruté incluso más de él".

Ni Luis Aragonés ni Camacho

Uno de los fichajes de José Antonio Barrios, el secretario técnico que eligió a Joanet y confeccionó la plantilla, fue el defensa Nino Lema. La mala noticia del fallecimiento de su entrenador le llegó desde Uruguay, por parte del portero de aquel curso. "Me llamó Eduardo Belza para decírmelo, y me sorprendió, porque resido en Alicante y quedaba cada tres meses con el míster para hablar".

El vigués confiesa que siempre estará "en deuda" con Benito. "Al margen de la relación personal, que fue muy buena, como entrenador fue fundamental, porque se cruzó en mi camino cuando más necesitaba recuperar mi autoestima y, con ello, mi mejor nivel. Fue la persona que consiguió situarme en mi mejor posición. Se dio cuenta de que era marcador central y no lateral. A partir de ahí, mejoraron mi rendimiento y mi carrera. He tenido entrenadores con más nombre, como Luis Aragonés o Camacho, pero el mejor fue Benito Joanet, y no lo digo solo por un agradecimiento personal, sino por un agradecimiento profesional".

El preparador nacido en Esplugues de Llobregat no tardó en demostrar que era un "líder" para un Tenerife que no avanzó por un "camino de rosas" en la temporada 88/89. "La clave fue el liderazgo que tuvo Benito, pero no solo para cohesionar a todos los jugadores y formar un gran equipo, sino para estar en su sitio cuando el ascenso dejó de ser una quimera. Fue fundamental antes de la eliminatoria con el Betis, porque supo gestionar un conflicto que hubo en la plantilla. Se nos ha ido el míster, pero su obra queda ahí".

La fe en Isidro García

Los ejemplos de reconocimiento son unánimes por parte de los que convivieron con él en una campaña memorable. El orotavanse Isidro García aporta el suyo casi en nombre de todos los compañeros. "Empecé siendo suplente, pero al quinto partido me llamó y me dijo que de nada que me lo creyera, iba a jugar. Y así fue. Se calentaba, como cualquier entrenador, pero después era muy cercano y nos hablaba de tú a tú tranquilamente. Nos tenía ganados todos". Como expresó Lema en una de sus respuestas, se ha marchado el míster, pero queda una obra esencial en la historia de un club que, a continuación, abrió la puerta a su etapa más gloriosa, la de la década de los 90. Joanet colocó la llave.