San Andrés, un pueblo rebelde

El documental ‘Los rojos de San Andrés y la represión franquista’, que firma el cineasta Raúl Jiménez, focaliza una época clave y reciente de la historia popular capitalina

Un momento del rodaje del documental sobre la represión franquista en San Andrés.

Un momento del rodaje del documental sobre la represión franquista en San Andrés. / ED

Los rojos de San Andrés y la represión franquista. Un título directo y claro para definir el documental que pretende mantener viva la memoria colectiva de un lugar tan especial como el pueblo marinero de Anaga. Su autor, el cineasta Raúl Jiménez Pastor (La Laguna, 1973), asegura que el trabajo "me marcó en lo personal y aprendí mucho; por ejemplo, cómo entrarle a la gente, sobre todo a los mayores, para que tuvieran confianza al hablar. Pudieron ser tres o cuatro meses, pero hoy me siento muy querido allí".

El resultado de este taller de cine colectivo lo podrán comprobar propios (vecinos) y extraños (los interesados en la historia reciente de Tenerife y Canarias) el próximo viernes, día 10, a las 18:00 horas, en el antiguo cine y actual sede del Club Deportivo que lleva con orgullo el nombre del lugar, perteneciente al municipio de Santa Cruz, por toda la geografía deportiva isleña.

El proyecto nace de la idea de Jiménez y fue impulsado por el área de Cultura del consistorio capitalina como aportación a la iniciativa global del Cabildo de Tenerife para rescatar la memoria histórica inherente a la represión de la dictadura durante y después de la Guerra Civil (1936-1975). Raúl consiguió una subvención de 10.000 euros en la convocatoria global y se lanzó a la aventura.

El autor incide en que "el estigma sigue ahí" y lo demuestra que la gente no de nombres, ni siquiera de sus propios familiares, ni de quienes cometieron los abusos y muchas veces quedaron registrados bajo el epígrafe genérico de la (temida) Falange. No recurre al posible morbo de las fosas en la costa como tumba de cientos de personas desaparecidas, a las detenciones arbitrarias y a las palizas en Paso Alto o los salones de la que fuera la compañía empaquetadora de plátanos Fyffes.

La sombra de una época infame planea para siempre de fondo, aunque las entrevistas se hagan a los hijos o los nietos. Una segunda generación de represaliados en la escuela o castigada por no ir a misa en aquella España de la cruz y la espada en eterna alianza. Raúl incide que "para mucha gente, incluso en San Andrés, no hubo represión y todo fue maravilloso. Pero la realidad y los testimonios son tozudos". Recuerda la labor de dos personas, Conrado Núñez y Rocío Rodríguez, vinculados al CD San Andrés, y cuya ayuda fue fundamental "pese a las reticencias iniciales" apunta. Tanto que considera a Rocío como codirectora del trabajo audiovisual.

El cineasta también se encargó de impulsar un taller colectivo en el que colaboró la Asociación de Vecinos El Pescador y en concreto, valora Jiménez, José Manuel Afonso. Otro Afonso, Andrés, el fotógrafo del pueblo aportó toda su "inestimable ayuda" en un discreto segundo plano.

La labor fue dura, no solo recogiendo testimonios y nexándolos con otros que Rocío y Conrado ya habían recopilado en viejas cintas de casette. El proceso incluyó muchas jornadas de hemeroteca para, por ejemplo, recoger, uno a uno, todos los nombres de los barcos de pesca –los profesionales de la mar fueron otro sector clave para el documental– registrados a nivel estatal en los años 30 del siglo pasado para luego cotejarlos con los recuerdos de los supervivientes del pueblo. Pueblo más que barrio, recalca Raúl, tras palpar el sentir colectivo.

Lo dice quien ya trabajó la memoria viva de otros núcleos de la capital tinerfeña como la Finca del Gato, el germen de Barrio Nuevo, y El Toscal. Sobre el futuro del documental en su faceta divulgativa, Raúl fue sincero. "No tengo ni idea. Cabildo y ayuntamiento decidirán su difusión". El trabajo ya está hecho: San Andrés, un pueblo rebelde.