El tinerfeño Iván Martín completa las seis Grandes Maratones mundiales: "No conozco a ningún canario que lo haya conseguido"

Este galletero profesor de autoescuela se estrenó en las 'Major' en Nueva York 2019 y ya ha completado las otras cinco pruebas

El círculo se cerró en Tokio el pasado 3 de marzo en su carrera más especial, la que completó junto a su padre de 69 años

Iván Martín posa con la medalla de 'finisher' de Tokio y la que obtuvo, en ese momento, por haber completado las seis grandes

Iván Martín posa con la medalla de 'finisher' de Tokio y la que obtuvo, en ese momento, por haber completado las seis grandes / E.D.

Iván Martín nació en Las Galletas, Arona, hace 45 años. Este profesor de autoescuela, tiene mujer y un niño de diez años. Comenzó a correr hacia 2010, pero no fue hasta 2014 cuando completó su primera maratón, la de Santa Cruz. Ya en 2019, Martín se lanzó a por su primer Major, así es como se conoce a las seis pruebas que cuentan con la denominación de Gran Maratón: Nueva York, Boston, Chicago, Tokio, Londres y Berlín. Fue en la Gran Manzana donde comenzó su travesía por los eventos más prestigiosos a nivel mundial. Un círculo que se cerró en Tokio el pasado 3 de marzo, cuando este corredor completó, en solo cinco años, y con una pandemia de por medio, un trayecto que solo los elegidos pueden atravesar: correr las seis grandes.

El running es, en la inmensa mayoría de los casos, un deporte amateur. De ahí que la poca concreción de los precedentes de semejante proeza en las Islas. “Yo no conozco a ningún canario que lo haya conseguido, pero, según me cuentan, debo ser el cuarto o el quinto”, reconoce el orgulloso protagonista de una manera tan natural que solo se justifica en el marco del deporte no profesional. Su principal objetivo no es ganar, sino disfrutar. De ahí que su gran preocupación sea ajustar sus entrenamientos y viajes de una forma que le permita “no robar” tiempo a su familia y que su mejor recuerdo sea precisamente en Tokio. No porque fuera en el país nipón en donde completó la hazaña, sino porque tuvo en su padre a un compañero de lujo. “Necesitaba a alguien que me acompañara y él se ofreció a venir. Yo le propuse que corriera conmigo y vi cómo se le iluminó la mirada. Cumplió 69 años en el viaje y se llama Pablo. Pablo Martín. Esperé dos horas a que llegara y fue muy emocionante. Nunca me había tocado estar al otro lado. Ser yo quien revisara continuamente los cronos y sentir el desespero de ver cómo avanzaba el tiempo. Se me hizo eterno. Por eso me quedo con Tokio. No pensé en mí, en lo que acababa de conseguir, solo podía pensar en mi padre”, cuenta emocionado.

Iván Martín posa junto a su padre tras completar la Maratón de Tokio

Iván Martín posa junto a su padre tras completar la Maratón de Tokio / E.D.

Martín reconoce que empezó sin expectativa alguna de completar los seis Grandes Maratones. Vivió “la película” de Nueva York y entró por sorteo en Berlín 2021. “Cuando tienes dos... ahí cambias el chip. Además, yo manejaba las marcas y podía entrar sin tener que pagar el dineral que piden los turoperadores. La diferencia es muy grande. Solo tuve que usar esa carta en Londres y Tokio y la diferencia se nota mucho. Correr una carrera de este tipo puede costar alrededor de 4.000 euros. Varía un poco según la prueba. De hecho, a veces hay hasta lista de espera. En Japón pasó porque llevaba años sin disputarse”.

El protagonista pasa “prácticamente todo el día en el coche” y, curiosamente, es salir a correr lo que le da fuerzas para volver al trabajo al día siguiente. “Necesitas el apoyo de la familia”, explica. “Cuando descanso los fines de semana madrugo mucho para llegar antes de que se despierten mi mujer y mi hijo. De esa forma ni se enteran de que me había marchado. Semanalmente entreno alrededor de 100 kilómetros, aunque también hago trabajo de prevención en el gimnasio”.

Rara avis en su campo, Iván destaca como corredor de asfalto en una tierra en la que lo normal sería haberse decantado por el trail. “Me lo preguntan mucho, pero yo no me veo. Al menos todavía. En Tenerife somos unos privilegiados. Hay recorridos de montaña que son maravillosos. En asfalto... es otra cosa. No queda más remedio que dar muchas vueltas. No hay muchas alternativas para encontrar un trayecto llano de 30 kilómetros sin tener que dar vueltas. Yo suelo entrenar en Costa del Silencio y en Palm-Mar”, lamenta.

El secreto de un maratoniano, a tenor de lo expresado por uno de los notables, no está en el tren inferior, en la fuerza ni en la capacidad pulmonar. De hecho, sin ser un músculo, es altamente complicado de trabajar. “Sin la cabeza es imposible. Primero para entrenar, para el día a día. Esa disciplina de aguantar en los días en los que no te apetece correr o ir al gimnasio. Y luego para el día de la carrera. Hay momentos en los que se pasa mal y las piernas te dicen basta. Ahí es cuando ser fuerte de cabeza puede marcar la diferencia”, expone.

Precisamente, de momentos complicados, también sabe este experimentado corredor. “Siempre puede pasar algo”. Déniz, por ejemplo, estuvo a punto de no participar en Boston 2022. Dio positivo en coronavirus 10 días antes de la prueba y necesitaba tres negativos antes de subirse al avión. Volaba el sábado y la buena noticia llegó a última hora. El viernes por la tarde. Marchó a Estados Unidos todavía convaleciente y con dudas sobre cómo reaccionaría su cuerpo al esfuerzo que se avecinaba. Batió su mejor registro después de una semana de enfermedad. Casi nada.

En Nueva York, mientras, le pudo “la euforia” del momento. “Salí muy rápido. Subí el primer puente muy rápido y lo bajé todavía más. A mitad de la carrera me di cuenta de que me había pasado de frenada e iba a tener que sufrir. A partir del kilómetro 30-35, comenzaron los calambres y me di cuenta de que iba a tener que sufrir para terminar. Y sufrí. Sufrí mucho”, apunta con una sonrisa irónica.

Las cosas del deporte, y de los deportistas, más allá de “el regalo de Boston” (donde pensaba que no podría correr) y de su emotiva experiencia paternofilial en Tokio, vivencias con una carga subjetiva incuestionable, es precisamente el neoyorquino el evento que recomendaría el tinerfeño a quien solo pudiera elegir una de las Majors. “A pesar de que fue la más dura para mí, diría que Nueva York. Estás como en una película. El ambiente de la ciudad, las calles... es increíble. Imagínate a más de dos millones de personas animándote durante la carrera. Un espectáculo”.

Completado el gran objetivo que tenía por delante, el destino depara al aronero un paso más. Sídney está muy cerca de obtener el distintivo que reconozca su maratón como una de las grandes y, aunque este año no podrá ser, septiembre de 2025 está marcado en rojo en el calendario. “Reconozco que llevo dos semanas con esa sensación. De felicidad, pero también de querer algo más. Si no es Sídney, buscaré algo más cerca. París está en mi cabeza y buscaría alguna europea más. En España las hay muy buenas. La de Valencia, por ejemplo, la he corrido en tres ocasiones”, concluye.