Opinión | debate sobre el estado de la nacionalidad 2024 | Análisis

La consagración de la primavera

El discurso de Clavijo ha sido la más perfecta expresión del líder político que ha querido y logrado construirse en los últimos años

Fernando Clavijo, ayer, en el Debate sobre el estado de la nacionalidad canaria.

Fernando Clavijo, ayer, en el Debate sobre el estado de la nacionalidad canaria. / María Pisaca

A las diez de la mañana la tribuna de prensa estaba llena de gente que iba y venía, se embroncaba, martirizaba el móvil, se intercambiada chismes, tragaba gominolas, enchufaba aparatos inverosímiles, mascullaba maldiciones, salía a buscar café y no regresaba, profetizaba algo que nunca ocurrirá, contaba trolas, descifraba notas, cincelaba intuiciones, suspiraba resignadamente: periodistas. Se notaban mucho porque rara vez se les ve en la tribuna de prensa. Pero era una de las dos grandes ocasiones parlamentarias anuales: el que se sigue llamando debate sobre la nacionalidad, cuando debería llamarse, sencillamente, debate sobre Canarias. En un par de sitios libres la presidenta de la Cámara, Astrid Pérez, era entrevistada por una emisora radiofónica y, según ya es costumbre, criticaba acerbamente a los socialistas. Lo cierto es que al PSOE y Nueva Canarias cada día se les atraganta cada vez más la señora presidenta por su tendencia irreprimible a criticar a los partidos de la oposición y encontrar particularmente censurables, sin duda por casualidad, al PSOE y Nueva Canarias. Sin duda porque ha participado durante muchos años en la política local, a Astrid Pérez le cuesta muchísimo entender que el presidente de una asamblea legislativa, en virtud de la neutralidad que demanda su cargo institucional, no puede permitirse de ninguna manera la crítica a los partidos que integran los grupos parlamentarios y a sus dirigentes. Y en este punto no existen los matices. En una ocasión, allá por los años noventa, el por entonces presidente del PP canario, José Miguel Bravo de Laguna, ejerció como presidente del Parlamento durante una legislatura, y fue muchísimo más prudente que la señora Pérez.

El pleno empezó puntualmente. Los socialistas entraron arrastrando ligeramente los pies, aunque Nira Fierro, sin duda para levantar los ánimos, iba vestida como una heroína de Batman. Como también ocurre desde hace algún tiempo los del PP entraban en el salón de plenos casi haciendo la comba y los coalicioneros tan relajados que aquello parecía una sesión de talasoterapia, con el presidente, además, saludando a todo el mundo, entre los suyos y los ajenos, incluyendo Sebastián Franquis, que respondió con su habitual sonrisa de paciente gástrico de incierta curación. El ritual abrazo macho entre el presidente y el vicepresidente y consejero de Economía, Manuel Domínguez, donde los dos se estrujan las costillas, fue lo último antes de tomar asiento. Astrid Pérez declaró abierta la sesión sin mencionar la palabra «mascarilla».

El discurso de Fernando Clavijo ha sido la más perfecta expresión del líder político que ha querido y logrado construirse en los últimos años y, más intensamente aún, desde que recuperó la Presidencia del Gobierno pactando con el PP, la Asociación Socialista Gomera y AHI. Un político moderado, sereno, dialogante, que concilia el afán reformista con la búsqueda de consensos, no solo con los grupos parlamentarios, sino con la sociedad civil canaria en su conjunto. Esa es la letra de la canción. Clavijo –anclado en el poder por una sólida mayoría absoluta y la evidente falta de liderazgo en la oposición, con Ángel Víctor Torres en el Madrid ministerial y Román Rodríguez prejubilado– puede permitirse, se permite y reclama abandonar la polarización política y la crispación partidista. En siete meses y medio no puedes presentar un balance de cambios sustanciales, pero sí un conjunto de líneas de trabajo abiertas, y a esbozarlas se dedicó el jefe del Gobierno en poco menos de hora y media del discurso en sanidad, en educación, en servicios sociales, en gestión de aguas, en vivienda o en protección del territorio. La izquierda parlamentaria tiene un problema. Yo sospecho que esperaban un gobierno más derechista, más terco y arriscado en un giro conservador, más decidido a fumigar las flores del pacto. Se han visto sorprendidos y no saben reaccionar. Nadie piensa en renunciar a la educación de cero a tres años. El presidente le pide a los empresarios turísticos (de nuevo) que suban los sueldos y declara que Canarias será verde o no será. Exalta el fortalecimiento del sistema canario de I+D+i y su papel en proyectos empresariales canarios ya en marcha o en germen. Denuncia la violencia machista y la declara incompatible con la experiencia de la democracia. Defiende ardientemente su estrategia para la construcción de vivienda pública y el decreto –y próxima ley– que la desarrolla sin reparar en las pegas del Consejo Consultivo. Luego, por supuesto, puedes criticar algunas de estas aseveraciones con la mirada puesta en los presupuestos autonómicos vigentes, pero el lenguaje presidencial pueden compartirlo un centroderechista y un centroizquierdista europeos. Clavijo incluso dispone de una causa indiscutible: la defensa de los derechos de los más de 5.000 menores migrantes actualmente instalados en Canarias y la defensa del derecho de Canarias a la solidaridad del Estado y del resto de las comunidades autonómicas. Fue el único momento de su debate con Franquis en el que fue visible la irritación de Clavijo: «Ustedes vienen aquí para hablar de la situación de los menores migrantes. Yo siento que soy directamente responsable de la vidas de esos miles de niños y adolescentes. A veces no duermo bien pensando en esta situación dramática. Y Madrid no hace absolutamente nada. Nada, a pesar de que estamos sentados sobre un barril de pólvora». No recuerdo a muchos presidentes dirigirse así a la Cámara regional desde hace muchos años. Blindaban su discurso tres ideas-fuerza: la imperiosa necesidad de hacer reformas, aunque signifiquen un riesgo de error; la defensa de un modo canario de hacer las cosas, alérgico al enfrentamiento político y la polarización partidista, y el principio rector de islas iguales de ciudadanos iguales “en derechos y deberes, en oportunidades y esperanzas».

Todo el mundo –incluidos muchos diputados socialistas– se quedaron estupefactos con el discurso de Franquis. El portavoz socialista dedicó casi el primer tercio de su intervención a un asunto al que Clavijo no había dedicado medio minuto: el escándalo alrededor de la trama de contratos de empresas amigas conocidas como caso Koldo y que afectan al Ministerio de Transportes y a las comunidades autónomas de Baleares y Canarias. Franquis hizo una exhibición desatada de patriotismo de partido, y como siempre, no le faltaron palabras, pero sí un equipo de foniatras. ¿Cómo se le ocurre al portavoz del principal partido de la oposición dedicar buena parte de su discurso en el estado de la nacionalidad a un escándalo de corrupción que salpica a su partido y que ha llevado a expulsar, entre otros, al exsecretario de Organización, José Luis Ábalos? Es una extravagancia de una tontería política insondable. Además, a Franquis se le veía incómodo en toda su intervención. Hasta cierto punto transmite cierto aire de jarrón chino –o de Teror– que ocupa un lugar inadecuado. Tal vez sería más razonable que el grupo parlamentario socialista tuviera a Franquis como presidente y a Nira Fierro –que se ha fogueado como parlamentaria a lo largo de cuatro años– como portavoz. En su supuesto mano a mano con el presidente Franquis pareció un exhausto socialdemócrata con una retórica agotada y Clavijo un socioliberal reformista que desarticuló –amablemente pero sin piedad– cada uno de sus lugares comunes enmascarados como argumentos críticos.

Es difícil explicar lo ocurrido pero también a Luis Campos, portavoz de Nueva Canarias, le dio por la ocurrencia. Su discurso pareció una fotocopia del que pronunció con motivo de la investidura de Clavijo el pasado julio. En realidad tuvo como columna vertebral que el Gobierno no había bajado los impuestos (otra vez la cantinela de no rebajar el IGIC del 7% al 5% como pecado moral) porque a Campos, sencillamente, le importa un bledo que no se haya aprobado la regla de gasto ni los presupuestos del Estado de 2024: ni un reproche al PSOE por sacrificar unos presupuestos en tiempo y forma para amarrar los siete votos de JxC. Es curioso que el portavoz de NC se pegue diez minutos hablando de la amenaza nuclear de Putin y la guerra de Gaza y se olvide de las razones por las que España no dispondrá de presupuestos generales, como mínimo, hasta finales de abril o principios de mayo, con el impacto que eso supone en las finanzas y haciendas de las comunidades autónomas. Después se lanzó a explicar por qué tiene uno que estar orgulloso de ser canario o no. Si no eres feminista, por ejemplo, no puedes estar orgulloso de ser canario. Y cosas así durante un buen rato con don Luis a tope con su canariómetro. A veces pienso que esto no está pago.

Finalmente llegó el ultraderechista Nicasio Galván, siempre atildado y sonriente, y tendió la mano para que los demás se sumen a Vox y respalden todas sus chuminadas e insensateces. A Galván, un día de estos, de tender tanto la mano con el objetivo de que la Cámara se vuelva un poquito fascista le va a dar un calambre. Pero seguro que lo aguantará con entereza. Todo por España y la civilización occidental. Perdón. Arriba España.

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