Inclusión

En los mundos de Kike la discapacidad no es una barrera: "No me salvaron la vida, pero los videojuegos me ayudaron a socializar"

Forma parte del equipo Ga11y de la Fundación Once, un proyecto que prueba y evalúa la accesibilidad de las últimas novedades de PlayStation o Xbox. Por las noches, a veces, da los resultados del cupón

Polifacético y reivindicativo, lucha para lograr una sociedad inclusiva y pone en valor la resiliencia de los que viven sorteando barreras: "Si queremos algo, buscamos la manera"

En los mundos de Kike la discapacidad no es una barrera: "No me salvaron la vida, pero los videojuegos me ayudaron a socializar"

José Luis Roca

Kike habla deprisa, tanto que a veces incluso parece que su cerebro va más rápido que su boca. Se dice que es una característica de las personas inteligentes. Articula un discurso con el punto justo de humor, con mucho componente social, un poco de carga de emocional y, sobre todo, con marcado tono reivindicativo. Kike es un gran comunicador y aprovecha esa habilidad para hacer que los que le escuchan reflexionen. Logra que el que tiene en frente piense acerca de cómo está articulado el mundo, sobre si la igualdad de oportunidades está garantizada y si la accesibilidad debe ser un derecho de todos. Porque Kike tiene discapacidad y se ha empeñado en aprovechar su talento para derribar barreras. Propias y ajenas.

Enrique García Cortés, Kike, es ingeniero informático y trabaja como técnico en la Dirección de Accesibilidad de la Fundación Once. Eso, de día. Por la noche se viste de gala y presenta en Televisión Española los resultados del cupón, una ocupación que le ha servido para ganarse muchas fans. Actualmente se encuentra inmerso en el Proyecto Ga11y de videojuegos accesibles, una iniciativa multidisciplinar que busca mejorar el ocio y la sociabilidad de las personas con discapacidad. "Promueve la igualdad de oportunidades. Asesoramos a estudios nacionales e internacionales para sus productos sean accesibles. No es que los adaptemos nosotros, sino que somos la referencia para proporcionar información tanto en España como en Latinoamérica", explica.

Con los estudios de bajo presupuesto colaboran antes de que el juego se lance al mercado. Con gigantes como Playstation o Xbox realizan una labor a posteriori, pero igual de necesaria. En este caso, las compañías les ceden el producto unas semanas antes de que vea la luz. Con toda esa información, en su web han elaborado un catálogo que actualizan periódicamente con las novedades y lo acompañan de un análisis exhaustivo para que los usuarios con discapacidad sepan "si pueden ir a una tienda a comprar el juego, o no. Eso antes de Ga11y no existía".

Entre consolas y ordenadores, Kike, desarrolla su trabajo en la Fundación Once.

Entre consolas y ordenadores, Kike, desarrolla su trabajo en la Fundación Once. / José Luis Roca

La filosofía sobre la que se cimenta el equipo pivota sobre tres valores: no crear frustración, trabajar con pasión e innovar para que los jóvenes se sientan incluidos. Pero ese afán por motivar a toda una generación no se queda solo en las personas con algún tipo de discapacidad: quieren que sea una lucha de todos. "Intentamos que la gente entienda que la accesibilidad es para todos. Siempre hemos dicho que no tienes por qué tener una discapacidad para usar los subtítulos, simplemente puede haber mucho ruido en tu casa. También la tele puede estar lejos y puedes necesitar aumentar el tamaño de la letra", subraya Kike. Y es que, en esencia, se trata de medidas de personalización "que le sirven a todo el mundo".

Un cambio de paradigma

Pero el quid de la cuestión va más allá. Kike pide un cambio de mentalidad, quiere que las personas sin discapacidad entiendan que la accesibilidad es una cuestión de igualdad. Para que este mensaje cale, afirma que se necesita divulgación y educación. "No es que sientan rechazo, pero sí que pueden pensar que esto no es para ellos. Ese es el prejuicio que tenemos que romper. Deben entender que esto es para todo el mundo y que no tiene por qué ser algo negativo, sino simplemente una opción de personalización dentro de la tecnología. Igual que cuando en un videojuego eliges entre fácil, normal y difícil", asevera.

Parte de esta responsabilidad recae en las propias empresas. Sobre esto, Kike reflexiona sobre si realmente se ha producido un punto de inflexión y concluye que la respuesta se sustenta sobre dos patas que se complementan: el enfoque comercial y la responsabilidad social. "Han descubierto que las personas con discapacidad también gastamos dinero. Se han dado cuenta de que esta gente, aparte de llevar sus bastones y sus sillas de ruedas, también puede invertir en otras cosas", apunta. De hecho, va un paso más allá y afirma que las compañías de la industria del videojuego "se pelean" para llevarse a este público.

"Las personas han descubierto que las personas con discapacidad también gastamos dinero"

Los datos corroboran que, lejos de ser una anécdota, el porcentaje de población con discapacidad sobrevenida seguirá creciendo de forma exponencial. Y nadie puede afirmar que nunca formará parte de este grupo. En la actualidad, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 15 por ciento de la población mundial tiene algún tipo de limitación física o mental. El mismo organismo estima que en 2050 ese porcentaje crecerá hasta el 50 por ciento.

La importancia del entorno

Además de acercar la labor de Ga11y, Kike también tiene tiempo para hablar de sí mismo. No para ponerse de ejemplo, pero sí para que otros se puedan ver reflejados en él. Parte de la premisa de que se considera afortunado y hoy en día tiene una vida "muy rica" a nivel personal: "Como toda persona con discapacidad física, ha habido momentos de mi vida en los que se han evidenciado barreras, pero, por suerte, siempre he tenido una accesibilidad humana muy potente". Reconoce que ha estado protegido por su familia -"como cualquier otro hijo"-, pero niega haber sido "sobreprotegido": "Si he tenido que vivir algo malo, nadie lo ha evitado".

Recuerda también cómo sus amigos llegaron un poco más tarde. Como tantas otras veces, lo bueno se hizo esperar. Cuenta sin rencor cómo en su infancia no podía ir al parque como los demás pero, lejos de entristecerse al recordarlo, se alegra cuando rememora el momento en que todo cambió: "Siempre digo que los videojuegos no me salvaron la vida, pero sí tuvieron un papel importante en mi socialización. Ya no tenía que salir a correr, ellos podían venir a mi casa a jugar. La tecnología me vino bien para hacer amigos".

Kike es ingeniero informático y también prueba videojuegos para valorar su accesibilidad.

Kike es ingeniero informático y también prueba videojuegos para valorar su accesibilidad. / José Luis Roca

El Kike que tiene ahora 29 años viaja atrás en el tiempo y se pone en la piel de su 'yo' adolescente, el que aprendió a tocar los botones de los mandos con los dedos y a manejar los joystick con la barbilla. Afirma que fue una adaptación que se produjo de manera natural y que es el ejemplo perfecto de la resiliencia de las personas con discapacidad. "Cuando queremos hacer algo, buscamos la manera", asegura, y se enorgullece de su creatividad: "Si tienes motivación, te vuelves superviviente".

Todo ese conocimiento del Kike que quería ser un compañero más lo aplica ahora en su trabajo. Cuando reflexiona, encuentra similitudes entre sus inquietudes personales y sus objetivos como profesional: "Creo que el hecho de que quisiera socializar cuando era más joven y que los videojuegos me ayudaran ha hecho que ahora esté intentando que otros tengan esa misma facilidad. Quiero darles las herramientas". Aunque es una de las salidas más comunes de aquellos que, como él, estudian ingeniería informática, siempre descartó ser un "mono programador". Kike prefirió intentar dejar huella: "Quería hacer algo que tuviera algún sentido de cambio en la sociedad. Supongo que eso viene más por mis circunstancias personales. No sé si lo he conseguido, pero soy feliz".

En busca de una oportunidad

Aunque ahora se ríe al recordarlo, Kike iba para biólogo. Quería formarse para conocer el porqué de su discapacidad. "Es genética, no me ocurre nada. Menos mal que me di cuenta de que yo ya había venido al mundo, daba igual el origen de mi nacimiento. No me veía con pipetas y probetas en un laboratorio… Entonces, pensé qué era lo que mejor se me daba: los ordenadores. Pues Ingeniería Informática", subraya.

Como tantos otros jóvenes, acabó la carrera y empezó un máster. Cursaba también una beca en el departamento de Ciencias de la Computación de la Universidad de Alcalá de Henares, pero su objetivo mayúsculo era tener algo de dinero "para mis cosas". El problema era que enfrentarse a una entrevista de trabajo le provocaba una ansiedad que no se merecía. "Aún con el título universitario, siempre he sido juzgado porque pensaban que no podía utilizar un teclado y un ratón. Sabía que siempre he tenido que demostrar más mi valía que otro. Los prejuicios existen".

"Aún con el título universitario, siempre he sido juzgado porque pensaban que no podía utilizar un teclado y un ratón. Sabía que siempre he tenido que demostrar más mi valía que otro"

Buscó y rebuscó esa primera oportunidad, pero, cuando ya la tocaba con la yema de los dedos, se esfumó: "Promoví que en las becas a investigadores hubiera un cupo para personas con discapacidad. Lo que el Kike de hace una década no pensó es que habría gente con más nota media que él. La plaza se consiguió, pero se la dieron a otra". Fue entonces cuando apareció la Fundación Once y sus becas de oportunidad al talento. Kike trabajó cuatro meses probando la accesibilidad de móviles. Y hasta hoy. "Así llegué aquí, buscando oportunidades. Y poder comprarme algo", bromea.

Los frutos del trabajo bien hecho

El 3 de diciembre se cumplieron cinco años desde que recibió la llamada del director de Accesibilidad, la que le cambió la vida. En este tiempo ha visto pasar muchas historias, ha solucionado problemas de otros y ha enfrentado obstáculos no tan sencillos de sortear. Su experiencia le lleva a reclamar, por encima de todo, apoyo. Que las personas con discapacidad encuentren siempre una palabra amable y, sobre todo, que nunca se enfrenten a la frase más temida: "No puedes". "¿Cómo le puedes decir eso a alguien? Le puedes explicar que será difícil, pero animarle a que lo intente, a que lo descubra por sí mismo. Yo sé que no puedo bajarme los pantalones, no necesito que nadie me lo diga".

Aunque afirma que ha aprendido a construir un muro para que no le afecte lo que ve -"soy una persona muy emocional, para lo bueno y para lo malo"-, en su retina se han quedado momentos que le acompañarán siempre. Recuerda con emoción el caso de un chico con la movilidad muy mermada. Su madre le aseguró que varios profesionales habían afirmado sin dudarlo que nunca podría disfrutar de los videojuegos. Pero Kike no se dio por vencido. "Le pregunté si podía pulsar y me dijo que sí. Me puse a jugar con él. Aunque no podía hablarme, su mirada me decía que me estaba entendiendo. En los ojos se ven muchas cosas. Su madre creyó que lo estaba haciendo todo yo, pero levanté las manos y vio que el muñeco se seguía moviendo. Se emocionó mucho, fue un momento muy bonito".

Y eso es, en esencia, su filosofía de vida y de trabajo. "Se trata de crear oportunidades sin generar frustración. Yo no le dije que iba a poder jugar solo, pero sí que nos íbamos a poder complementar. Así descubre que existe una oportunidad". Kike es polifacético, pero todas sus caras buscan un último fin. Depende del día, se viste de programador, de ingeniero o de probador de videojuegos, pero siempre lleva puesto el traje de superviviente. El fondo de armario de las personas con discapacidad.