Opinión | Crónicas de la Revo-ilusión

El óxido de nuestros días

El 11M cambió los esfuerzos antiterroristas de España y Europa

El 11M cambió los esfuerzos antiterroristas de España y Europa / EFE

Se cumplen 20 años del 11-M y el óxido de aquellos días prosigue su trabajo corrosivo en la cruenta batalla política de la España peninsular. Aznar cometió un clamoroso error, al empeñarse en relacionar a la banda terrorista ETA con el atentado, por pura táctica electoral, en vísperas de unas elecciones que terminaron de darle la vuelta a la tortilla para darle el triunfo a Zapatero. Con el discurso oficial sobre la autoría cayéndose a pedazos, se produjeron las concentraciones ante las sedes del PP, que pedían explicaciones al Gobierno popular y la verdad, como suele ocurrir, aunque no siempre, salió a la luz. Después vinieron teorías conspirativas azuzadas por medios de comunicación afines a la derecha como el periódico El Mundo. Esa secuencia de acontecimientos se mantiene vigente hoy, con el duelo fratricida entre una España centralista y otra bien distinta, la del reparto del poder político que se sustancia en una visión más policéntrica que incluye a los que no quieren ser España. El odio genera más odio, ese óxido que debilita unas instituciones que deberían estar por encima del juego zafio y abyecto en que se ha convertido la dinámica de la alternancia política. El juego de equilibrios que necesita una democracia madura y segura de sí misma es hoy, como lo fue hace 20 años, un combate infantil, irreflexivo y desmemoriado. Y aquí, en la distancia de la desafortunada y afortunada ultraperiferia, el mar impone un aislamiento, que no es solo geográfico, y trae el salitre que oxida las infraestructuras mentales de la clase política canaria, absorta en su propia lentitud para gestionar los grandes cambios externos e internos que abocan a repensarnos. Canarias debe hacerse mayor de edad e independizarse todo lo posible del óxido guerra civilista que cubre la piel de toro a 1.700 kilómetros de nuestras costas.