Un buen hombre que escribía

‘Cartas’, un volumen antológico de la correspondencia de Kurt Vonnegut, que nos acerca a la intimidad de una vida complicada

Un buen hombre  que escribía

Un buen hombre que escribía / josé luis g. gómez

josé luis g. gómez

De pocos escritores merece la pena leer sus diarios, y aún menos su correspondencia, porque no basta con tener un par de novelas buenas: es necesario que además tu vida y tus opiniones hayan sido aún más fuertes que tu ficción. Y si alguien cumple de sobras con esa premisa es Kurt Vonnegut (1922-2007). Porque el escritor de Indianápolis es más que el tipo que firmó obras maestras como Matadero cinco (1969) o Desayuno de campeones (1973), de Vonnegut sabemos que fue un hombre inmerso en una lucha continua: un superviviente de las circunstancias y de sí mismo, que brilló como observador iluminado que supo contarnos lo que veía y que pocos intuyeron. Y todo eso está también en su correspondencia, por lo que la lectura de Cartas (Sine Qua Non, 2023) resulta imprescindible para conocer mejor a uno de los grandes narradores estadounidenses del último medio siglo.

«Nada le resultó fácil. Nada le desanimó: ni los numerosos editores que rechazaron sus libros y relatos; ni el departamento de antropología de la Universidad de Chicago, que rechazó no una, sino dos de las tesis que redactó para su maestría (solo se la concedieron cuando se hizo famoso); ni la Fundación Guggenheim, que rechazó su primera solicitud de beca; ni las dudas de familiares y amigos como su tío Alex, que dijo que no había podido leer Las sirenas de Titán después de que Kurt le dedicara el libro, o su tía Ella Stewart, que no vendía las obras de su sobrino en su librería en Louisville, Kentucky, porque las consideraba depravadas; ni sus vecinos de Cabo Cod, que ni leyeron sus libros ni expresaron el menor interés en la manera con que se ganaba la vida; ni los consejos escolares que prohibieron sus libros (y en una ocasión, llegaron a quemarlos en un horno) sin haber llegado a leerlos; ni los críticos académicos que le desdeñaron y despreciaron; ni los traicioneros reseñistas que intentaron desanimarle cuando se hizo famoso», explica Dan Wakefield, amigo personal de Kurt Vonnegut, en la introducción de este volumen antológico, una fidedigna representación del Vonnegut íntimo.

Cartas nos permite recorrer la carrera de Vonnegut desde sus comienzos en los años cuarenta del pasado siglo hasta los primeros años del siglo XXI, ya últimos para él. Además de ser un fiel reflejo de las muchas decepciones y luchas a las que se enfrentó este arduo polemista, estas cartas nos muestran lo buen amigo que podía ser, y dan buena fe de su generosa capacidad para ayudar a otros compañeros de letras —merece destacarse su estrecha amistad con el escritor chileno José Donoso, del que sabemos que incluso le buscó editores en su país, gracias a la inclusión aquí de esas cartas de recomendación—. En estas algo más de 500 páginas, conseguimos introducirnos en casi todos los aspectos de su vida personal y profesional, y sin tapujos: así podemos estremecernos con el relato divertido que él mismo dibuja de sus días recluido en una institución psiquiátrica neoyorquina tras un intento de suicidio o de sus tediosas tareas como profesor invitado en varias universidades. Casi toda su vida está en estas páginas.

No queda exento de confesiones literarias este revelador volumen. «Dios sabe que tiene usted razón también al pensar que Céline fue un canalla», le escribió a Isaac Bashevis Singer en 1973. «De haber conocido su carácter criminal cuando comencé a leerle, esa información habría estropeado sus libros. Pero leí Viaje al fin de la noche y luego Muerte a crédito, muy seguidos y con la inocencia del soldado solitario que lee libros de bolsillo en una estación de autobuses», se justifica antes Singer, quien le recriminó su defensa de los valores literarios del escritor francés.

Al contrario que en otros volúmenes similares, esta edición de Cartas sí cuenta con un adecuado contexto para cada una de ellas, tanto de la persona a la que se dirige Vonnegut como de las circunstancias alrededor de esa misiva en particular. Del mismo modo, cada capítulo del libro antóloga una década, y al principio de cada uno se nos dan las pinceladas justas y necesarias de su biografía en ese periodo para entender mejor la selección realizada. Pese a esa muleta, imprescindible para los lectores que no conozcan con detalle la vida del escritor o a muchos de sus interlocutores, la lectura es amena y directa, dejando la sensación en el lector de estar accediendo a un puñado de cartas encontradas en un escritorio.

Kurt Vonnegut escribió algunas cartas que el tiempo hizo famosas, como la que envió en 1973 a un hombre que quemaba sus libros, pero muchos preferimos una breve y hermosa llamada a la motivación que remitió en 2006 al Xavier High School de Nueva York, animando a sus alumnos que se dejaran llevar por su vocación y que lo hicieran de inmediato. Bastaba con leer sus libros para saber que eran la obra de un ser humano valiente, bueno y generoso, pero no viene mal que sus cartas ahora lo confirmen.