De nuevo, el Cuartel de San Carlos

José Manuel Padilla Barrera

El día 8 de diciembre de 2020 publiqué en este mismo periódico un artículo titulado El Cuartel de San Carlos. Punto y Final. Comentaba que a raíz de otro artículo publicado unos días antes, en el que me quejaba de que ese cuartel –lo que ha quedado de él, sólo el edificio de mando– no hubiera sido puesto en servicio después de 42 años desde que fuera entregado por parte del Ejército, un alto cargo de la administración me hacía saber, a través de un amigo común, que no era así, que ya habían terminado las obras de rehabilitación y que, por supuesto, ya estaba en servicio. Por eso consideré que ya no había razón para seguir insistiendo y puse punto final a la serie de artículos que he escrito sobre el viejo cuartel, que han sido muchos.

Pero ha ocurrido algo que me ha obligado a volverme atrás de mi decisión, escribir este nuevo artículo y quizás, si logro lo que pretendo, alguno más. Lo que ha ocurrido es que ese alto cargo de la administración, que no es otro que Julio Pérez Hernández, consejero de Administraciones Públicas, Justicia y Seguridad del Gobierno de Canarias, nos ha invitado a ese amigo común, mi compañero Juan José Pérez Piqueras –por cierto, también colaborador habitual de este periódico– y a mí a visitar el renovado edificio de San Carlos.

La visita tuvo lugar el pasado 2 de mayo. Nos recibió el propio consejero, que encargó la labor de cicerone nada menos que a la secretaria general técnica de su consejería, María Adela Altamirano Mederos, a la que luego se unió el arquitecto de Patrimonio, Félix Morales. Ambos nos mostraron el nuevo edificio, porque así se puede considerar, pues sólo quedan del antiguo las fachadas, lo que hay que agradecer porque mantienen vivo el estilo neoclásico que el ingeniero militar Luis Muñoz imprimió a su proyecto allá por el año 1850, estilo que los ingenieros militares españoles llevaron a todo el mundo hispánico. La fachada principal está coronada por el escudo que Félix Morales, en el año 2015 ha reproducido, en lo que tuve el honor de colaborar, porque el original desapareció en las primeras obras, que comenzaron justo ahora hace 20 años. La distribución y organización es un ejemplo de lo que se ha dado en llamar edificio inteligente. Todo está pensado para la función que debe desempeñar, pero en la época de la digitalización, todavía los pesados legajos de los procesos judiciales –y es increíble la cantidad de ellos que maneja una comunidad autónoma como la nuestra– siguen amontonándose sobre las mesas y su traslado de un departamento a otro es un problema. Por eso nos llamó la atención la solución que algún ingenioso funcionario había encontrado para trasladarlos de la planta superior a la inferior: una cesta atada a una cuerda, la más elemental, la misma que se hubiera tomado hace siglos.

Aproveché la ocasión que se me brindaba para recordar a nuestros amables anfitriones que el 6 de febrero de 2015 había publicado un artículo, titulado El Cuartel de San Carlos. Ahora sí, en el que contaba que Félix Morales me había invitado a visitar las obras y pude comprobar in situ que estaban a punto de terminar. Y que en su último párrafo decía: «Han pasado 37 años pero pronto podremos ver que San Carlos ha recobrado su dignidad. Creo que el acto de final de obra y entrega del edificio no debe quedarse en un frío acto administrativo. Es algo de mucha trascendencia para Santa Cruz que habría que celebrar como se merece».

Previendo que el final de las obras estaba próximo, se empezó a pensar en ese acto de la celebración de la recuperación de San Carlos. La idea era un concierto con las dos bandas, la militar y la municipal, unidas en lo que fue el patio del cuartel. Al enterarse la Unión Artística de El Cabo, pidió participar en el acto, porque el Cuartel de San Carlos era también el Cuartel de El Cabo. Pero mi gozo en un pozo. Siete meses más tarde tuve que publicar otro artículo, que titulé El Cuartel de San Carlos. Ahora tampoco. La contrata había solicitado concurso de acreedores y abandonó la obra. Más de un año después volví a la carga: El Cuartel de San Carlos y el mal fario. El título lo dice todo. En marzo de 2018 sabía que las obras estaban terminadas, que no había problema aparente y preguntaba: El Cuartel de San Carlos, ahora ¿por qué?

Cómo se sabe, al parecer por razones de urgencia, el edificio de San Carlos entró en servicio sin ningún tipo de acto. Pero yo sigo con mi idea de organizar ese acto, que no es otra cosa que un homenaje al viejo cuartel y lo que ha representado para nuestra ciudad y para los que San Carlos fue su primera residencia en las Islas y hoy son unos canarios más. Ya sé que es mal momento teniendo las elecciones a la vuelta de la esquina, pero dejando pasar esos días, a quien gane se lo volveré a proponer, y sé que contaré con el apoyo, porque así me lo prometieron en esta visita que cuento, de dos altos funcionarios, Adela Altamirano y Félix Morales. Y ellos no están sujetos a los vaivenes de la política. Puede parecer extemporáneo pero ya lo dice el refrán: nunca es tarde si la dicha es buena.

Agradezco profundamente al consejero Julio Pérez su invitación a visitar al centenario cuartel, igualmente a nuestros dos excelentes guías que dedicaron su valioso tiempo a atendernos. Para mí fue una satisfacción personal porque no en vano me une una especial relación con el viejo caserón. Fue mi primer destino a la salida de la Academia y más tarde, siendo ya ingeniero militar, fui el descubridor de una arqueta conteniendo importantes documentos llenos de interés, que el también ingeniero militar Luis Muñoz depositó sobre el dintel de una puerta de un dormitorio de tropa, en enero de 1851, con la obra del cuartel en plena ejecución.

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