Opinión

Javier Lima Estévez

La Semana Santa villera y Juan del Castillo

Iglesia de la Concepción de La Orotava

Iglesia de la Concepción de La Orotava / Ayuntamiento de La Orotava

La Semana Santa de La Orotava es el resultado de la sucesión de siglos de trayectoria histórica. Algunos años atrás, concretamente en 2003, Juan del Castillo publica un libro compuesto por unas poco más de 130 páginas y varios capítulos en los que enlaza, con un estilo fresco y ágil, sus impresiones como villero, escritor y pregonero de la Semana Santa de la Concepción y San Juan, en 1982 y 1995. Como bien apuntara Marcos Guimerá, se trata del «Pregonero Mayor del Reino de Canarias», vinculado como profesional al Cuerpo Técnico de la Administración del Estado con diversas responsabilidades. En esta aportación, tras algunas apreciaciones históricas muestra que la Semana Santa orotavense guarda unas características propias por diversas circunstancias. Todo ello para mostrar que no existe una Semana Santa por parroquia sino una Semana Mayor Villera. El relato comienza con el Domingo de Pasión, con la procesión del Señor del Perdón desde la Iglesia de San Agustín materializando elementos asociados a la Pasión que se va a iniciar. El Viernes de Dolores también toma como protagonismo la Iglesia de San Agustín, recordando entonces el autor anécdotas de sus años juveniles y los comentarios que los militares expresaran décadas atrás, cuando existía una guarnición junto a tal sitio al afirmar lo siguiente: «La Orotava ya huele a Semana Santa». Es actor y testigo desde sus años en el colegio San Isidro-Salesianos de la procesión del Domingo de Ramos, con el protagonismo durante la mañana del Burrito, recordando que en 1957 se llega a crear una hermandad formada por niños bajo el nombre popular de «Hermandad de la Borriquita». Su trayectoria, efímera, se prolonga hasta los inicios de los años sesenta. También tiene lugar al mediodía la procesión del Señor Predicador, recorriendo las calles la imagen citada, así como el paso de Santa María Magdalena desde la Parroquia de Nuestra Señora de La Concepción. La tarde/noche es el momento para la procesión del Señor del Huerto desde la Iglesia de San Francisco, junto a la Virgen de los Dolores. El Lunes Santo el protagonismo se traslada hasta la Parroquia de San Juan Bautista con la Procesión del Señor de la Cañita. Enlaza recuerdos de recorridos pasados con la situación presente y no duda en apuntar datos sobre el Martes Santo con la procesión desde la Parroquia de la Concepción del Señor Preso y las Lágrimas de San Pedro. Durante el Miércoles Santo, dedicado al Señor de la Humildad y la Paciencia, cobra protagonismo la Iglesia de San Agustín, anotando Juan del Castillo el recuerdo juvenil de observar en el desfile de la procesión «las tropas de la Cruz Roja Local, al mando del prolijo cronista, Benjamín Afonso Padrón». El Jueves Santo es un día de gran solemnidad en la Villa, al igual que lo es el Jueves del Corpus. Desde la tarde/noche se pueden observar Monumentos a lo largo de sus diversos espacios religiosos. Sale desde el Templo Matriz la procesión del Mandato. Y denomina entonces como noche mágica lo que sucede en La Orotava. El lugar, pese a no tener procesión de madrugada, cuenta con la procesión de las imágenes del Señor de la Columna y la Virgen de Gloria. La estampa más entrañable de La Orotava le lleva ante la visión del Señor de la Columna durante esa noche del Jueves Santo, bajando por la calle de León. El Viernes Santo es el momento desde primera hora de la mañana de la procesión del Santo Encuentro. El Nazareno, la Dolorosa, San Juan, la Magdalena y la Verónica. Al mediodía, la procesión del Calvario con el grupo escultórico de La Piedad. A la tarde, procesiona el Santo Entierro. El Sábado Santo, desde la Parroquia de San Juan Bautista, la procesión de la Virgen de los Dolores. Y, por último, la llegada del Domingo de Pascua con la procesión del Resucitado. Tras ese recorrido cierra un relato marcado por sentimientos, recuerdos y erudición en una aportación que supone, siguiendo sus propias palabras, un auténtico «rosario de recuerdos, cargados de símbolos. Es la historia pequeña, tejida de menudencias y henchida de calor humano».