Opinión | A babor

La estafa

Concentración en Madrid contra la Ley de Amnistía

Concentración en Madrid contra la Ley de Amnistía / J.J. Guillén

Este jueves, el Congreso aprobará la ley de Amnistía, después de un recorrido serpenteante por Madrid, Barcelona y Ginebra. Hasta 80 versiones y 40 retoques diferentes en algún artículo, para una victoria aplastante de Puigdemont en su enfrentamiento con el Estado, con el apoyo del Gobierno de la nación. Una estafa.

El PSOE negó en las últimas elecciones generales que pudiera aprobarse cualquier amnistía. Los que aún tengan la memoria sin embotar por la propaganda y la mentira, recordarán sin duda que fue el PSOE –este mismo PSOE de Pedro Sánchez, no el de Felipe González el que dijo que la amnistía era imposible. El presidente y seis ministros la calificaron de inconstitucional. Eso fue hasta la misma noche del recuento. Pero esa noche, después de comprobar que la derecha había logrado más votos que la izquierda, el PSOE decidió que era necesario incorporar a la investidura a Junts, el partido de la derecha catalana, con veleidades supremacistas. Y así se hizo. Fue un proceso de cambio tan fulminante que hasta algunos corifeos del sanchismo se quedaron sorprendidos: siguieron diciendo que la amnistía era inconstitucional, mientras la máquina publicitaria del PSOE le daba la vuelta al asunto. Para hacerlo, bastaba tirar del Manual del Indulto Perfecto, que tan bien había servido para articular el primer engaño socialista a sus electores. El cambio de criterio enterró una de las ideas más importantes en que se basa el parlamentarismo y la democracia, la de que los diputados responden del cumplimiento de las propuestas con las que se presentan a las urnas. Pues no. Si el partido lo cree conveniente, se cambia el discurso. Pasar de Amnistía no a Amnistía sí es sólo cuestión de modificar una sílaba.

Hubo que ajustar una negociación más bastarda que compleja, que acabó en fracaso cuando Puigdemont subió el listón de sus exigencias para dejar fuera los delitos de terrorismo. El Gobierno no logró sacar su ley, una ley que había llegado aterrizado en los escaños directamente sin luz ni taquígrafos. La derrota sorprendió a Moncloa y cabreó a Sánchez. El PSOE dejó claro que la ley no incorporaría como amnistiables los delitos de terrorismo, más que nada porque Europa no lo permitiría. Sánchez amagó amenazando a Junts con estar incluso dispuesto a convocar nuevas elecciones. Pero Puigdemont no se arredró y voto en contra en el Congreso a su propia ley.

Pero después vino la derrota de Galicia, con la derecha ganando el plebiscito de Sánchez sobre Feijóo, y más después el escándalo de corrupción del "ejemplo para la militancia socialista", Koldo García. Cambió entonces de nuevo el argumentario del PSOE: de la negativa a incluir terrorismo como animal de compañía, a inventarse un recorrido que permitiera darle la vuelta de nuevo al anterior rechazo. Y otra puesta en marcha de la máquina de las mentiras. Se repartieron las tareas: mientras Moncloa cedía, Cerdán remataban en Ginebra la faena con el propio Puigdemont, y Bolaños manipulaba en los medios el informe de la Comisión de Venecia o vendía la amnistía como jurisprudencia referencial planetaria. Delirios…

Para sostener un gobierno tocado por la corrupción han convertido esta amnistía en un engendro que –de forma explícita– otorga la impunidad a una tropa de delincuentes, a cambio de lograr su apoyo a la elección de Sánchez. Esta es la ley más miserable de nuestra democracia: perdona la corrupción, la apropiación de lo público, la malversación e incluso el terrorismo, implantando un sistema arbitrario que consagra la desigualdad entre españoles. La amnistía es un fraude en sí misma, porque se aplica a quienes la han redactado e impuesto con su chantaje. La amnistía no exige el arrepentimiento de los que delinquieron y anuncian ya que volverán a hacerlo, al contrario, les pide perdón y señala al Estado y sus instituciones como culpables de lo ocurrido. Culpable el Gobierno que frenó el golpe de Estado contra la Constitución y el Estatuto de Cataluña, culpable Las Cortes por votar la aplicación del 155, y culpables los jueces que aplicaron la ley.

A estos últimos se los presenta como capitanes de la guerra sucia contra los héroes del procés: los que incendiaron las calles de Cataluña, los que asaltaron el Prats, los que arremetieron contra la Policía… Pero también los que prevaricaron, defraudaron y malversaron, esos cien mil hijos de Pujol que ya no pagaran millones en multas. Se entierra para siempre su participación en la conspiración con Rusia, se les exime del delito de terrorismo si lo hubieran cometido…

A cambio de este desvergonzado mercadeo de favores entre el Gobierno necesitado de votos y una trama golpista que precisa ser legitimada ante su propio electorado, queda la sombra de la próxima estafa. Será el referéndum. Puigdemont ya ha empezado a pedirlo. Y con esa petición, arrastrará por el fango al Gobierno hasta llegar a las elecciones catalanas.

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