Desmitificación de la sostenibilidad actual

No todos los materiales naturales sirven para construir una Canarias segura y eficiente

Mirador de César Manrique, Lanzarote (1973): 49 años de verdadera sostenibilidad, por su durabilidad

Mirador de César Manrique, Lanzarote (1973): 49 años de verdadera sostenibilidad, por su durabilidad

La arquitectura actual, la que se está construyendo hoy en día, no es verdaderamente sostenible, más bien es blanda, no reflexiona que cada lugar es un lugar distinto que requiere ser diferente, y porque no es sostenible instalar una placa solar encima del tejado. Por cierto, placas de mal diseño, escaso hierro, obsolescencia programada y futura basura con la que no vamos a saber qué hacer.

El archipiélago canario es una tierra donde esa falsa sostenibilidad está en marcha aunque sea nociva: paredes mínimas, ventanas de papel, cristales dando al sol de la tarde, huecos no orientados a conseguir más sombra, estructuras como las de hace 60 años.

¿Sostenible es lo que se hace con materiales naturales?, ¿los importamos? ¿Casas de madera?, ¿y de dónde viene esa madera? ¿La madera no se quema?, ¿no requiere reparaciones cada año?, ¿y venenos contra las polillas?, ¿resistirían un Delta o una riada? Menos mal que tenemos las piedras volcánicas.

No, no todos los materiales naturales sirven para construir una Canarias segura, resistente a los embates de la naturaleza, es decir, pensada en entendimiento con la naturaleza, diseñada para esa adaptación que el clima (pista a pista), nos está pidiendo que tengamos en cuenta.

No se puede construir igual en todos los países y lugares. Es normal utilizar bambú en Hong Kong pero no en Tenerife. Igualmente es normal construir en Tenerife con piedra volcánica pero no lo es en Singapur.

En defensa del hormigón

Recientemente, en Singapur, en el Festival Mundial de la Arquitectura no paré de oír hablar mal del hormigón como material de construcción altamente contaminante. Me chirriaba. Es uno de los grandes errores que los arquitectos como colectivo están cometiendo. Empecé a repasar la historia y, por supuesto, volvía a Roma con la mirada de un aprendiz. Para transmitir el poder y el prestigio de su imperio, los romanos construyeron una arquitectura duradera como símbolo de su duradero reinado. Los emperadores emplearon grandes obras públicas como afirmación de su estatus y reputación. Esa arquitectura, hecha con hormigón romano ha llegado hasta nuestros días, y ese hormigón solo contaminó una vez hace 2.000 años.

Por el contrario, la arquitectura japonesa ha abrazado durante mucho tiempo ideas de cambio y renovación, evidentes en la reconstrucción ritual de los santuarios sintoístas. Para mí esto es mucho menos sostenible que conservar el hormigón del Panteón de Roma y no demoler todo aquello que se pueda conservar, siguiendo las enseñanzas de los premios Pritzker Lacaton y Vasal.

Durabilidad como objetivo

Imaginemos un ciclón tropical mayor que el Delta que sufrimos en 2005. ¿Dónde preferimos estar cuando lleguen los vientos huracanados, en un santuario sinoísta o arropados por las paredes del Panteón de Roma? Desde luego yo elijo Roma. E igual que en Roma y Japón, en todo el mundo, las filosofías en torno a la permanencia y la demolición, destrucción, impregnaron e impregnan las tradiciones arquitectónicas pero ahora estamos en un mundo global y en medio de una crisis climática que viene para quedarse.

La paradoja de la sostenibilidad

La paradoja de la actual arquitectura sostenible es que no sabremos nada sobre su durabilidad y adaptabilidad al clima que los seres humanos vamos a necesitar dentro de 20, 30 o 40 años.

Los contemporáneos continúan creando estructuras como símbolos de poder, preeminencia y orgullo. Los estadios olímpicos, por ejemplo, representan la capacidad de un país para albergar eventos globales y dejar atrás monumentos emblemáticos. Estas estructuras a menudo quedan obsoletas una vez que concluyen los eventos, lo que genera preocupaciones sobre su viabilidad y sostenibilidad a largo plazo. Por ejemplo, el Estadio Nido de Pájaro en Beijing, a pesar de su grandeza inicial, lucha por atraer un uso constante y generar ingresos, como si los ingresos fueran ahora el mayor problema.

En fase de ‘no negociable’

Sí, el diseño sostenible se convierte en algo no negociable: a medida que el clima intenso y el cambio climático atacan el entorno construido, el diseño sostenible pasa de ser una opción a una obligación. La cuestión es que, por los proyectos que se ven, escasea un diseño ambientalmente consciente de la necesaria capacidad para mitigar el riesgo.

Sostenible hoy día es un edificio que lleva 40, o al menos 25 años en uso y que no haya requerido más que escaso mantenimiento. Un ejemplo de hormigón y piedra volcánica que me encanta lo tenemos en casa: el Mirador del Río de César Manrique en Lanzarote. Otro es el Colegio de Arquitectos de Tenerife, de Vicente Saavedra y Díaz Llanos. Eso sí es sostenibilidad. Ambos ejemplos tienen hormigón y han demostrado su durabilidad, adaptabilidad y belleza atemporal.

Dulce Xerach Pérez Abogada, doctora en arquitectura investigadora en la universidad europea