Opinión | A babor

Explicaciones

Ángel Víctor Torres.

Ángel Víctor Torres. / EP

Vale, el expresidente Torres ya ha aclarado que no habló nunca con Koldo, ni recibió recado alguno de parte de Ábalos para que comprara las mascarillas a la empresa a la que las compró. Yo le creo. Pero no comprendo por qué no ha podido dejarnos claro quién puso al Gobierno en contacto con la empresa que pagaba peaje por cada mascarilla comprada al entonces asesor de Ábalos.

O Torres no lo recuerda, o no ha escuchado bien la pregunta que se le hace desde todos los lados del patio de Monipodio en que se ha convertido hoy la política española. A algunos les sorprenderá mucho que Torres no se acuerde de quién se puso en contacto con él, con Olivera, con el consejero de Sanidad –que era entonces provisionalmente Julio Pérez–, o con el que tuviera que aceptar las compras a la empresa de la que Koldo era comisionista.

Pero es que desde que pasó lo de las mascarillas ha pasado mucho tiempo y Torres debe haber tenido muchas reuniones desde entonces. Quizá recuerde aquella –convenientemente inmortalizada en la foto de una alegre francachela– con los directivos y asesores de la empresa a la que el Gobierno compró los cuatro millones de mascarillas FFP2 que luego hubo que devolver porque no eran FFP2. Dieron muchas vueltas aquellos tapabocas defectuosos, para acabar incinerados por Aduanas, sin que se sepa quién tiene que pagar los cuatro millones que se esfumaron. El Gobierno se limitó a usar a Conrado Domínguez como cortafuegos, y aquí paz y en el cielo gloria.

Otra(s) reunión(es) pudieron ser con Miguel Ángel Ramírez, con quien Torres –que fue consejero de Deportes del Cabildo grancanario hasta convertirse en presidente del pacto floral– ha tenido muy buenas relaciones desde siempre. Y es que llevarse bien con Ramírez es muy fácil. Él no tuvo absolutamente nada que ver con Koldo, al menos que se sepa, que este hombre es una verdadera caja de sorpresas. Ramírez se limitó a hacer de discretísimo intermedio en la venta de unas mascarillas al Gobierno, por cuenta de unas empresas que luego se ha sabido que eran suyas, y que le pagaron una espléndida comisión. Que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda. La cosa es que Ramírez tuvo luego que hablar con el Gobierno para que le pagaran las facturas que emitió antes incluso de estar adjudicado el contrato, y él sí debería recordar con quién habló. Pero no lo ha dicho, y a lo mejor se le olvida como a Torres, que se le ha olvidado todo.

Por cierto, que no creo que recuerde tampoco con qué empresa cerró el Gobierno un acuerdo de transporte de mascarillas y otro utillaje sanitario desde China a Canarias. Y digo que no creo que lo recuerde, porque al final la empresa que hizo el viaje no fue la empresa con la que había contratado, porque la primera carecía de permiso para volar a China, y de aviones para poder hacerlo. Eso no supuso un problema: subcontrataron con la compañía Plus Ultra, la que luego rescató Sánchez con sesenta millones. Torres estaba tan contento de que llegaran las compras que acudió a la pista a ver llegar el avión de Plus Ultra y a felicitarse de la apertura de la primera línea de transporte aéreo entre Canarias y China y viceversa. Pero es comprensible que no recuerde el nombre de la compañía, porque al final la que cobró no fue la que hizo el viaje, porque no podía hacerlo. ¿Por qué se contrató entonces con ella? No tengo ni idea, pero seguro que no tendrá absolutamente nada que ver con Olivera ni con el hecho de que la empresa –recién creada– con la que se contrató el transporte fuera propiedad de un constructor tinerfeño, amigo de la infancia de Pedro Sánchez.

Durante la pandemia hubo que hacer muchas cosas muy deprisa, y muchas de ellas no salieron como se esperaba o como debían haber salido. Otras sí salieron exactamente como se esperaba que salieran: mal para la mayoría y muy bien para unos pocos. Hubo algún golfo que vio crecer su patrimonio con dinero público y en un momento en el que la gente moría a cascoporro, mientras las administraciones no paraban de hacerlo mal. La pandemia fue escuela de Koldos, salieron de detrás de cada esquina, de debajo de cada adoquín. E hicieron de las suyas.

Creo que esta sociedad puede disculpar y olvidar los errores fruto de la improvisación, la falta de información o la torpeza. Pero es muy difícil perdonar los que fueron el resultado de la codicia. Hoy no basta con echar la culpa al de enfrente y hacer ruido, más circo. Para poder distinguir entre unos y otros, se precisa de explicaciones. Y ya va siendo hora de que tanto el PSOE en su conjunto, como Torres en particular, comprendan que ha llegado el momento de darlas.

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