ANÁLISIS

La obra última de García Márquez

Santana es autor de ‘Ascent to glory’, una biografía de ‘Cien años de soledad’, y comisario de la exposición ‘García Márquez: la creación de un escritor global’

Gabriel García Márquez.

Gabriel García Márquez. / Efe

Álvaro Santana Acuña

Gracias a la publicación de En agosto nos vemos, la carrera literaria de Gabriel García Márquez tiene un principio y un final, y es posible pensar que acaso los personajes más memorables que creó sean mujeres, con excepción del coronel Aureliano Buendía.

Desde el inicio de su carrera en 1947, Gabo, como cariñosamente es conocido, escribió sobre toda clase de mujeres. Muchas lucharon contra los corsés sociales del patriarcado. Recordemos que tras morirse Úrsula Iguarán comenzó el fin de Macondo. ¿Y qué decir de Remedios, la bella, Eréndira, Fermina Daza o Sierva María? Esa lista la culmina Ana Magdalena Bach, la protagonista de En agosto nos vemos.

Esta novela es además necesaria ahora que la lucha por los derechos de la mujer está siendo atacada, incluso en los países del mal llamado primer mundo. Ojalá la historia del empoderamiento de Ana Magdalena abra los ojos de lectores allí donde el machismo es más popular que leer a García Márquez.

Para un artista, en su lucha contra el paso del tiempo, pocas circunstancias de la vida son tan dolorosas como la pérdida de su herramienta para crear arte. Beethoven estaba sordo sin remedio cuando, con unas pocas semanas por vivir, componía el primer movimiento de su décima sinfonía, que no terminó. Miguel Ángel, con sus manos deformadas y adoloridas por la osteoartritis, tallaba una escultura de la piedad, que dejó inacabada días antes de morir. Virginia Woolf no alcanzó a corregir la novela Entre actos, que escribió mientras escuchaba en su cabeza voces que, en vez de inspirarle más literatura, le empujaron al suicidio.

García Márquez, cuya memoria era su herramienta, sentía que se estaba desmemoriando conforme escribía En agosto nos vemos. Por suerte para la literatura, logró darle un final a la historia. Con su novela póstuma, Gabo se une al pequeño grupo de grandes artistas que nos regalaron heroicas e incompletas obras de arte.

Cada nuevo libro de García Márquez es esperado con expectación y polémica. En agosto nos vemos cumple esa vieja costumbre. Hay expectación porque la novela se lanza en cuarenta idiomas a la vez y el mismo día en todo el mundo, y hay polémica para quienes creen que nunca debió publicarse. En realidad, es una discusión inútil. Gabo ya sacó capítulos sueltos de la novela en 1999, y en 2004 terminó un borrador que envió a su agente Carmen Balcells, pensando en su futura publicación.

Hasta 2010, Balcells intentó que Gabo puliera el texto de la novela. Llegó a pedirle al editor Cristóbal Pera que le ayudara en la corrección. Pero su enfermedad estaba muy avanzada. Ni siquiera con ayuda experta pudo hacer su ritual secreto: auto editarse para que lo escrito mejorara con cada revisión. A García Márquez le obsesionaba encontrar la palabra exacta para hipnotizar al mayor número de lectores, haciendo todos los cambios necesarios.

En su manía perfeccionista, llegó incluso a corregir el texto después de publicar el libro. Sin decírselo a los lectores, hizo cambios en la primera edición de novelas como El amor en los tiempos del cólera y los metió en la segunda edición para mejorar el texto.

Él sabía que En agosto nos vemos no estaba pulida según sus rituales de revisión. Quizás por eso, y ante el avance de su enfermedad, dijo en un momento de desesperanza que había que quemar los manuscritos de la novela. Hasta que un día, ya desmemoriado, olvidó que la había escrito.

Años antes, en una entrevista, Gabo apuntó al periodista Boris Muñoz que el origen de la novela podía estar en El año que viene a la misma hora, una película sobre dos amantes que se reúnen cada año en una isla. Ambos están casados, son felices y de edades similares. En la novela de Gabo, el encuentro amoroso también sucede en una isla y con puntualidad anual, pero los amantes se encuentran solo una vez porque la mujer cambia de hombre cada año.

En agosto nos vemos forma parte de un proyecto de «historias de amor entre personas con grandes diferencias de edad», como Gabo dijo en la entrevista. Hace más de veinte años, al pensar en estas historias, se anticipó a nuestro presente. Según la Organización Mundial de la Salud, en 2030, una de cada seis personas en el mundo tendrá sesenta años o más. Muchas se sentirán jóvenes, también en el amor. Acaso, mediante estas historias, Gabo vislumbró lo que empieza a ser un problema social: el edadismo o la discriminación por edad.

Un tema actual que trata En agosto nos vemos es la discriminación de género. La protagonista es una mujer. En la versión final de la novela Ana Magdalena es más joven, pasa de 52 a 46 años, pero queriendo ser tan dueña de su destino como siempre. Cada agosto viaja a la isla para visitar la tumba de su madre. En uno de sus viajes, en un acto de empoderamiento, escoge a un hombre para tener una aventura de una noche. Resultó ser una experiencia transformadora. Desde entonces, tras visitar la tumba materna, busca a un nuevo hombre. A veces tiene éxito. Otras, no. Pero con cada experiencia se comprende mejor a sí misma, hasta el día en que descubre la conexión secreta de su madre con la isla y se desencadena el memorable final de la historia.

¿Podría ser En agosto nos vemos una novela feminista? García Márquez evitaba las etiquetas pegadas a la literatura. Nunca le gustó la de «realismo mágico». ¿Le habría gustado la de feminista? Quizás sí a Ana Magdalena, que llora «de rabia contra ella misma por la desgracia de ser mujer en un mundo de hombres» y que una noche le suelta a su marido en la cama «Todos los hombres son iguales: una mierda». Cuando la lean, los lectores tendrán la palabra última.