Nueve bólidos cruzaron el cielo de Canarias el último mes

La calidad del firmamento de las Islas permite la observación de este tipo de fenómenos astronómicos

Un bólido atraviesa el cielo de Tenerife el pasado verano.

@RedSpmn

A veces al mirar al firmamento se observa una estrella fugaz muy brillante cruzando el cielo de la noche. Las excelentes condiciones para la observación astronómica en Canarias provocan que este fenómeno sea frecuente en el Archipiélago y de hecho cada vez son más los registros de este tipo de fenómenos. ¿Su nombre? Se les conoce bólidos.

Según datos del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), solo durante el último mes se han reportado un total de nueve bólidos observados desde las Islas solo durante el último mes.

Así se recoge en la Red Investigación Bólidos y Meteoritos (SPMN) del centro científico, que refleja el listado de este tipo de fenómenos captados desde estaciones de todo el territorio nacional, tanto profesionales como aficionados.

En ese sentido, del 1 al 29 de febrero fueron nueve los meteoritos de este tipo localizados desde el Archipiélago, el último de ellos este mismo jueves, último día del mes.

A través de su perfil de Twitter, la SPMN muestra las imágenes de todos los bólidos captados y ofrece información acerca de la observación: desde qué estaciones se detectaron, cuál es el origen del fenómeno, el ámbito de observación del evento y la magnitud que presentan (lo que popularmente se podría entender como su luminosidad o su brillo).

Bólidos captados en febrero

Los nueve eventos astronómicos de este tipo registrados desde el Archipiélago se iniciaron prácticamente con el mes. El día 2 de febrero se localizó un bólido procedente de Omega Serpéntida captado desde El Tablero, en Tenerife; y Cambalud, en Gran Canaria.

Este fenómeno, que se produjo poco después de las cinco y media de la madrugada y de magnitud -9, se registró en todo el Archipiélago, además de Marruecos y el Sáhara Occidental.

Varios días después, el 6 de febrero, fueron las estaciones de video de Cambalud y Playa Blanca (en Lanzarote) las que registraron un nuevo bólido, en esta ocasión menos brillante (-8 de magnitud) y con origen en Alfa Carínida. La observación, poco antes de la medianoche, era posible en el mismo ámbito territorial.

El 11 de febrero se produjo otro avistamiento en las mismas estaciones de la provincia oriental y en el centro de video de El Tablero, en torno a la una y media de la madrugada, aunque en ese caso se trató de un bólido de origen esporádico, es decir, sin una fuente definida.

Esa semana fue especialmente activa en el firmamento canario. De hecho, al día siguiente se registró otro bólido en las mismas estaciones y el mismo ámbito de observación. También de origen esporádico, este meteoro se produjo poco antes de las cinco de la madrugada del 12 de febrero.

El 14, como si una flecha de San Valentín se tratase, otro bólido cruzó el cielo de Canarias. Fue algunos minutos después de las tres de la mañana, según se captó desde Gran Canaria y Lanzarote.

Los últimos cuatro bólidos se localizaron en Canarias durante los siete días finales del mes, todos ellos de origen esporádico uno de ellos captado desde las tres estaciones de vigilancia (Tenerife, Gran Canaria y Lanzarote). Así fue con el evento registrado el día 22 de febrero aproximadamente a las dos de la madrugada.

Los tres restantes tienen características similares: captados desde Cambalud y Playa Blanca y con magnitudes de entre -9 y -11. Se captaron los días 24 de febrero a las ocho de la tarde, el 28 de febrero a las dos de la madrugada y el 29 de febrero sobre las dos y veinte de la mañana.

¿Qué son los bólidos?

Un bólido es un meteoro muy brillante, caracterizado por parecer una bola de fuego y crear una huella luminosa, producida por la entrada en la atmósfera terrestre de un meteoroide con una masa del orden de las toneladas, que generalmente explota antes de llegar al suelo y produce un estruendo apreciable.

Es, en definitiva, un meteoro con un tamaño de algunos centímetros que, penetrando en la atmósfera, se quema alcanzando notables magnitudes aparentes y convirtiéndose, por lo tanto, en un objeto celeste más luminoso que Venus en su máximo esplendor y, en algunos casos, tan brillante como la misma Luna.