Martínez, sindicalista que defendió El Día como trabajador ejemplar

Miembro de Editorial Leoncio Rodríguez durante cuatro décadas, fue nexo de unión del plomo de Ascanio o Briganty y la era digital

Humberto Gonar

Humberto Gonar

Paco, Toñi o simplemente Martínez. Amigo compañero camarada y referente en lo personal y en lo profesional. Ejemplo de trabajador y sindicalista con el que se va otro trozo del periódico EL DÍA, como ya pasó con Juan Pedro Ascanio, Antonio Briganty o Roberto Cossío. En su paraíso ateo, rememora los paisajes de su Cangas de Narcea asturiano, de la playa de la arena de su descanso tras décadas de esfuerzo diario sin una sola tacha. Allí habrá sitio para los cientos de anécdotas de sus muchos Caminos de Santiago, siempre con las botas de mil leguas puestas. 

Con esta dedicatoria recuerda José Domingo Méndez, redactor del periódico EL DÍA desde hace 35 años, la figura y la impronta que dejó dentro y fuera de los Talleres de Fotocomposición Francisco Martínez, nacido el 13 de junio de 1951, hijo de padre asturiano y madre canaria. 

Joaquín Catalán, director del periódico EL DÍA y que desde finales de los ochenta ya compartió vida de Redacción con Martínez, lo recuerda como «una persona extraordinaria y un compañero fenomenal que tuvo siempre la facultad de ser un trabajador ejemplar que combinaba esa tarea con su labor como presidente del comité de empresa, siempre capaz del consenso y desde el respeto», protagonista junto a otros compañeros de la época de un momento en el que se revertieron las condiciones para mejorar notablemente la relación contractual en favor de todos, lo que le hizo acreedor del respeto y la admiración que hoy todos le profesan y por los que se le recuerdan.

Francisco Martínez estudió sus primeras letras en el colegio La Salle-San Ildefonso, para luego cursar Graduado Social y desarrollar su labor profesional en el periódico EL DÍA.

Desarrolló su labor profesional en El Día durante 44 años, hasta su jubilación en 2015

Jubilado hace ocho años, perteneció a Editorial Leoncio Rodríguez -editora de EL DÍA y en el pasado también de Jornada Deportiva-, donde estuvo vinculado durante cuatro décadas. Fue un sindicalista que hacía valer los derechos de los trabajadores con la entrega abnegada al oficio, con pulcritud, orden, criterio y limpieza.

De la década de los ochenta, el entonces redactor jefe de EL DÍA Juan Galarza elogia de Martínez que era una persona «muy juiciosa, muy serena en su forma de trabajar y convivir con los compañeros, con quien era muy agradable mantener conversación y transmitía conocimiento sobre lo que él sabía. A mí particularmente me enseñó a valorar la importancia de estar afiliado a un sindicato y depositar la confianza en un compañero en la defensa de los derechos y las inquietudes de los trabajadores».

El hecho de que fuera la punta de lanza de la defensa de los intereses de los trabajadores y la conquista de un convenio laboral casi ideal, a veces desde la vehemencia, no menguó el respeto que se granjeó como trabajador y también como sindicalista. Incluso desde la parte empresarial, como el papel que Antonio Rodríguez Flores asumió como adjunto a la gerencia de Editorial Leoncio Rodríguez, con quien protagonizó esa obra de teatro, como lo definía, que era la negociación de las condiciones contractuales, para luego dejar atrás diferencias.

El propio Antonio Rodríguez recordaba las dos etapas de su relación, una en el ámbito laboral y otra, ya como jubilados, en sus habituales jueves de guachinche donde hablar de lo divino y de lo humano.

Sus compañeros recuerdan su sabiduría específica y especial que puso al servicio de todos

Casado y padre de tres hijos -Begoña, Alejandro y Carla- dedicó toda su vida laboral al periódico EL DÍA, exponente de una generación de oro para las Artes Gráficas junto a Nicolás Febles y Domingo González y un alumno aventajado de su tío Briganty, que encarnó la defensa de lo laboral por la que se caracterizó Juan Pedro Ascanio, lo que le facultaba para cargar de contenido su discurso político con la misma destreza casi que se manejaba en el juego del envite, en una tal vez de sus rutas por los guachinches. Enamorado del senderismo, de Anaga e incondicional del Camino de Santiago que recorrió una y otra vez con sus compañeros, y sin embargo, amigos Fran Belín, Juan Carlos García, Filiberto Hernández o José Carlos Niebla, sin obviar sus últimos años en el paraíso terrenal que encontró en Puerto Santiago. 

Testigo de aquellas noches en las que se elaboraba el periódico casi de forma artesanal, con el desembarco de la maquetación y el diseño digital, José Miguel Galarza, que aunó diseño e información en aras del lector. "Recuerdo a Martínez como un compañero siempre con buena cara, muy leído y con una retranca muy particular. Defendió como debía los intereses de los trabajadores, sin una palabra más alta que otra, pero con mucha firmeza. Y como a todos los que pasamos alguna vez por el cierre (una enseñanza que debería ser obligada para cualquier periodista), te acogía como a uno más en los talleres".

Luis Bretón, en el pasado compañero de la redacción de Jornada Deportiva, recordaba este viernes lo excelente compañero de trabajo que fue y el gran amigo de caminos que encontró en él. «Me llamaba la cabra Luisa porque decía que yo subía las montañas como una cabra. En realidad yo iba rápido para ganarle a él y reírme al llegar a la cumbre. Lo solía esperar con el cronómetro en marcha para enseñarle el tiempo que le había sacado. En realidad, fue tiempo ganado por ambos porque se gestó una bonita amistad».

Martínez, a la izquierda, con Fran Belín en uno de los seis Caminos de Santiago que hizo.

Martínez, a la izquierda, con Fran Belín en uno de los seis Caminos de Santiago que hizo. / E. D.

Fran Belín admitía este viernes que «todos estamos conmocionados con la partida de Martínez», con quien llegó a compartir hasta 40 kilómetros diarios en cuantos Caminos de Santiago afrontaron juntos. «Le daba una ansiedad de la caminata; era un absoluto portento físico. La consigna era que él mantenía la conversación conmigo un rato y después hacía la caminata en solitario y nos esperaba en el destino». «Tanto que una vez tenía que mandar un giro a Tenerife. El camino era de 30 kilómetros y salió con el objetivo de encontrar abierta la oficina a la que se dirigía... Y vaya que lo consiguió». «Lo recuerdo como una figura carismática, con una sabiduría específica y especial. Conversador extraordinario en las caminatas por los montes de Tenerife, en las que se aprendía y mucho de él. Era un hombre tozudo, aunque en los grupos que formó en esos caminos tenía un liderazgo importantísimo». «Hizo Caminos de Santiago donde otros no le pudimos seguir, como el de la Plata, desde Cádiz a Santiago».

Fran Belín le decía «más de una vez que podía ser redactor del periódico EL DÍA, y él decía: quita, quita estoy en mi puesto. Y sabemos que era escrupuloso, gran lector, buen degustador de la cocina. Más que un cocinilla, en la última época se había hecho un cocinero, que se alimentaba bien».

También apunta Belín el respeto de Martínez, como antiguo alumno del colegio La Salle-San Ildefonso, por lo religioso, más allá de su credo político. «Era una delicia de persona compartir los momentos; un hombre sabio, que hablaba con fundamento, con categoría profesional y con solidaridad», añade. 

Secundando la invitación de la familia, un grupo de compañeros de vida y trabajo se dieron cita en la tarde de este viernes en la sala de ceremonias del tanatorio Santa Lastenia, donde la hija mayor recordó que «la muerte no es nada». Más allá de que ahora esté fuera de nuestras vistas, está, y asume el compromiso de esperar el encuentro, mientras el grupo alzó la copa en un brindis al cielo.

Que la tierra te sea leve.